Abandonar la Iglesia. Entrevista a una apóstata

Por Xavier Gómez*
El 17 de julio de 2019, alrededor de 100 personas solicitaron a la Iglesia católica que borre sus nombres de su registro de fieles. La iniciativa estuvo organizada por el grupo Apostasía Ecuador y se realizó de manera simultánea en varias ciudades. Ocurrió en un país donde 8 de cada 10 ecuatorianos se reconocen como católicos, según estadísticas oficiales, en una región —perdonen la redundancia— donde habita el 40 % del mundo católico, de acuerdo a la encuesta Religión en América Latina del Pew Research Center de Estados Unidos.
Entre los solicitantes estuvo Gabriela Carrillo, una agente de turismo de 38 años, que estudia Derecho en modalidad a distancia. Gabriela cuenta que ha sido católica, mormona, testigo de Jehová y cristiana. Pasó por un proceso de búsqueda, dice, en el que empezó a cuestionar la religión y la existencia de Dios, entre los 19 y los 36 años, y terminó en el ateísmo. Nunca se planteó la posibilidad de ser agnóstica (o negar la religión sin desconocer la existencia de Dios). En una cafetería del norte del Quito, empezamos esta entrevista.
—¿Cómo ha tomado tu familia tu ateísmo?
—Vengo de una familia católica, pero mi madre y mis hermanos se hicieron cristianos. La verdad es que no hemos hablado mucho sobre este tema, pero, a pesar de que mi madre es una mujer que lee la Biblia y trata de no perderse los cultos de su iglesia, es muy respetuosa con lo que soy. Ese respeto es mutuo, ella es alguien a quien admiro mucho y respeto, aunque no comparta sus creencias.
—¿Qué pasa fuera de casa, en la sociedad, has percibido el mismo respeto?
—Sé que hay gente muy cercana a mí que tal vez ha preferido no opinar o no decir nada sobre mi decisión porque me considera de carácter fuerte, aunque de vez en cuando se manda algún comentario como “es una pena que no creas en Dios, a pesar de que existen milagros” y ese tipo de cosas. Pero no lo veo como una falta de respeto, sino más bien como que tratan de llevar el agua a su cauce. Irrespeto sería que me inviten a algún lado y de repente me lleven a una iglesia (para tratar de convencerla).
Gabriela, sin embargo, reconoce que no es fácil ser atea en un país con mayoría católica y, cuando se presentan situaciones incómodas, prefiere ser tolerante con las creencias y tradiciones del resto. “El otro día —cuenta— estaba de cumpleaños y mi mamá me dijo: hijita, que Dios te bendiga”, pero ella lo tomó como un acto de cariño. Y en una misa por el aniversario de la muerte de su abuelo, le hicieron leer varios salmos de la Biblia. “Una iglesia ya no es un lugar en el que me sienta cómoda —agrega—, pero fui y leí como un acto de tradición, no de fe”.
A mediados de este año, Gabriela buscaba información sobre cómo abandonar oficialmente la Iglesia católica, salir de los registros en los que consta, al igual que muchos católicos, porque su familia decidió bautizarla siendo una niña. Encontró en redes sociales un grupo con intereses similares, se puso en contacto y se unió al proceso de apostasía. De esa manera, dice, se han ido sumando cada vez más personas.

Apostasía Ecuador
Entre los fundadores de Apostasía Ecuador, sigue Gabriela, están Gustavo Lamota, en Guayaquil, y Felipe Ogaz, en Quito, lo conforman unos 100 integrantes, entre los que hay abogados, diseñadores, un arquitecto, médicos y gente de diferentes profesiones y oficios. El grupo tiene presencia también en Loja, Cuenca y Riobamba, está en Facebook y Twitter y, además de las reuniones que hacen en cada ciudad, se comunican mediante grupos de chat. Pero Gabriela aclara que “no todos los integrantes son ateos, hay personas que todavía creen en Dios, aunque no quieren saber nada de la Iglesia (católica) o están en otras religiones”.
Para formar parte, la entrevistada asegura que basta con tener la fe de bautismo y llenar una carta redactada por los abogados del grupo, mediante la cual, basados en el derecho a la libertad de cultos garantizado en la Constitución, solicitan formalmente su salida de la Iglesia. “Lo importante, más que formar parte del grupo, es que la gente forme parte del proceso”, dice.
—En concreto, ¿cuáles son las cosas de la Iglesia con las que no están de acuerdo?
—Hay de todo, cada uno tiene sus razones. Pero según las conversaciones que hemos tenido, te puedo decir que (independientemente de la fe) están la pedofilia (por la cual han sido acusados varios miembros de la Iglesia católica) y posturas políticas en temas como el matrimonio igualitario (sobre el que la Iglesia se ha pronunciado abiertamente en desacuerdo), la despenalización del aborto por violación (ídem). Está también todo ese tema de convertir la pobreza en virtud y así mantener las diferencias entre ricos y pobres, el machismo, castigar el placer, reprimir el deseo y pensamientos por miedo a un castigo… La Iglesia nos dice que acá venimos a sufrir, para después tener una recompensa en el cielo. A mí una de las cosas que más me golpea es eso de mortificarse todo el tiempo, porque de esa manera crean seres humanos que caminan en la culpa, inseguros de sí mismos, y ese no me parece un camino lógico de vida.
—¿Como colectivo qué es lo que busca Apostasía Ecuador?
—No queremos formar parte de esa institución ni de las cifras que utilizan cuando dicen, por ejemplo, el 80% de los ecuatorianos son católicos. A nosotros que no nos metan en ese saco. Si en su momento nuestros abuelos o padres tomaron la decisión de bautizarnos, nosotros hemos transitado cierto camino (de reflexión y búsqueda) y hemos decidido que eso no nos identifica. Por eso pedimos que se nos borre completamente de sus registros.
—¿Pero por qué convertir una decisión de este tipo en un activismo?
—Desde el punto de vista personal, te puedo decir que me mueve decirle a la gente que sí es posible vivir fuera de ese canon que nos implantaron desde que nacimos, que se puede vivir de acuerdo a otras creencias y no dejarse llevar por la tradición. Es darle otra opción a la gente, hacerle saber que no todo es como nos enseñaron.
—¿Por qué crees que, pese a que mucha gente puede estar en desacuerdo con ciertas posturas de la Iglesia, como se ha demostrado, por ejemplo, en las protestas a favor de la despenalización del aborto por violación, continúa formando parte?
—Creo que por costumbre, por miedo a cuestionar, por salvaguardar la relación con su familia, pareja, amigos. Yo he sido afortunada con mi familia, pero en el grupo también hay casos muy fuertes de familias que le han retirado la palabra a personas que están en este proceso de apostasía, casos súper dolorosos, en los que les han dicho directamente cosas como “no eres mi hija” o ya no les invitan a las reuniones familiares. Otra de las cosas que queremos cambiar es la percepción negativa que algunos tienen de los ateos o de las personas que no comparten sus creencias.
—¿Es decir, además de la tradición, influye el miedo?
—Por supuesto, el miedo a romper la relación o estabilidad con la familia, la pareja, amigos, a que te vayan relegando (socialmente)… Y también el miedo a saber que un día vas a morir y (según la creencia católica) capaz vas al infierno. Aunque no lo creas, el día que solicitamos la apostasía algunas personas decían en broma, pero en el fondo en serio, “este es mi último día de protección celestial”, pues se supone que eso es el bautizo. Ahí se ve el peso de toda esa carga emocional y simbólica con la que crecimos. Creo que el miedo a no saber (a no tener todas las respuestas) es el que hace que en la vida te vayas agarrando de algo, de la Iglesia, de un Dios, porque de lo contrario piensas que te va a ir mal, que te van a pasar cosas negativas, que no vas a ser feliz… Nos implantaron esas ideas en la cabeza e ir asumiendo un camino de libertad es complicado.
El proceso continúa
#EnMiNombreNuncaMás y #ChaoIglesiaNoVe fueron los hashtags que utilizó Apostasía Ecuador en redes sociales para convocar a la primera apostasía colectiva del país, el proceso que iniciaron formalmente el 17 de julio. Por esa misma vía, dice Gabriela, han recibido apoyo de varias personas, pero también insultos, burlas, acusaciones de “herejes” o advertencias de que “Dios les va a castigar, porque están negando su existencia”.
En Quito, las solicitudes de apostasía fueron entregadas personalmente en la Curia Metropolitana, en el Palacio Arzobispal, ubicado en la Plaza Grande. Sin embargo, Gabriela asegura que hubo funcionarios de esa institución que en un inicio no quisieron recibir los documentos, que les cerraron la puerta y que situaciones similares se presentaron en las demás ciudades del país en las que se realizó el proceso. Ante esa situación, “nos volvimos un poco locos y protestamos”, indica. Empezaron a llamar todos al mismo tiempo a la puerta, quedó registrado en varios medios, y en la Curia “tuvieron que recibir las solicitudes (para evitar el ruido mediático)”.
—¿Por qué crees que no querían recibir las solicitudes? ¿Qué gana la Iglesia con eso?
—Pienso que debilitarnos, demostrar que nadie puede contradecirle, que sigue teniendo poder. Además (pese a que se trató únicamente de cerca de 100 personas a nivel nacional) si esto sigue y se vuelve mediático más gente puede tomar la misma decisión.
—¿Han tenido acercamientos con la Iglesia para hablar de este tema?
—Sabes que de mi lado no. Pero nos interesa que la apostasía genere discusión en espacios académicos, ciudadanos, charlas, y se nos ocurrió hacer un conversatorio. El problema es que nos hemos encontramos con negativas de instituciones (que ella prefiere no nombrar). Y es una pena porque se supone que varias universidades e instituciones públicas deberían ser laicas y poner por delante el debate académico.
—¿Con los medios cómo les ha ido?
—Los que más se han interesado han sido los medios internacionales. En Ecuador también hemos tenido acogida en algunos medios, pero los medios internacionales le han dado más espacio, han tenido más interés.
—¿Y eso por qué crees que pasa?
—Tal vez porque no vieron que este tema tiene potencial de noticia o porque no dimensionan la importancia que tiene para la sociedad.
A la entrega de solicitudes de apostasía, le sigue una segunda etapa que básicamente consiste en persistir. Para ello, dice Gabriela, “los compañeros abogados del grupo han redactado un modelo de carta que ha sido entregado en la Curia”, pero luego de más de dos meses no han recibido una respuesta que les satisfaga. “Nos han estado dando vueltas, nos dicen que vayamos a ver en cada parroquia, en la nota marginal de la fe de bautismo de cada uno (donde se pueden incluir anotaciones que invaliden el bautismo) —explica—. Ellos aseguran que eso es suficiente, pero no es así. Para que nos borren totalmente de sus registros necesitamos un documento legal que, hasta donde entiendo, va con la firma de responsabilidad del arzobispo”.
—¿Cuál es el siguiente paso si eso no ocurre?
—Si la Iglesia no nos da una respuesta legal, el siguiente paso es usar todas las figuras que podamos, las que nos da la Constitución para hacer respetar nuestros derechos.
—¿Demandar a la Iglesia?
—Exactamente.
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