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Ecuador arma su primera selección de fútbol de amputados

Por Paola López / Fotografías Ricardo Guanín

Al llegar al entrenamiento se quitan sin recelo sus prótesis y las cambian por un par de muletas con las que corren por la cancha. Un montón de largas piernas quedan apiladas junto a una mesa esperando a sus dueños, mientras ellos practican las jugadas con las que esperan consagrarse en el Mundial de fútbol de amputados de México 2018.

La mayoría de los jugadores que pelearán por alzar la Copa del Mundo son parte del equipo Letort de la provincia de Pichincha, que se coronó campeón del primer torneo nacional de fútbol para amputados, disputado en agosto.

– ¡Atentos con el uso de las muletas!- dice el director técnico del equipo, Hernán Cadena, al tiempo que les recuerda a sus pupilos que sus soportes deben estar alineados con sus hombros, para cumplir con los reglamentos que demanda este deporte.

Los deportistas dejan sus prótesis a un costado de la cancha antes de iniciar la práctica / Foto Ricardo Guanín

A inicios de año, cuando dieron impulso al primer campeonato de fútbol de amputados, el grupo de jugadores no se imaginaba que podrían llegar al Mundial. Algunos habían dejado de lado su sueño de ser futbolistas profesionales luego de perder una de sus extremidades inferiores. Otros, que fueron amputados cuando eran niños, por mucho tiempo estuvieron obligados a vivir los partidos solo desde los graderíos.

“Somos el país número 45 que se suma a esta lista de agremiados de la Confederación Mundial (de Fútbol de Amputados) y por ser los últimos en sumarnos nos han brindado la posibilidad de ir directamente al Mundial”, explica Cadena, de 49 años.

En busca del siete ideal

Wladimir Caza recuerda que eran apenas cuatro personas las que se encontraban en el parque La Carolina, en el norte de Quito, para jugar un partido. Y reconoce que fue un reto llamar la atención de personas con amputaciones para que se unan a las prácticas.

“Hay otros deportes que les llaman la atención como básquet en silla de ruedas. Personas amputadas y parapléjicas se dedican más a ese deporte”, cuenta el joven de 26 años, que trabaja en la Universidad de las Américas (UDLA).

Caza no se rindió en su búsqueda del siete ideal (un arquero y seis jugadores, según el reglamento) para conformar un equipo, y usó como referente al club de sus amores, el Independiente del Valle.

“Admiro a Independiente. Fue un equipo que surgió desde abajo. Es un equipo humilde, sencillo (…) así como nosotros, empezó con humildad”, opina este delantero convocado para la selección de Ecuador.

Un partido demostrativo en Manta le dio el impulso que necesitaba para atraer más jugadores y con la gestión y organización de Yolima Paiz, futbolista y entrenadora del deporte paralímpico, se hizo realidad su anhelo: el primer campeonato de fútbol para amputados.

Ahora, Caza es uno de los mejores delanteros con los que cuenta la selección ecuatoriana que medirá fuerzas en México y que, con algo de suerte en los trámites burocráticos, también podría jugar la Copa América de Colombia 2017.

Su historia sin una pierna comenzó a los tres años, cuando fue atropellado por un autobús y los médicos debieron cortar la extremidad dañada. Creció con prótesis y con la negativa de otros niños de dejarlo jugar en los recreos.

“No me dejaban jugar fútbol. Cuando era niño veía a los compañeritos que jugaban y a mí me hacían a un lado. Tenía que esperar en las gradas, verles como jugaban”, recuerda Zaza, quien aporvechó su posición en la tribuna para aprender sobre estrategias de juego.

Su tiempo fuera de las canchas terminó a los 14 años, cuando se integró a un club barrial en el que hasta ahora juega ayudado de su prótesis.

Adiós temor

En su búsqueda de talentos, Caza se encontró en los pasillos de la UDLA con David Argüello, quien en ese entonces era estudiante de la carrera de producción musical. Lo invitó y, hoy, es uno de los mediocampistas del equipo.

“Espero ser ese Alex Aguinaga para nuestra selección”, dice con una sonrisa Argüello, quien reconoce que ‘el güero’ es su “ídolo”.

Además de ser el armador de las jugadas, este joven de 24 años es vocalista en dos bandas de heavy metal en cuyos espectáculos ha integrado a su prótesis pintada con una calavera. De hecho, es de las pocas veces la usa, pues asegura que se siente “más ligero” sin ella.

Un osteosarcoma descubierto en su pierna a la edad de siete años obligó a los médicos, dos años después del diagnóstico, a amputarle su extremidad. Durante ese tiempo se alejó de la escuela, pero volvió con ganas de recuperarse y ser nuevamente un seleccionado en los intercolegiales.

La intensidad con la que juega le ha hecho perder varias muletas, que terminan dobladas o rotas por el peso del futbolista. Para evitar problemas ahora que entrena con la selección mandó a hacer unos soportes especiales que pesan alrededor de una libra cada uno.

Con sus pesadas muletas, su habilidad para correr y conectar jugadas, Argüello confía en que lograrán captar la atención de “personas como nosotros porque a veces hay vergüenza, recelo, pero creo que viendo estos avances en el deporte vamos a atraer más gente”.

 De la defensa al arco

Si bien habitualmente juega de defensa, Ernesto Bravo no dudó en aceptar la propuesta de ser arquero del equipo, pese al recuerdo de un balonazo que lo dejó inconsciente cuando era un adolescente y atajaba en el equipo de su colegio.

Por el tipo de discapacidad que tiene, este militar especializado en topografía solo podía jugar de arquero. A diferencia del resto de sus compañeros, a él le falta una parte de su brazo y ello es una condición para ser guardameta en esta modalidad de fútbol.

Bravo, de 43 años, perdió su brazo a los 20 años durante un entrenamiento militar en la selva ecuatoriana. Una carga explosiva reventó en su mano y por poco le quita la vida.

Pero sobrevivió y encontró en su esposa y en el deporte –especialmente el atletismo- un aliciente. Ahora, aunque todavía le cuesta mantener su muñón cerca del cuerpo no duda en lanzarse para atajar los goles del rival.

“La dificultad está al lado contrario (donde falta el brazo). En el campeonato me tocó lanzarme y no tienes el mismo apoyo”, explica Bravo.

“Esto me salvó”

Un año atrás Andrés De la Torre, un defensa experimentado de 25 años, corría sin problemas con ambas piernas detrás del balón. Viajaba y jugaba en torneos parroquiales, pero en uno de esos traslados un accidente de tránsito le cobró un precio alto: perdió una extremidad.

Dispuesto a recuperarse, apedas fue dado de alta buscó rehabilitar su cuerpo y en el camino encontró a Caza, quien por ese entonces buscaba jugadores y hacía demostraciones. Sin dudarlo abrazó como un salvavidas el deporte.

“Esto me salvó, en el sentido de creer que puedo volver a jugar fútbol”, comenta De la Torre.

El defensa conquistó tres campeonatos con equipos parroquiales, pero nunca estuvo tan cerca de ser un seleccionado nacional como ahora que perdió su extremidad. Era su sueño y no se imaginó que lo haría realidad luego de perder una pierna, los clubes le daban la espalda.

“Están dándose las cosas como yo quería cuando era pequeño, pero se dan de diferente manera. Mi sueño era ser futbolista, no llegué a profesional pero siempre jugaba”, relata el joven que por ahora está sin empleo.

Paradójicamente –añade- en esta modalidad un jugador debe tener más fuerza en los brazos que en las piernas. Sin esa resistencia en las extremidades superiores será imposible que eleven su propio peso para poder patear la pelota.

La muletas “son prácticamente tus piernas para jugar”, dice De la Torre al final de la práctica que dura cerca de una hora y media.

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