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65 bajas para el periodismo mundial en 2017

Por Reinaldo Endara

La cifra incluye a periodistas profesionales, periodistas ciudadanos y a colaboradores de medios de comunicación. En 2017, 65 periodistas fueron asesinados a causa de su trabajo, en todo el mundo: 26 fallecieron en pleno ejercicio de su labor informativa, es decir, fueron víctimas colaterales de circunstancias como atentados o bombardeos en lugares muy peligrosos; mientras que los 39 restantes fueron asesinados de manera deliberada, intencional, debido a su trabajo de investigación, porque afectaba de alguna manera a intereses de distintos grupos sociales, como poderes políticos, religiosos, económicos o de organizaciones criminales.

El informe anual de Reporteros Sin Fronteras, respecto a los periodistas que han sido asesinados, da cuenta de una ligera reducción en relación al número registrado en los últimos 14 años. Solo en 2016 se registraron 79 asesinatos a profesionales del periodismo y no profesionales.

Además, se observa una reducción de asesinatos a periodistas profesionales, que en este año suman 50, en relación a los últimos 14 años. Pero eso no significa que la cifra no sea representativa.

La disminución de asesinatos por esta causa, en este año, responde -según el informe de la organización- a que los países considerados peligrosos son abandonados por periodistas y a que cada año la sociedad entiende más la importancia de proteger a este contrapoder. También están “las numerosas campañas emprendidas por organizaciones internacionales y por los mismos medios de comunicación, que insisten en la necesidad de proteger más a los periodistas. Por otra parte, los reporteros han recibido más formación en seguridad física, lo que ha contribuido a prepararlos mejor cuando van a cubrir acontecimientos a lugares hostiles. Asimismo, el estatus de freelance ha sido objeto de reflexión y han nacido iniciativas para que los periodistas independientes puedan trabajar en las mismas condiciones de seguridad que sus colegas empleados por un medio de comunicación…”.

El informe apunta también que en países como Siria, Irak, Yemen y Libia, considerados de alta peligrosidad y donde se presencia “una hemorragia del gremio”, algunos profesionales incluso dejan el oficio, para ejercer otra profesión menos peligrosa.

Este es un problema que no solo se presenta en naciones en las que no es posible llevar a cabo coberturas periodísticas sin arriesgar la vida o a países en guerra. Por ejemplo, en México, los políticos locales y los cárteles dominan a través del miedo a la sociedad. En este país, muchos periodistas también han optado por dejar su profesión.

Otro dato que arroja este informe se relaciona con Siria: en los últimos seis años, se ha convertido en el país más peligroso del mundo para periodistas. Este año se registran 12 asesinatos. “Desgarrada por un sangriento e interminable conflicto, desde 2012 Siria es el país más mortífero para los periodistas. En su territorio el peligro es omnipresente y los reporteros -sean profesionales o ciudadanos- permanentemente corren el riesgo de perecer por los tiros de francotiradores, el lanzamiento de misiles, la explosión de bombas artesanales o los ataques suicidas. Los periodistas locales son las principales víctimas, puesto que en los últimos años la presencia de reporteros extranjeros ha disminuido de forma considerable. No obstante, algunos periodistas han comenzado a entrar de nuevo al norte del país, en especial a Rojava, para cubrir las batallas que libran en Raqqa o en Deir Ezzor las fuerzas árabo-kurdas contra el grupo Estado Islámico”.

México es el segundo país más peligroso para el oficio, pese a ser considerado como una nación en paz, es decir, sin guerra declarada. Este año, en ese país, 11 periodistas fueron asesinados. “En este país, donde imperan los cárteles del narcotráfico, los periodistas que abordan temas como el crimen organizado o la corrupción de los políticos, sufren casi de manera sistemática amenazas, agresiones y pueden ser ejecutados a sangre fría”.

En tercero y cuarto lugar se ubican Afganistán e Irak. En esos países fueron asesinados nueve y ocho periodistas, respectivamente.

De quienes perdieron la vida en Afganistán, dos eran profesionales y los otros siete, colaboradores de medios de comunicación. Todos eran de origen local.

Mientras que en Irak, cinco eran de origen local y dos extranjeros: una reportera suiza y un reportero francés.

En quinto lugar se ubica Filipinas, el país más mortífero de Asia. Según cita el informe: “Cuando Rodrigo Duterte fue electo como presidente de Filipinas, en mayo de 2016, envió este mensaje sibilino a la prensa de su país: “Sólo porque seas periodista no significa que estés exento de ser asesinado si eres un hijo de puta. La libertad de expresión no podrá hacer nada por vosotros, queridos”.

Esa advertencia se ha cumplido. En 2017, al menos cuatro periodistas fueron atacados a balazos y cuatro de ellos murieron de esa manera.

Si bien el número de periodistas asesinados ha disminuido, el número de mujeres periodistas que integran esta lista se duplicó en relación al 2016: han muerto diez este año. La mayoría de ellas eran intrépidas y experimentadas periodistas de investigación, quienes, a pesar de las amenazas recibidas, continuaron investigando y revelando casos de corrupción, entre ellas, las más reconocidas son Daphne Caruana Galizia, en Malta; Gauri Lankesh, en India; Miroslava Breach Velducea, en México.

Respecto a periodistas encarcelados, China tiene el récord con 52. Le siguen Turquía, con 43; Siria, con 24; Irán, con 23; y Vietnam, con 19.

Entre otros países, también se destacan por tener reporteros encarcelados, Marruecos, con un profesional, cuatro blogueros y tres colaboradores en la cárcel por su cobertura sobre la revuelta popular que agita la región de Rif, desde fines de 2016; y Rusia, con cinco periodistas y un bloguero actualmente en prisión.

Según Reporteros Sin Fronteras, actualmente, 54 periodistas (44 profesionales) son retenidos como rehenes por grupos armados, como el Estado Islámico, que tiene 22 secuestrados.

Esta cifra representa un 4% más que la cifra de periodistas secuestrados en 2016. El informe señala: “Aunque el número de periodistas extranjeros tomados como rehenes aumentó ligeramente en 2017 (+14%), más de tres cuartas partes de los reporteros secuestrados siguen siendo periodistas locales, que a menudo trabajan por su cuenta en condiciones precarias, expuestos a grandes peligros. En 2017, los periodistas-ciudadanos también pagaron caro su labor: actualmente, siete de ellos se encuentran en manos de grupos armados, mientras que el año anterior eran cuatro”.

Estas cifras reflejan una realidad de un oficio muchas veces subvalorado, pero que conlleva gran riesgo, debidos a su compromiso social de convertirse en un contrapoder en las sociedades.

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