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Desde el Corazón de la Cebolla, teatro ecuatoriano de exportación

Por Javier Arcentales* / Fotogrtafía de Mateo Arcentales

Entras al lugar. Te sientas frente a él o ella, en la mesa de siempre, esperando que esta vez sea diferente, que diga lo que quieres escuchar, que tenga ese gesto que hará la diferencia. El deseo está. Pero como todas las veces, no ocurre y nuevamente lo de siempre. El mismo dolor y el mismo placer que “tal vez mañana vuelva a ocurrir”. Y con una sonrisa cómplice se escucha al dueño del lugar, un tal señor Granola decir: “¡Oh! época nefasta en que estamos con la boca llena de espantos imposibilitados de mordernos mutuamente, como mordemos la carne de sandía pedazo por pedazo.” Bienvenido al restaurant El Bodegón de la Cebolla.

En esa imposibilidad que pueden ser las relaciones de pareja se dibuja el primer bodegón – o escena- de El Corazón de la Cebolla, la última obra del Grupo de Teatro Malayerba. Pájaros de papel giran sobre otros personajes que intentan encontrarse y buscarse, desde la timidez, tan propia de nuestra humanidad e incluso desde la incomodidad de los recuerdos que surgen en los momentos menos apropiados.

Desde noviembre de 2016, durante seis meses todas las mañanas miembros de Malayerba nos hemos encontrado en torno a un pequeño fragmento de la novela “El Tambor de Hojalata” de Günter Grass, para explorar y jugar desde las posibilidades que sus historias mínimas, pero de contenido muy humano, nos provocaban. Las propuestas de improvisaciones y juegos actorales de a poco fueron encontrando una tonalidad común: la imposibilidad. Un tema nada fácil que nos volcaba a nuestros propios mundos, historias y  afectos imposibles. En definitiva un proceso que nos obligaba a autoretratarnos como seres, de alguna manera, imposibilitados, muy cercanos a los narrados por Grass. Y es que en el teatro es inevitable que las preguntas para la creación sean ajenas a la vida.

Siguiendo la suerte de la creación plástica este proceso de búsqueda profunda, a veces desgastante, pero muy generosa, posible desde las libertades del teatro, se fue concretando en  tres bodegones que además de la pareja indagan también en la familia y en las relaciones sociales, como sus colores primarios. Arístides Vargas, director y dramaturgo organizó los elementos de esta pintura viva y dotó de palabras a los personajes que la habitan.

Todos los personajes, ellos y ellas, acuden al Bodegón de la Cebolla, para encontrar ese detonante que les salve de sus imposibilidades se sentir, de decir, de hacer. Una sandía que puede ser la piel del amante, una cebolla que es “cocina y casa familiar” para “llorar las cosas que nunca se dijeron” o los viernes en donde el menú varia con “ají, limón, chocolate, guayaba y cedrón”. Todos estos son ingredientes que develan esas palabras ocultas o las que tenemos anudadas en la garganta y que difícilmente nos las permitimos decir.

En mayo de 2017, se estrenó el Corazón de la Cebolla y desde entonces ha recibido una gran acogida tanto en las funciones en la Casa del Teatro Malayerba, como en otros espacios como el Festival Quito Tiene Teatro y en los Festivales de Guayaquil y Manta. A este recorrido, se suma la buena noticia de la invitación que ha hecho el Festival Internacional de Teatro de Cádiz -España para que esta obra participe en su trigésima segunda edición que tendrá lugar a finales de octubre de este año.

Y es que la circulación de una obra de teatro después de su proceso de montaje y estreno es clave pues permite llegar a públicos diversos; a aquellos que están relacionados con el lenguaje y estética de este arte, así como de aquellas personas que por vez primera pueden mirar una obra de teatro. Sin duda, la circulación es la oportunidad de poner en juego lo creado con otros lugares, otras culturas y sensibilidades.

Así por ejemplo, en 2016 regresó a las tablas de Malayerba la obra “Francisco de Cariamanga” (estrenada en 1992) con un nuevo elenco y puesta en escena. Esta pieza, además de los festivales de Manta, Guayaquil y Cuenca, ha podido recorrer los Festivales de San Juan de Pasto y el “Gesto Noble” en Colombia y en Venezuela, el Festival Internacional de Teatro de Caracas. El tour de la obra representó una plataforma de posicionamiento valiosa para el teatro y el arte ecuatoriano, no solo ante el público de esas latitudes, sino ante actores y gestores culturales internacionales.

Así, en el contexto actual, hacer teatro se convierte en una forma de insurrección frente a la realidad en la que el arte frecuentemente es considerado un privilegio, y apoyar su circulación fuera del país se convierte en una carga para las políticas culturales. En medio de ello, el camino para El Corazón de la Cebolla aún está construyéndose y seguramente la apuesta será por compartir la experiencia y los sabores de esta obra con nuevos y diversos públicos desde la coherencia que exige el hacer teatro independiente.

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* Actor integrante del Grupo de Teatro Malayerba. Ha realizado también estudios en Derecho, desde donde busca combinar la reflexión y acción teatral con el campo de los derechos humanos.
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