Verdesoto: “La timidez con la que se maneja la política interior se traduce en política exterior”

Por Reinaldo Endara
La política exterior ecuatoriana ha mantenido un rumbo que ha generado -cuando menos- criterios divididos desde que Alianza PAIS llegó al poder, hace más de una década. Durante la presidencia de Rafael Correa, el rumbo estaba claro: alineación junto a los países del ALBA, a las potencias emergentes y fortalecimiento de Unasur como contraposición a la política exterior estadounidense.
Ahora, con el nuevo Gobierno -del mismo partido- las dudas sobre el sendero que toma la política exterior del país genera nuevas críticas, por la falta de claridad en su proceder, pues en el discurso se han ofrecido cambios, varios de ellos ya ejecutados al interior del territorio, pero en temas de política internacional, poco o nada ha variado.
Para tratar de entender este tema y todo lo que conlleva, dialogamos con Luis Verdesoto, Doctor en Estudios Políticos, quien fue asesor del ex Presidente Jaime Roldós y actualmente se desempeña como profesor de la Universidad Complutense de Madrid.
¿Cómo evalúa la gestión de política exterior del Gobierno de Lenín Moreno? ¿Se ha distanciado en algo del modelo de política exterior de su predecesor?
Lastimosamente, no se ha distanciado lo suficiente o de una manera significativa, que permita hablar de que se estén traduciendo los ímpetus o algunas muestras que se dan en términos de política interior. Más bien, podría ser que esta timidez con que se maneja la política interior, se traduce en política exterior.
Lo que se está viendo es una enorme puja interna por no saber por dónde resolver los temas de la reinserción ecuatoriana. Es evidente que Ecuador no puede permanecer -sería suicida permanecer- más tiempo alineado a los países del ALBA en la América Andina y América del Sur, porque esto no va a permitir que se acerque a donde debe, que es a los grandes temas de conformación de apertura de los países de la Alianza del Pacífico o a las líneas globales de interacción de los países de América del Sur.
Y el tema fundamental de la posición frente a Venezuela, del cual uno no puede sustraerse, no puede sacar de la manga posiciones antiguas ni evadir lo que significa la visibilidad internacional al respaldo que se le brinda al Gobierno de Maduro; y está claro que en este momento hemos sido empujados a una posición un poquito matizada por el Gobierno de EE.UU.
Uno de los temas con más críticas, o al menos comentarios divididos es la posición de Ecuador ante la situación de Venezuela. Pese a que en este Gobierno se ha hablado de nuevos aires y de libertad, ese discurso frente a Venezuela se mantiene, ¿por qué?
Creo que ahí hay un enorme temor a perder la identidad por parte del Presidente de la República, y una dificultad para reconocer nuevas situaciones mundiales por parte de la canciller. Ahora hemos recibido un insumo adicional que debemos analizar: esto que la prensa se dio en llamar un aval de los EE.UU. a la posición ecuatoriana en política exterior, creo que merece un análisis particular.
¿Cuál sería ese análisis?
Creo que es recuperar la posición que tuvo EE.UU. respecto a Ecuador hace algunos años, por parte del Partido Demócrata y de Hilary Clinton, que entendía que Ecuador podía ser un país que guardase matices de diferencia, respecto a los países ALBA y que la presencia de proximidad de EE.UU. podía evitar una plena inserción de Ecuador en ese grupo.
En esto fracasaron el Partido Demócrata y Hilary Clinton, y Ecuador caminó a paso firme con el expresidente Correa al interior del ALBA y a tratar de liderarlo, teniendo en cuenta que el país había sido -de algún modo- menospreciado por parte de los países ALBA. De hecho, Fidel Castro no permitió en un principio un acercamiento extremo de Correa y después más bien lo acogió, de forma oportunista, porque era un país que hacía la mejor letra posible.
Lo propio ocurre ahora. El Partido Republicano estimula a Ecuador a que tome distancia de los países ALBA y llama la atención que tres países están dando lugar a esas disidencias sobre el ALBA. Entonces, EE.UU. aspira y emite signos de acogimiento a Ecuador.
Esperemos que esos signos de acogimiento no devenguen en lo contrario. Es decir, que la posición ecuatoriana se transforme en una resistente modalidad de sostenerse fuera del Grupo de Lima o el resto de países de América Latina, como consecuencia de este estímulo tan visible de EE.UU. hacia estos tres países. Hay que ver, porque a veces los países reaccionan más con comportamientos infantiles que comportamientos adultos.
¿Existe alguna posibilidad de que la posición de Ecuador cambie respecto a Venezuela?
Yo he visto que más bien han intentado ratificar esta idea -que contradice la historia de política exterior ecuatoriana- de que hay que mantenerse fuera de cualquier intento de injerencia en los asuntos internos de otro Estado, porque la posición ecuatoriana había sido -desde el inicio de la democracia, con la carta de intención suscrita por el expresidente Jaime Roldón- de sostener que la mejor forma de preservar los derechos humanos y la democracia en otros países de la región, es observando activamente el cumplimiento de los principios del ejercicio democrático en ellos.
La mejor forma de no intervenir en los asuntos de otro Estado es lograr que haya democracia en esos países y ese fue el principio de la transición a la democracia en Ecuador.
Tanto la vicepresidenta María Alejandra Vicuña, como la canciller María Fernanda Espinosa se han pronunciado en este sentido de que se debe respetar la autodeterminación de los pueblos, pero el presidente Moreno no se ha manifestado abiertamente sobre la posición de Ecuador frente a la situación de Venezuela, ¿por qué?
El presidente Moreno tiene una forma de administrar la cosa pública, a veces por presencia y a veces por ausencia. A veces por tomar decisiones políticas públicas claras y a veces por default, es decir, deja que por recibo se tomen esas decisiones. Lastimosamente, en política exterior es equivocado, porque el Presidente no puede no conducir las políticas exteriores, tiene que hacerlo, porque es el mejor reflejo de la imagen del país y de presencia. Entonces tiene que asumir positivamente esa función de compromiso y responsabilizarse de lo que ocurre con la presencia internacional del Ecuador, porque es la matriz básica de la interacción global de todos los países del mundo.
A estas alturas, con lo cerca que están las elecciones en Venezuela, no queda sino asumir una posición que no tiene medias tintas.
Respecto al por qué el Gobierno mantiene su posición sobre Venezuela, usted señala que el Presidente tiene temor a perder la identidad. ¿A qué identidad se refiere?
En los países, sobre todo en los gobiernos débiles, los actores tienden a ratificar su identidad como una forma de mantener las cuotas de poder adquiridas y a ratos tengo la impresión de que el reconocimiento de identidad por parte del presidente Moreno es más bien de reconocimiento de su debilidad y la falta de respuesta. Esto viene del hecho de que él surgió de un empate político en las elecciones, que la operación política por parte de sus aliados es deficitaria, que la consulta popular -si bien le da un campo de oxígeno muy grande- no sabe cómo adminístrala bien; entonces inconscientemente se refugia en aquellos marcos de certeza, de identidad que le propuso el movimiento Alianza PAIS. Es decir, la oportunidad de identificarse no en los hechos ni en la esencia de la política pública como izquierdista, sino más en el alineamiento internacional, en el manejar su autoafirmación.
La identidad generalmente se da por la negación de otro y uno descubre los déficits de identidad que tienen algunos actores políticos cuando tienen necesidad de diferenciarse de los otros rápidamente, diciendo “yo no soy de derecha” o “yo no soy de izquierda”… esas definiciones negativas suelen ser las más primarias de la identidad por debilidad.
Se viene la Cumbre de las Américas, en Lima. El Gobierno de Perú ha manifestado que no recibirá al presidente de Venezuela y le retiraron la invitación. ¿Eso es legal?, ¿pueden prohibirle ir a la cumbre?, más allá de que cada país es libre de decidir quién ingresa a su territorio y quién no…
Los actores mayoritarios de una cumbre pueden evitarlo. De hecho, ya se han tenido sanciones mayores en la historia de las relaciones americanas, que esperamos no se lleguen a cumplir, porque son un mal predicamento, como el caso de Cuba con EE.UU. Esperemos que esas vías, que históricamente se han mostrado erradas, no se vuelvan a experimentar.
Creo que el tema de Venezuela amerita otro tipo de tratamiento, mucho más inteligente, inmediato y eficiente; y si este es -en primera instancia- evitar que el presidente Maduro boicotee la Cumbre y que haya un pronunciamiento mayoritario y claro, sería bienvenido.
El tema venezolano va más allá, va a un tema de principios. Es un tema de eficiencia sobre cómo actuar en este caso, en que Venezuela está a punto de entrar en una estafa democrática –porque esa elección que se viene es una estafa democrática-, que está a punto de consagrar una forma de poder que puede devenir en el afloramiento de todas las contradicciones posibles en la sociedad venezolana.
Los ecuatorianos tenemos una obligación profunda con la población venezolana. Recordemos que Venezuela fue un país que dio protección económica durante varias décadas a la población ecuatoriana, cuando tenía alta prosperidad en petróleo y Ecuador no la tenía.
Solo Ecuador y Bolivia se han pronunciado a favor de la presencia de Venezuela en la Cumbre. ¿Cómo deja esto el panorama político latinoamericano?
Como estaba. Lastimosamente, lo primero que deja es a Unasur -cuya presidencia la ejerce Bolivia en este momento- fuera de toda intervención. Creo que este es un momento de probar cuál es la capacidad del Grupo de Lima, porque la mayor intervención de los países de América del Sur en situaciones de democracia y derechos humanos, en las últimas décadas, ha sido por parte del Grupo de Río y en eso se probó su solidez.
Ahora, el tema central es América del Sur pronunciándose sobre América del Sur, donde tienes fronteras que pueden volverse calientes, donde hay interacciones más inmediatas… Este es un momento de una prueba extraordinaria sobre la integración política de América del Sur, en la que somos mirados por el mundo.
Sobre Unasur: si bien es una institución considerada necesaria, ¿cuál es su real papel en la actualidad y en la política en la región, tomando en cuenta que muchos también dicen que han tratado de convertirlo en un brazo político del socialismo del siglo XXI?
Unasur está paralizada, dejó de funcionar. El rato que los países de Unasur acordaron no extender el tiempo del último Secretario General, que de algún modo fue un llamado de atención y una sanción a cómo se había producido en Unasur este alineamiento muy evidente hacia los intereses de los países del ALBA.
En ese momento inició una crisis muy grande en Unasur y, como todos los organismos internacionales que no logran consensos políticos, cayó en la propia trampa de los procedimientos para elegir Secretario General, que dicen que el nuevo Secretario General deberá ser un expresidente o exministro, con lo cual se limita la posibilidad de oferta de candidatos.
En otro tema. Ecuador propuso a María Fernanda Espinosa para presidir la Asamblea General de la ONU. ¿Tiene el perfil para esa dignidad?
Leopoldo Benites Vinueza lo tenía (diplomático ecuatoriano que llegó a ser el vigésimo octavo presidente de la Asamblea General de la ONU).
Creo que para llegar a tener claridad sobre cómo un país propone un candidato, se deben tener varias cosas presentes. La primera es tener la relevancia suficiente, internacional y nacional, de una personalidad que pueda ser reconocida por todos.
La segunda es lo que ha aparecido en estos días, que me parece muy significativo, que consiste en que Ecuador intercambió el voto para la Presidencia de la Asamblea General de la ONU, por el voto para que sea electo el jurista ecuatoriano, expresidente de la Corte Constitucional (Patricio Pazmiño), como parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). A veces uno intercambia equivalentes y a veces no equivalentes. Esa es una práctica de las cancillerías, que saben cuándo la búsqueda desesperada de un puesto le hace intercambiar no equivalentes.
Aquí no se hizo el intercambio equivalente, por el intento de llegar a la Corte IDH lo más pronto posible y ahora están sufriendo las consecuencias. Ahora, Honduras dirigió una carta al Gobierno ecuatoriano para que retire la postulación de la canciller Espinosa y me parece altamente difícil para el caso ecuatoriano, porque nos recuerda el no ser un país de palabra. Es decir, Ecuador, para llegar a la Corte IDH intercambió el voto de la Presidencia de la Asamblea de la ONU con Honduras.
Creo que lo importante es que Ecuador descubra otra vez los senderos por dónde y cómo debe hacer política internacional, más allá de lo que hizo hasta ahora.
¿Qué ha hecho hasta ahora?
Hasta ahora se ha dedicado a conseguir honoris causa para el expresidente Correa, que se cuentan por decenas. Debe ser uno de los mandatarios con mayor cantidad de honoris causa, cuyo origen tendremos que saber pronto. Creo que hay veces en que las instituciones que entregan honoris causa, los entregan más por razones mercantiles, que no son necesariamente las razones por las que deberían entregar.
Creo que se tendrán que desechar estas relaciones nefastas que condujeron a Ecuador al borde de ser cómplices del terrorismo, durante la última década. Me refiero a las prácticas con las que se llevó la relación bilateral con Irak -por ejemplo- que buscaban evitar sanciones internacionales a partir de entidades financieras ecuatorianas y ciertamente un país de las dimensiones de Irak entró en esas prácticas en Ecuador.
También está la relación con Bielorrusia y me parece que eso solo pertenece a personajes oscuros y tuvimos a ese personaje oscuro en Ecuador, ellos aún tienen ese personaje oscuro. Ahora podríamos limpiar las relaciones con Bielorrusia.
También están las relaciones con India y Brasil, que deben tener principios claros para que sean reorientadas, particularmente con Brasil, luego del remezón de Odebrecht. Después de ese episodio, tenemos necesidad de tener una fuerte relación, en un contexto de transparencia.
Respecto a la relación con Rusia, hay que entender que las relaciones internacionales no son un procedimiento de intercambio simple, entonces no cabe, por ejemplo, que para poder golpear a EE.UU., me voy con Rusia… No.
No podemos tener una planificación de política exterior rígida como un libro, para indicar que permaneceremos permanentemente aliados junto con un cadáver, como el ALBA.
Eso es lo que habría que hacer en política exterior, pero ¿cree que el equipo de política exterior de este Gobierno, encabezado por la Canciller, tiene la capacidad de hacerlo?
Los equipos de política exterior tienen que modificarse. Ahora veo que hay una recuperación de buenos embajadores y eso es importante, porque nos hablan de que hay el dispositivo instrumental para poder actuar. Lo que falta ahora es la definición de política para actuar. Es decir, no solo se trata de tener buenos embajadores que tengan que ser antenas de aquello que quiere la Cancillería. Tienen que ser instrumentos de otra actuación, de una reinserción ecuatoriana, que tiene que ver con economía, con relaciones entre las sociedades, relaciones entre estados, nuevas lecturas de los escenarios multilaterales, con nuevas lecturas de lo que está pasando en América del Sur.
Con todo este contexto, ¿cree que Ecuador tiene las posibilidades de conseguir, con la postulación de la canciller Espinosa, la Presidencia de la Asamblea General de la ONU? Y en caso de conseguirla, ¿cuál sería el objetivo de presidirla?
La Presidencia de la Asamblea es un punto de alta visibilidad y eso es evidente, pero la visibilidad la consigues, no solo llegando a la Presidencia, sino haciéndolo bien. Eso implica no caminar de la mano de una de las partes o no tener la equidistancia necesaria como para entender los cambios en el mundo. La Presidencia es una forma de coordinar el procesamiento de consensos que puedan producirse y de procesar los disensos que puedan darse al interior de la Asamblea.