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5 ecuatorianos en Barcelona: ¿y qué con la independencia?

Por Roberto Moreano

Cuando te imaginas a Barcelona piensas en una ciudad abierta, diversa y libre, cosmopolita sin excesos y doméstica sin complejos. Piensas en un lugar en donde la tensión de sus dos lenguas y sus dos culturas te permitan ver todo desde varios lugares y al mismo tiempo. Piensas en una ciudad orgullosa de su catalanismo, pero, simultáneamente, agradecida por su multiculturalismo.

De ahí que cuando decides viajar más de 9 mil kilómetros para vivir y estudiar en Barcelona, en tu lista de preocupaciones no cabía pensar en la posibilidad de que el país al que llegaste, de un día para otro, ya no sea ese país sino otro.

La declaración de independencia de Cataluña ha provocado un cisma político (no social, todavía) al que este lugar que, a diferencia de Latinoamérica, no está acostumbrado.

“En tono de broma, les he dicho a varios catalanes que por menos de lo que ellos viven aquí nosotros ya hubiéramos botado a 4 presidentes”, dice Julio Álvarez, un cuencano que lleva 2 años estudiando en la Universidad de Cataluña.

La Caja Negra conversó con 5 ecuatorianos residentes en Barcelona para recoger sus sensaciones tras estas últimas semanas que parecen, acaso, ser apenas el inicio de un conflicto que aún no se conoce cómo se resolverá.

“Por la visa no me preocupo ya que tengo pasaporte italiano”

Renato Cevallos (29 años) es quiteño y tiene pasaporte europeo porque su bisabuelo fue italiano. Por eso su mayor preocupación pasa, más bien, por la validez de su título. “No sé si lo reconozca el Senescyt”, opina. “Aunque supongo que deben tener un acuerdo como parte de la Unión Europea”.

Ese, sin embargo, es uno de los problemas para la línea independentista: Bruselas, al igual que varios estados clave del continente, anunciaron que no reconocerán ni apoyarán ninguna declaración de independencia unilateral.

Renato recién llegó a Barcelona hace unos 2 meses. Pero fue tiempo suficiente para generar “empatía con ellos (catalanes). Emociona un poco ver que pueden lograr algo por lo que han luchado muchísimos años”, comenta. Este acercamiento hacia la causa, conversa, está asociado, entre otras cosas, al notar que “los catalanes son personas amables y preocupadas por lo que pasa a su alrededor. Te dan una mano si necesitas ayuda”.

Sobrevivir en medio del proceso de independencia, Renato señala que “ha sido muy calmado ya que hemos participado en las marchas y hemos visto a familias con niños y mascotas demostrar sus opiniones pacíficamente”.

“Miedo de que haya inestabilidad económica”

Andrea Campos (30 años) también llegó a Barcelona hace 2 meses, aproximadamente. Se graduó como arquitecta en Ecuador y ahora cursa una maestría en intervención sostenible en el medio construído en la UPC.

“La primera sensación ante lo que ha acontecido es incertidumbre”, dice. La principal preocupación de Campos es no saber cómo se resolverá esta tensión en el conjunto de Europa.

Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, anunció semanas atrás que si “una parte de un país sale de ese país, sale también de la Unión Europea”, puesto que “los catalanes son ciudadanos europeos porque son ciudadanos españoles. El ataque contra la Constitución de un Estado miembro es un ataque contra una parte del marco legal europeo. Esta actuación nunca podrá ser reconocida a nivel europeo ni podrá surtir efecto alguno”.

Así, la cuestión de la independencia unilateral podría dejar en el limbo varios temas relacionados a la convivencia diaria: moneda, libre movilidad por el espacio de Europa, regulaciones bancarias, financieras, de inversión y demás.

De ahí que Andrea pone su alerta en el tema bancario. “Tengo miedo de que haya inestabilidad económica y que la situación de los bancos nos pueda afectar”, dice.

“Desde que llegué a Barcelona se sentía este ambiente político”, continúa. “Se ha intensificado en las últimas semanas. Se siente en el tema de movilidad, algunas calles están cerradas y he visto marchas de varias personas. Todo de un modo muy pacífico. Solo una ocasión no tuve clases por causa de las marchas”, concluye.

“Me preocupa un poco porque estoy indocumentado”

Ruli Icaza* (31 años) vive en Barcelona hace 3 años y medio. Como la mayoría, llegó para estudiar. En su caso, se especializó en teatro, danza y magia. Después de un año (tiempo en el que su visa vencía) decidió quedarse en la ciudad y dedicarse, casi a tiempo completo, a la realización de espectáculos.

“Claro, como estoy indocumentado, me preocupa un poco la situación”, reconoce. Para él, de todas formas, la separación de Cataluña podría significar una oportunidad. “Es posible (si se concreta la separación) que el nuevo país que se forma brinde oportunidades de legalizar estatus a los inmigrantes”.

Tras vivir más de 3 años en Cataluña, Icaza sostiene que “la unión hace la fuerza” y le gustaría que el conjunto de España se mantenga como está. Pero enseguida matiza: “Igual creo que la unión se debe dar bajo parámetros de libertad. Entiendo que la gente tiene el derecho de hacer su ciudad o su región como lo vean prudente y conveniente”.

“Yo, que vengo de un país de alto conflicto político y social”, continúa, “siento que no pasa nada conflictivo en Barcelona. A pesar de que pasa mucho”. Icaza explica que no ve diferencias en la dinámica de la ciudad. Barcelona sigue siendo una ciudad llena de turistas y las actividades económicas alrededor de esto siguen operando con normalidad. Al igual que los servicios públicos, bancos, y demás. “Todo sigue intacto”, dice.

Uno de los elementos distintos que Icaza encuentra en todo este periodo denominado procés (término que se refiere al proceso de construcción de la república independiente), “es que ahora los jóvenes catalanes y españoles se ven inmersos en la política. Les preocupa estas cuestiones. Esto no pasaba antes”.

“Tengo una inmensa gratitud con la gente de aquí”

Pamela (30 años) lleva en Barcelona un año y medio. Llegó con su esposo, quien obtuvo una beca para estudiar aquí y ella lo hace a distancia en la UTPL. Sus 18 meses en Cataluña le han acercado a este lugar de una forma particular.

“Tengo una inmensa gratitud con la gente de aquí”, dice. Pamela sostiene que en Barcelona se ha sentido apertura y ha sido bien recibida por los habitantes de la ciudad. “No me he sentido para nada discriminada, como sé que sí pasa en otras provincias (comunidades autónomas) de España”.

De ahí que el proceso de independencia no le genere ningún tipo de incertidumbre ni miedo. “No me genera nada negativo”, comenta Pamela. “Si hay algo de lo que estoy pendiente es de la renovación del NIE. No sé si seguirán las mismas normativas o no”.

El NIE (Número de Identidad de Extranjero) es un documento legal para todos los extranjeros residentes en España que está enlazado al lugar de residencia y seguro social en España. Es el equivalente al número de cédula en Ecuador. De ahí que el mismo sea necesario para todo trámite en el conjunto de España: aperturas de cuentas bancarias, expedición de documentos municipales o gubernamentales, empadronamiento, apertura de tarjetas de biblioteca, etc.

Pamela, antes de concentrarse en la tensión de la independencia, prefiere destacar un elemento, para ella invaluable, que ha obtenido de Barcelona: “Me ha dado seguridad. Si lo comparo con nuestro país, acá todo es muy seguro. Puedo caminar a altas horas de la noche sola y sé que no pasará nada que atente contra mi integridad”.

“No tengo preocupaciones al corto plazo”

Julio Álvarez (34 años), esposo de Pamela, estudia una maestría en Automática y Robótica en la Universidad Politécnica de Cataluña. Lleva en Barcelona 2 años.

“Esto viene de siglos atrás. Se cansaron de no sentirse representados por el gobierno de España”, dice Julio. Él prefiere repasar acontecimientos históricos y contextuales para explicar la situación actual. “Hay una contradicción entre lo que dice el gobierno español: queremos a Cataluña como parte de España, y lo que hace es enviar a sus garroteros (en referencia al 1 de octubre)”.

Al igual que Renato, su preocupación es el registro del título. “¿Qué pasa si Cataluña se vuelve un Estado fallido? ¿Mi título se reconocería en Ecuador?”, se pregunta. “Si algo pasa, de todas maneras, se daría en el largo plazo. Así que no me preocupa mucho la situación”, concluye.

Julio también prefiere centrarse en las bondades de Cataluña, un lugar en donde “se vive con respeto. No importa si estás tatuado o vas con terno. Aquí lo que importa es cómo piensas y no qué estás usando”.

“Sabes que viviendo aquí no te va a pasar nada. Todo es muy pacífico”, continúa. Para él es inevitable comparar cómo los catalanes viven todo este proceso de declaración de independencia, no solo lo coyuntural, sino todos los años anteriores en donde vivían enfrentados al gobierno español. “En tono de broma, les he dicho a varios catalanes que por menos de lo que ellos viven aquí nosotros ya hubiéramos botado a 4 presidentes”.

Sobre su vida en Cataluña , dice que al inicio “ fue difícil”. “Siento que los catalanes son un poco cerrados al principio. Pero después, cuando llegas a tener un amigo de Barcelona, sabes que es un amigo para toda la vida”.
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