Autopsia a la obra de García Márquez

Por Paola López / Fotografía en Facebook tomada de Ministerio de Cultura de Argentina
Con la precisión de un cirujano y la minuciosidad de un forense, Juan Valentín Fernández diseccionó la obra del escritor colombiano Gabriel García Márquez en busca de los médicos y medicinas que habitan en sus cuentos y novelas.
Luego de tres años de investigación y otros cuantos de lectura apasionada, Fernández escribió una tesis de 600 páginas en la que desmenuza cada enfermedad, causa de muerte, tratamientos y personajes relacionados con la medicina en la obra del escritor. El trabajo, que incluye entrevistas con el hijo del premio nobel, con algunos médicos, amigos y estudiosos de la obra, fue presentado en el último Festival García Márquez de Periodismo en la ciudad de Medellín en Colombia.
Fernández, profesor de Historia de la Medicina en la Universidad de Cádiz, conversó con La Caja Negra sobre la “autopsia de papel” -como él llama a su investigación- que hizo de la obra de García Márquez.
Esta “es una autopsia sin sangre y sin malos olores”, dice Fernández, quien además es especialista en antropología forense. Sus primeras anotaciones en el papel las hizo desde muy joven, cuando era un estudiante de medicina y las descripciones tan precisas del Gabo llamaban su atención. Ellas dieron paso a un trabajo que propone una lectura distinta de la obra del escritor colombiano.
Para este médico e investigador en su trabajo confluyen el periodismo, la literatura y la ciencia. Las tres comparten el “riguroso análisis del dato y la comprobación”, opina.
“Casi, casi se podría decir que la obra de García Márquez trataba de medicina, realmente son tantas las referencias y, cuando uno las analiza, tan bien cuidadas y tan bien documentadas que es sorprendente”, comenta Fernández a quien le impresionó la exactitud con la que el colombiano describe en el inicio de la novela “El amor en los tiempos del cólera” la intoxicación cianhídrica del refugiado antillano Jeremiah de Saint–Amour.
Fernández explica que ese fragmento de la novela es “como un manual de toxicología, letra a letra. Tanto el olor a almendras amargas, como la rigidez del cadáver y la transparencia corneal coinciden literalmente con la descripción que un forense hace cuando tiene sobre la mesa de autopsia a una persona que ha muerto intoxicada por cianuro”.
La misma descripción detallada, como si se tratara de un tratado médico o un informe forense, está en la autopsia de Santiago Nassar, el personaje de “Crónica de una muerte anunciada”.
Cuando el padre Amador, un sacerdote que había hecho la carrera de medicina y cirugía en Salamanca, abre a Nassar –escribe García Márquez- se encuentra con que “siete de las numerosas heridas eran mortales. El hígado estaba casi seccionado por dos perforaciones profundas en la cara anterior. Tenía cuatro incisiones en el estómago y una de ellas tan profunda que lo atravesó por completo y le destruyó el páncreas”.
Fernández encontró que la precisión de estas descripciones hechas por el autor de “Cien años de soledad” reposaba en insistentes consultas y llamadas a un equipo de médicos, según le contó en una entrevista en París su hijo Gonzalo García Barcha
“Me dijo: ‘mi padre no tenía ningún médico detrás, tenía todo un equipo médico’. No era uno, era todo un equipo médico y estaban representadas distintas especialidades médicas, ginecología, pediatría, médicos forenses, toxicólogos a los que molestaba día y noche para aclarar los puntos a la mínima perfección”, cuenta todavía asombrado Fernández, quien halló en algunos personajes del Gabo, rasgos de aquellos doctores que asesoraron al escritor.