

Por Alejandro Lema*
Una mirada pérdida se refleja en los ojos cansados de Carmen Barreiro. Carmen espera por aquel cliente que, a diferencia de otros tiempos, en todo el día no ha llegado.
Así entre “soles y aguas”, como ella menciona, pasan los días de Carmen, una mujer procedente de Manta que lleva en la actividad del trabajo sexual más de 30 años. A finales de los 80 su situación económica era muy adversa y una amiga le comentó que podía realizar esta actividad. Cuando tenía 20 años llegó a Quito y fue la Avenida 24 de mayo, en donde empezó a trabajar. Carmen transitó por la mayoría de locales destinados al trabajo sexual, ubicados a lo largo de la avenida, siendo el Manhattan, el más popular de esa época, en el que se establecería hasta su cierre en el 2002.
Carmen también trabajó en otras ciudades del país como Atacames, Shushufindi, Santo Domingo, entre otras, por su juventud y belleza era bien recibida en todo lugar a donde iba, incluso a sus 26 años, llegó a Chile en donde pasó 2 años. “Hasta en Chile trabajé, pero no me gustó y me regresé. Los hombres eran muy morbosos”.
Pero ese tiempo ha quedado atrás. Carmen cuenta que todo se complicó cuando la zona de tolerancia de la 24 de mayo fue retirada en el 2002 y, como a la mayoría de mujeres, le tocó buscar en las calles y plazas del Centro Histórico a sus clientes que cada día eran menos. “En ese entonces había control policial y todo era ordenado, no había todas estas dificultades que hay ahora. Hoy es muy difícil, muy temoroso en comparación a lo de antes”.
Carmen ahora tiene 50 años y aunque sigue ejerciendo el trabajo sexual, esta ya no es una actividad de la que pueda vivir. “Yo ya tampoco quiero trabajar más porque ya tengo mi edad y ya mejor retirarme, ya para que voy a trabajar”, dice. Desde las siete de la mañana, cuando se dirige a una de las esquinas de la rehabilitada Avenida 24 de mayo, hasta las cuatro de la tarde, Carmen no puede encontrar un solo cliente, lo que para ella significa no poder comer.
Espera tener mejor suerte al siguiente día.
Prostitución en calles
La ejercen mujeres u hombres que buscan a sus clientes en las calles. Calles como la Flores, Manabí y 24 de Mayo, en el centro de Quito, son algunas de las zonas en las que se desenvuelven las trabajadoras sexuales.
Casas de tolerancia
Se considera un trabajo sexual de estatus medio. Este espacio está orientado a brindar las seguridades y condiciones adecuadas para trabajadoras sexuales, estos lugares están regulados por las autoridades.
Scorts
Una scort es una acompañante de excelente presencia, que acostumbra a trabajar con clientes de alto estrato social. El costo de los servicios sexuales de una scort alcanza sumas superiores a los 300 dólares.
De acuerdo con el último estudio sobre el trabajo sexual realizado en el 2016 por la Red de Trabajadoras Sexuales del Ecuador (RedTrabSex), en el país existen 55.000 mujeres que se dedican a esta actividad. El 79% de ellas, que significan algo más de 43.000, está entre los 21 y 40 años; el 94%, casi 52.000, son madres y el 81%, un poco más de44.500, son cabeza de hogar.
De las 55.000 trabajadoras sexuales que se estiman hay en Ecuador, aproximadamente 25.000 se encuentran en Quito, número que en porcentaje corresponde al 45,4% y que evidencia que es en la capital donde se ejerce mayormente este oficio.
Solamente 3.500, de estas 25.000 mujeres, trabajan dentro de casas de tolerancia, mientras que más de 21.000 ocupan las calles, parques y plazas como espacio de trabajo.
Calles como la Flores, la 24 de mayo, y plazas como la de Santo Domingo y la Plaza del Teatro, son los lugares donde operan las trabajadoras sexuales, que provienen de todas las regiones del Ecuador, encontrándose en mayor número trabajadoras sexuales de la Costa.
La constante búsqueda de derechos
La Constitución de la República del Ecuador en su Capítulo Primero garantiza el ejercicio pleno de los derechos humanos de las personas que ejercen el trabajo sexual, pues son ciudadanas y ciudadanos con iguales condiciones que el resto de la población.
De acuerdo a esto, las trabajadoras sexuales deberían gozar del derecho al trabajo, pues así lo establece el Art. 33: “El trabajo es un derecho y un deber social, y un derecho económico, fuente de realización personal y base de la economía. El Estado garantizará a las personas trabajadoras el pleno respeto a su dignidad, una vida decorosa, remuneraciones y retribuciones justas y el desempeño de un trabajo saludable y libremente escogido o aceptado”. Si la Constitución garantiza el trabajo en todas sus formas, sin distinción ni discriminación, los derechos de las trabajadoras sexuales tendrían que ser reconocidos, pues su dinámica responde a la de cualquier otra actividad laboral en la que se da el intercambio de un servicio, por un bien material.
Trabajo sexual en Quito
- Casas de tolerancia (12%)
- Calles, plazas y parques (88%)
- Casas de tolerancia (12%)
- Calles, plazas y parques (88%)
Procedencia de trabajadoras sexuales
Así lo sostiene Azucena Sono, antropóloga que trabaja de cerca la problemática de las trabajadoras sexuales, como parte del equipo de investigadores en el Instituto de la Ciudad.
A pesar de lo señalado en las leyes, el trabajo sexual no ha sido reconocido como tal dentro del Código de Trabajo. Este vacío existente priva a las mujeres que se dedican a esta actividad de contar con derechos, como un lugar adecuado y seguro para ejercer su profesión, salud ocupacional, afiliación al IESS, jubilación, entre otros.
Elizabeth Molina, secretaria general de la Red de Trabajadoras Sexuales del Ecuador (RedTraSex), considera que el reconocimiento del trabajo sexual es el fundamento para que a las mujeres que se dedican a esa actividad se les reconozca y garantice todos y cada uno de los derechos de los que goza cualquier otro trabajador.
Azucena Sono (Antropóloga Instituto de la Ciudad)
Elizabeth Molina (Secretaria RedTrabSexEc)
Reubicación en Quito: un constante drama
La reubicación de las trabajadoras sexuales ha sido un problema constante para las autoridades municipales que no han podido establecer de manera definitiva el espacio adecuado para que las mujeres que se dedican a esta labor la realicen de manera segura.
Cada vez que se propone un lugar, los moradores son los primeros en oponerse. Las trabajadoras sexuales, por otro lado, también piden un lugar digno para trabajar y que garantice todos sus derechos.
Las autoridades o exautoridades, por último, no logran desprenderse de los prejuicios morales, y es habitual escuchar frases como la que manifestó Paco Moncayo en 2015. “No se puede convertir al centro histórico de Quito (…) en un total lupanar”, a pesar de que en su alcaldía se emprendió el proceso de reubicación “La Cantera”, al que las trabajadoras sexuales consideran un total fracaso.
La Cantera: un proceso fallido
En el 2006 el Municipio de Quito emprendió el proyecto de reubicación “La Cantera” que pretendía organizar en un solo espacio a las trabajadoras sexuales retiradas cuatro años atrás de la Av. 24 de mayo, donde ejercían su labor en los múltiples locales que ahí se encontraban y empezaron a ocupar las plazas y parques del Centro Histórico.
Ubicada en el barrio San Roque, la casa de tolerancia contaba con 12 habitaciones, destinadas a 450 mujeres que decidieron ser parte del proyecto. Dentro de lo planificado consideraba otros aspectos más allá del trabajo sexual, como talleres de emprendimiento y microempresa destinados a capacitar a las trabajadoras sexuales para que, una vez fuera de la actividad, puedan sostenerse con un negocio propio.
Sonia Andrade, quien trabajó de cerca en el proceso de reubicación en la administración de Paco Moncayo, menciona que también se pretendió darle vida al sector con la implementación de todo tipo de establecimientos, pero que la falta del seguimiento del proyecto por las autoridades siguientes hizo que “La Cantera” nunca funcione como se pensó.
Carmen, quien ha trabajado cerca de 30 años en la Av. 24 de mayo, considera que las autoridades se equivocaron al tratar de concentrar la actividad sexual en la Cantera, pues este sitio nunca fue el propicio para poder realizar su actividad y guarda la esperanza de que el nuevo alcalde que será electo las respalde luego de casi dos décadas de haber sido desalojadas.
El fallido proyecto de “La Cantera” obligó a las trabajadoras sexuales a ocupar espacios públicos del Centro Histórico, como las plazas y parques, que creían convenientes para poder encontrar clientes por el constante tránsito de personas.
La Plaza de Santo Domingo, Plaza del Teatro, El Gran Pasaje, la calle Flores y la Av. 24 de mayo empezaron a convertirse en el punto de parada de trabajadoras sexuales.
Con el creciente número de mujeres, estos espacios empezaron a ser autorregulados, se conformaron asociaciones de trabajadoras sexuales, que se establecieron además con el fin de buscar el respeto de los derechos de las mujeres que se dedican a esta actividad.
A pesar de los objetivos para los que fueron creadas las asociaciones, hay trabajadoras que se manifiestan contrarias a las mismas.
“Karla” que perteneció a la asociación “Plaza de Teatro”, considera que las asociaciones, lejos de velar por ellas, persiguen intereses particulares, por lo que ha decido trabajar de manera independiente. Como respuesta, ha tenido problemas por el uso del espacio con las directivas, con las que en más de una ocasión se ha ido a los golpes y ha terminado detenida.
Sonia Andrade (Coordinadora política de mujeres Ecuador)
A pesar de los problemas que pueden existir al interior de las asociaciones, Elizabeth Molina, secretaria de la Red de Trabajadoras Sexuales del Ecuador (RedTrabSexEc), entidad que en su momento ayudó al establecimiento de las asociaciones, considera que la mejor manera en la que se puede luchar por los derechos esorganizarse, pues solo así se puede hacer evidente la problemática que existe, además del hecho de que las asociaciones responden a unanecesidad a la que tratan de buscarle una solución.
Carmen Barreiro (Trabajadora sexual)
"Karla" (Trabajadora sexual)
¿Qué pasa actualmente con la reubicación?
Doce años han pasado ya desde que en el 2006 se emprendió el proceso de reubicación de las trabajadoras sexuales, que pretendía terminar con la problemática de la callejización de esta actividad, pero no lo logró.
En todos estos años las diferentes autoridades que han pasado por el municipio de Quito, junto a sus equipos de trabajo, han intentado inútilmente encontrar un espacio en el que un plan de reubicación sea viable. Cada vez que un sitio es considerado, de inmediato los moradores se oponen.
Según Azucena Sono, investigadora del Instituto de la Ciudad, en torno a los espacios en donde se ejerce el trabajo sexual se establecen dinámicas sociales que son rotas abruptamente cuando se intenta modificar el uso de los mismos, por lo que la reubicación siempre trae consigo conflictos y no representa una solución verdadera. Para Sono, un proceso de reubicación implica “empezar con saldo en contra”, pues significa volver a realizar trabajos que a veces ni el propio Municipio está dispuesto a hacer. “Hay que hacer mucho trabajo social (…) dialogar con la comunidad para que las personas entiendan qué es el trabajo sexual, quiénes ejercen este trabajo. Así que la reubicación no es tan recomendable, sino mas bien las regulaciones de las zonas ya reconocidas como zonas de trabajo sexual”, dice.
Conscientes de esto, desde la Secretaría de Inclusión Social, más allá de proponer nuevas alternativas de reubicación, se ha trabajado en una sensibilización con la comunidad para que los moradores respeten los derechos de las trabajadoras sexuales y de igual manera ellas respeten las normas de convivencia con los demás. Así lo manifiesta Sara González, Coordinadora de promoción de derechos de la Secretaría de Inclusión Social. “Estamos trabajando en un mejor convivir ciudadano. No queremos generar más tensión y conflicto a través de una reubicación”, sostiene González. “Así que hemos trabajado en dos frentes: con el grupo que está afectado (trabajadoras sexuales), y con la comunidad (…) para sensibilizar a todos sobre este tema”.
Salud y trabajadoras sexuales
La salud es un derecho que el Estado debe garantizar, así como el acceso permanente, oportuno y sin exclusión a programas, acciones y servicios de promoción y atención integral de salud, salud sexual y salud reproductiva. Esto según el Art. 32 de la Constitución del Ecuador.
Según el estudio realizado en el 2013 por el Instituto de la Ciudad, al igual que América Latina, en Ecuador el trabajo sexual es asumido como un problema, y en cuanto a salud lo es de igual manera. Está predisposición hace que el trabajo sexual sea considerado como un foco de infección de enfermedades de transmisión sexual.
En torno a está problemática a partir de la década de los 90, cuando se dio un incremento del VIH en el país, se pusieron en marcha controles sanitarios para regular la actividad sexual.
De ahí en adelante se han establecido programas que garantizan la salud sexual de mujeres que se dedican a esta actividad. Pero de lado se ha dejando el desarrollo de planes de salud integral para ellas.
Elizabeth Molina (Secretaria RedTrabSexEc)
Derrumbar el imaginario para cambiar la realidad
Queda mucho por hacer en esta lucha que busca reivindicar los derechos de lastrabajadoras sexuales, pero esta no debe ser una lucha exclusivamente de ellas, sino de todos, hombres y mujeres que defiendan los derechos de las personassin importar la labor a la que se dediquen ni los prejuicios morales que giren en torno a ellas.
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