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Causas feministas y ambientales encontraron su nicho en el ciberespacio

Por Gabriela Arévalo*

Hace un año me llegó una invitación para unirme a un grupo de Facebook donde mujeres contaban testimonios personales sobre acoso con el hashtag #NoCallamosMás. Por casi dos meses seguí cada una de las historias que se compartían y los comentarios… me sorprendía la contención que las participantes del grupo daban a mujeres que habían sido víctimas de cualquier tipo de violencia. Éramos más de 26.0000 mujeres conectadas virtualmente haciéndole frente a una realidad de la que éramos parte. Aunque conocía a muy pocas de las participantes empecé a sentirme parte de algo, era más que sentarme frente al computador y leer. Sin darme cuenta era parte de una comunidad virtual.

Vivimos inmersos en un ecosistema de medios que abre nuevas posibilidades de comunicación y creación a través de herramientas digitales. La cultura digital puede ser tan limitada como el consumo sin sentido de Facebook, Twitter, Whatsapp, Instagram, pero también tan amplia como seamos capaces de explorar y vincularnos a las posibilidades que dentro de ella surgen. Una opción: las comunidades virtuales.

Las comunidades virtuales expresan la necesidad de los individuos de comunicarse sincrónicamente, de aprovechar el rompimiento de las barreras espacio/tiempo para establecer intercambio de saberes e ideas y  ser parte de un intelecto colectivo.

Son comunidades conformadas por personas que se relacionan y colaboran en el proceso de creación de conocimiento en el ciberespacio. Comparten, piensan y crean en conjunto alrededor de propósitos específicos.

Aunque estas comunidades existen en la virtualidad, en la mayoría de los casos su objetivo es repercutir en las comunidades, promoviendo soluciones a problemáticas sociales, políticas o culturales.

Las mujeres se hacen sentir en el ciberespacio

En el 2013 la feminista brasileña Juliana de Faria lanzó “Basta de Fiu Fiu”, una campaña online en contra del acoso callejero. Al no encontrar espacio en medios de comunicación para escribir sobre el tema, decidió llevarlo a Internet. “Por suerte vivimos en la era de Internet, y podemos crear contenido propio sin mucho costo”, dice Juliana. Mujeres de todo Brasil se sumaron llegando a más de ocho mil. En un mapa colaborativo, que es parte de la propuesta,  se receptaron 1600 denuncias de violencia de género, lo que permitió mapear las zonas más críticas de todo el país.

La comunidad se expandió a toda Latinoamérica a través del hashtag #PrimeiroAsseido – #MiPrimerAcoso. Usando esta etiqueta las mujeres se animaron a hablar del tema a través de las  redes sociales y se dio paso al surgimiento de otras comunidades de ciberfeministas dispuestas a aprovechar el ciberespacio como plataforma para desatar un debate público en relación a la violencia de género.

En Ecuador el #NoCallamosMás fue una comunidad que nació como un grupo de Facebook, fue en ese espacio donde me cuestioné sobre la importancia del surgimiento de este tipo de comunidades, en este caso, para denunciar públicamente desde la voz de quien fue víctima de la situación de acoso y violencia que viven las mujeres.

La consolidación de Internet y el desarrollo tecnológico permitieron también la consolidación de  este tipo de espacios virtuales. Howard Rheingold, el primero en popularizar el término, las define como “…agregaciones sociales que emergen de la red cuando un número suficiente de personas entablan discusiones públicas durante un tiempo lo suficientemente largo, con suficiente sentimiento humano, para formar redes de relaciones personales en el ciberespacio”.

Educación ambiental desde las redes sociales

Una conversación en Twitter entre tres usuarios fue el inicio de esta comunidad que busca promover la educación ambiental en redes sociales. Los precursores vieron la poca conversación que existía en las redes sobre el tema ambiental y decidieron armar un debate tuitero bajo el hashtag #EA26, desde el 26 de enero del 2014 distintos usuarios se suman al debate durante una hora todos los días 26 de cada mes.  Se ha llegado a compartir más de 400 tweets en esa hora, seis tweets al minuto, y el hashtag ha llegado a ser TrendingTopic en varias ocasiones.

Los miembros de la comunidad son educadores ambientales y especialistas en el área. Durante los tres años de funcionamiento de la comunidad se ha logrado, según Daniel Rodrigo -miembro fundador-, crear una red de personas, proyectos, ideas y conversaciones que muestran una parte clara de la realidad que vive el sector actualmente.

“A lo largo de este tiempo hemos tenido más de 25 encuentros, donde hemos hablado de los retos de la educación ambiental, de los espacios naturales protegidos, de su relación con el sistema educativo y del interés de los medios de comunicación respecto al tema”.

Actualmente cuentan con un blog que funciona de forma colaborativa, en éste se publican artículos sobre el tema a debatirse, y en base a la información generada en los debates se desarrollan documentos que dan cuenta de las principales preocupaciones manifestadas por los participantes y las posibles soluciones que se plantean.

Su acción ha permitido evidenciar que existe una preocupación por la educación ambiental y su fuerte relación con las decisiones políticas y sociales. Al ser un debate libre ha vinculado a docentes de distintas áreas que se han visto motivados a integrar el tema ambiental a sus clases. #EA26 sigue debatiendo en Twitter pero sus acciones se evidencian fuera de la Red.

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* Comunicadora social con experiencia en el campo periodístico y el desarrollo de proyectos de comunicación ambiental, comunicación digital, educomunicación y cultura.
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