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El principal problema de Moreno: cómo hacer lo que el país necesita

Por Reinaldo Endara

Durante los últimos meses, el mapa político ha girado en torno a la consulta popular y referendo, que se llevó a cabo el domingo 4 de febrero. Una vez conocidos los resultados no queda más que asentarse en la realidad aún compleja que atraviesa el país, desde el punto de vista económico, social y político.

Para analizar todos estos puntos, Enrique Ayala Mora, historiador, docente universitario y político, aceptó un diálogo con La Caja Negra para analizar el panorama nacional.

¿Qué lectura política deja el resultado de la consulta popular y referendo?

El resultado de la consulta representa un giro en el país. El SÍ es un triunfo de una confluencia de fuerzas. Si se considera que es un triunfo de Moreno, me parece una lectura muy pobre, porque hubo confluencia del Gobierno más los intereses de ciertas fuerzas de oposición de derecha, oposición de izquierda y el movimiento social, unificados por la necesidad de reestructurar el país y comenzar un proceso en el cual se busca reconstituir la institucionalidad ecuatoriana.

Por otra parte, el porcentaje del NO en Manabí es excepcional, así como la votación relativamente amplia que ha tenido en algunos lugares, pero tampoco es solo de Correa, como él dice. También hay una confluencia de factores… la ciudadanía no debe dejarse engañar, porque esto no fue una disputa personal.

Si bien hubo un fuerte componente de enfrentamiento entre dos líderes de Alianza PAIS, también hubo otra serie de decisiones que tomaron diversos sectores sociales que confluyeron en el resultado.

Ganó el SÍ, se reforman la Constitución y las leyes, según la voluntad expresada en las urnas y luego ¿qué sucede?

Esto es solo el comienzo. Por ejemplo, cambiar el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) es una alternativa, un paso hacia adelante, pero creo que preservarlo es un error. Ese organismo no debe existir. Entonces, si en algún momento fueran electos por votación sus miembros, contradice un principio elemental de la división de poderes. Hay que tener la conciencia de que ese organismo fue un organismo de manipulación y en caso de ser por elección popular, tendría una representación bajísima. Va a pasar como el Parlamento Andino, que son siete personas que se disputan la votación nacional. Ahí hay que pensar que la reforma es tibia y que hay que ir hacia la radicalidad.

Sin embargo, mientras tanto, hay que pedirle al nuevo CPCCS que cumpla sus funciones, que evalúe a los funcionarios y que -de ser el caso- los remueva y los reemplace, a través de los mecanismos vigentes.

Por otra parte, la Asamblea tiene también una responsabilidad, que no se reduce solo a los dos puntos de consulta popular. Primero, debe percibir que una minoría correísta no puede tener chantajeada a la Asamblea para impedir que los cambios avancen, porque hay que hacer muchos: la Ley de Comunicación, Ley de Aguas, Ley de Educación y de Educación Superior; y una serie de otras disposiciones, no solo la de Plusvalía.

Creo que hay toda una agenda legislativa detrás del SÍ, que tiene que ser asimilada por la Asamblea Nacional y eso implica reorganizar las comisiones, para que no se llegue al hecho de que presidentes correístas de esas comisiones -aunque ya no tienen mayoría- sigan torpedeando la posibilidad de reformas legales.

Dice que ese “sí” representa un mensaje que va más allá de lo aprobado por votación popular: ¿qué implica ese mensaje y cómo ejecutar los cambios que dice que están atrás de esa respuesta afirmativa?

Es un mensaje que va más allá de las siete preguntas que se puede ejecutar de muchos sentidos. Por ejemplo, respecto a la corrupción, hay que robustecer a la Comisión Nacional Anticorrupción y además pedir que el Consejo transitorio también cumpla tareas de investigación en ese sentido. Es decir, combatir la corrupción desde todos los ángulos, porque no fue solamente el que se endurezcan las penas, sino que esta pregunta fue la que obtuvo mayor aceptación, incluso más que la de no prescripción de delitos sexuales contra menores.

La gente realmente quiere eso y el SÍ no es solo para que se corrija la legislación en el sentido de que no se puede volver a ser funcionario, sino que tienen que hacerse todos los cambios necesarios para institucionalizar la lucha contra la corrupción.

La Constituyente de Montecristi suprimió la Comisión Anticorrupción que era una comisión de la sociedad. Ahí nos lleva a un punto fundamental, en el que he insistido muchas veces: la Constitución, sus reformas y la tendencia correísta, tendieron a anular la sociedad civil, a estatizar la sociedad; y todos esos estatistas de la sociedad -mal entendidos como socialistas- deben ser eliminados de la Constitución y la Legislación.

Mencionaba que el CPCCS debe desaparecer y que hay que ser radical en ese punto, pero justamente se lo creó con el objetivo o con la idea de que se convierta en un ente de control ciudadano. ¿No hay manera de que éste funcione para lo que fue constituido?

No va a funcionar, porque como poder no tiene sentido, no tiene base real. Para controlar los organismos hay la Contraloría, esa es la que debe funcionar bien. Para controlar a los organismos, tiene que constituirse un cuerpo representativo.

En vez de ese Consejo, si quieren que tenga atribuciones específicas de control y de nombramiento, que se establezca el Senado, como hay en casi todos los países del mundo, salvo excepciones. No tenemos que inventar nada, este proyecto de remedar a los venezolanos, nos ha llevado a donde nos ha llevado.

Ese Consejo no tiene porvenir, porque si fuera electo, no será representativo: siete personas no representan al país, entonces habrán provincias que nunca van a llegar a ese Consejo.

Reducir la participación a grupos muy limitados es un error. Además, quién es el que representa a la sociedad: este organismo y los concursos que hace o las organizaciones de la propia sociedad, como las centrales sindicales, las cámaras de comercio y empresariales, los colegios de profesionales… esa es la participación, a través de organismos propios de la sociedad, no eliminándolos, haciendo que pierdan fuerza y estableciendo un sistema ventrílocuo, en el que el Estado mismo organiza la representación.

El Estado no representa a la sociedad en este sentido.

En estos poco más de 8 meses de Gobierno, se ha vivido una suerte de luna de miel entre movimientos y partidos políticos de distintas tendencias, que confluyeron en la consulta y que concluyó con el resultado conocido. ¿En adelante, cómo queda el panorama político del país?

Es difícil predecir, pero lo que sí se puede ver es una tendencia. Por una parte, el problema fundamental sigue siendo el económico. El Presidente ha tomado algunas medidas -polémicas-; por el otro no hay un plan alternativo y eso hay que destacar.

La lista de demandas que tienen los empresarios, no constituye un plan económico y si se sigue esa lista, el fisco va a tener menos recursos, menos capacidad de control y no una capacidad de incentivar la recuperación. Hay que ser imaginativos en ese sentido y -en este caso- escuchar a los varios foros que se han formado, no solo al de personas vinculadas al viejo neoliberalismo, algunos de ellos muy destacados, pero con sus recetas ya nos condujeron al desastre del 99.

Por otra parte no se puede continuar con los mismos correístas que nos llevaron a la catástrofe de la economía nacional, diciendo que no hay otro camino. Hay que oír a los sectores sociales, a los colegios profesionales. El problema es tan difícil que no creo que alguien tenga una sola fórmula para todo, pero con un poco de discusión y amplitud, como la que ha dado el Presidente para otros temas, sí se puede llegar a ciertos consensos económicos.

Por ejemplo, hay medidas que propone el economista Dahik, y ese grupo ,que deben adoptarse. Pero el paquete en conjunto sería -a mi juicio- suicida. Así mismo, el foro alternativo, en el cual participa gente como el economista Dávalos o Álex Remache, que son más progresistas, tienen otra visión y mucho que aportar.

El segundo punto es que Correa está derrotado y ya no es el eje de la política nacional.

Si ya no vamos a estar hablando cada vez que hace un pronunciamiento o cada que insulta a alguien. Ya pasó aquí toda la campaña y le fue como le fue. Creo que hay que volver a otros ejes de la política nacional y lo que me preocupa más, a la izquierda ecuatoriana.

Él está tratando de reconstruir sus clientelas, yo creo que tendrá un 15% ó 16% de la votación en el país, no más de eso; y vamos a medirnos en las próximas elecciones. Seguramente, el movimiento que constituya Correa o el partido que compre, no serán de las grandes votaciones nacionales, sino que éstas se van a dividir de otra manera.

Hay otro punto: el Presidente Moreno debe gobernar para todos los ecuatorianos, no circunscribirse a su pelea interna del 50% que le eligió, sino que debe considerar que hay otro 50% que le respaldó en la consulta y que no está tomado en cuenta, pero que debe ser parte del diálogo y de la acción del Gobierno si es necesario.

Si bien Correa no tiene la misma popularidad que hace 10, 5 ó 2 años, aún no se puede hablar de él como un cadáver político. Aunque el porcentaje del NO no le corresponda completamente a él, aún su discurso se mantiene en el aire…

Correa sigue siendo un actor político importante, pero ya no es el eje de la política nacional y eso es lo que hay que entender. Por otra parte, todavía no ha empezado lo que debe hacerse, que es acusar a Correa por las irregularidades cometidas como Presidente en el manejo de la deuda externa y la contratación pública. De aquí, Correa va a tener que defenderse, él ya no será el “gran fiscal” de su sucesor o el acusador de la partidocracia en abstracto, que gobernó hace 10 años. Él debe responder por los sobreprecios en las construcciones, sobre el manejo secreto del endeudamiento, sobre el regalo de concesiones petroleras a las empresas chinas… todo eso va a tomar su tiempo.

Ahora hay que esperar un informe de Contraloría y ahí, el Contralor ha tenido un gran acierto, que es rodearse de un grupo solvente de personas que le van a apoyar en el análisis de la deuda externa, para que -cuando eso salga de la Contraloría- el tramposo del Fiscal -que es correísta y que ha hecho lo posible para reducir a lo menos las sentencias contra Glas- no haga lo mismo con Correa.

Esa acusación debe ser sólida y tenemos que participar desde diversos sectores ciudadanos y poner a Correa en la situación de defenderse de las acusaciones que tiene. Es decir, Correa ya no va a ser francotirador, será un delincuente perseguido y eso va a cambiar el escenario nacional e internacional.

¿Cómo quedan los otros partidos y movimientos políticos en relación al Gobierno, después de la consulta?

El Presidente se ha declarado como gobierno de una parte de un partido y eso tiene su razón de ser, porque ha habido una pelea interna muy fuerte, que Moreno ha terminado ganando -“no sin muertos y heridos”-, pero debe entender que una cosa es su partido -que ya ha consolidado-, otra cosa es el bloque que tiene en la Asamblea -con cuarenta y pico-, y otra cosa es el resto del Ecuador. Yo no me refiero a los partidos, sino al conjunto de la ciudadanía en la que tiene que fijarse.

El principal problema del presidente Moreno no es cómo contentar a quienes lo respaldan en la Asamblea, como militantes de Alianza PAIS, sino en cómo hacer lo que el país necesita. En definitiva, poner la agenda y no aceptar la agenda que le impongan quienes lo van a respaldar, lo mismo de Nebot y de Lasso y de todos. Si él tiene una posición firme, debe ir más allá de las presiones que va a tener, para hacer sus mayorías móviles y tratar de vender un programa de largo plazo, que le permita gobernar; y eso va a medir la capacidad del mandatario y -sobre todo- su genuina apertura, porque en el discurso ha demostrado unos gestos, pero vamos a ver si es cierto.

Respecto a la Asamblea, queda con bloques más quebrados y el Presidente ya no cuenta con un bloque de mayoría absoluta. ¿Esto afectará de alguna manera la gobernabilidad o los proyectos que plantee el Ejecutivo?

Siempre estuve en contra del término “gobernabilidad”, porque esa era la alcahuetería que utilizó la derecha para meternos el paquetazo neoliberal. Desde Febres Cordero hasta Osvaldo Hurtado, que en este punto no se diferenciaban.

Creo que cuando hablamos de gobernabilidad nos referimos a dejarle gobernar al Gobierno, en término de tomar a veces medidas duras, que  no son populares, con un proyecto a largo plazo, en el que la gente entienda que estamos saliendo de una situación gravísima: 3 mil millones en bonos que se acabarán, en el mejor de los casos, en junio; ¿y de ahí?, ¿otros bonos? Sigue el endeudamiento.

La Asamblea va a tener que autorizar el endeudamiento del Ejecutivo y ya tendremos a Correa gritando contra el endeudamiento y a esos esbirros que tiene en la Asamblea diciendo que no hay que endeudarse, porque son cínicos, cuando son ellos los que nos dejaron el endeudamiento y ahora dirán que están en contra; ellos que no pidieron permiso a la Asamblea para endeudarse, harán de eso un escándalo.

El Presidente debe tener la frialdad para decir: esto es así, vamos a ir reduciendo la deuda con el tiempo y con estas características. Debe demostrar que ha renegociado la deuda en mejores condiciones, porque no podemos seguir pagando el 9% ni el 6%, cuando los estándares internacionales -sobre todo en los organismos multilaterales-, llegan al 3,5%.

Ahora que la Asamblea está más fraccionada, ¿se podría regresar a lo que fue el Congreso de la década de los 90, en el que (con sus excepciones) había gritos, insultos y hasta puñetes?

La violencia en el país va a depender de dos fuerzas. Por un lado el narcotráfico y los cárteles, como se demostró con lo ocurrido en San Lorenzo. Ese es un tipo de violencia y el otro tipo de violencia se llama Rafael Correa.

Que agradezca que los que él llamaba “tira piedras” resultaron ser solo “tira huevos”, porque ya le hubieran roto la cabeza varias veces y en mala hora, porque no estoy de acuerdo con ese espectáculo. Quizás él se lo buscó, porque pasó ejerciendo violencia una década y ahora le gente reaccionó, pero eso no es lo que queremos.

Ahora, que haya una dosis de enfrentamiento en la Asamblea, me parece bien: enfrentamientos verbales, insultos y quizás hasta un puñetazo aislado suceden en el Parlamento francés, italiano, hindú, mexicano o hasta en el Senado de Estados Unidos, de tal manera que creer que la paz de las tumbas -que una mayoría obsecuente mantuvo- era lo ideal, es gravísimo y los resultados están ahí.

La democracia tiene riesgos y es importante que el riesgo de la violencia en los espacios no exista, pero tampoco hay que tenerle miedo. Ningún país ha terminado en situaciones de disolución, porque haya enfrentamientos verbales.

Lo que sí debemos procurar es que la Asamblea funcione con pluralidad, sin compra de votos, sin vendidos, pero -sobre todo- respetando los demás poderes. No hay que olvidarse que el principal problema del país no es el legislativo, sino el poder judicial y hay que garantizar que éste revierta el nivel creciente de corrupción.

Como historiador conozco un poco y puedo decir que entre el año 1948 y 1960, Ecuador tuvo una época de estabilidad constitucional, con un Congreso que nunca obtuvo mayoría absoluta de ninguna fuerza; sin embargo, no hubo ventas de conciencia. Hubo enfrentamientos, muy fuertes algunos, y hasta un desafío a duelo, pero es parte de la democracia. Mientras eso sea la excepción y no la norma, estamos bien.

Tanto el Presidente Moreno como otros líderes políticos han hablado de la necesidad de renovar cuadros y dar mayor espacio a los jóvenes, y con la prohibición de la reelección indefinida, esto sería aún más importante. ¿En el país se ha dado ese paso?

Se dio ese paso y una de las consecuencias fue que se ponía a anónimos sin experiencia y con un nivel de corrupción espantoso en cargos claves. El ser jóvenes no les volvió buenos funcionarios. Cuántos ministros jóvenes se nombraron en el gobierno anterior y terminaron robando. El ministro más joven del Gobierno actual saltó en pedazos pocos meses después, precisamente por una denuncia de un caso de corrupción.

Hay que renovar, claro. Yo participé entusiastamente por el SÍ, porque no creo en la reelección presidencial después de un período, pero -por principio- invocar a la juventud sin más, no tiene sentido. Yo he sido testigo de una realidad muy grave, porque el Gobierno de Correa suprimió la enseñanza de cívica en el sistema educativo y a la larga ha provocado que eduquemos a la gente sin valores y que se crea que el enriquecimiento inmediato es el objetivo fundamental de la política y de la vida.

Por eso hay que hacer una campaña ética y cívica, que demuestre a la gente que el objetivo no es hacerse rico con el Estado.

¿Cuál sería la estrategia para generar nuevos cuadros políticos en el país?

Lo lógico sería que haya formación política. Hay que insistir en que debemos pensar que sin formación, sin capacitación política y ética, no vamos a llegar a ninguna parte.

Otra cosa es que no puede haber esta campaña feroz en contra de los partidos políticos y que hay que liquidarlos. Creo que esta tesis de la “partidocracia” es perversa, porque si no se gobierna a través de partidos, cómo se gobierna: ¿se fundan mafias?, ¿se fundan asociaciones de hermanas de la caridad? No, hay que dignificar a los partidos y organizaciones políticas para que las causes de opinión pública del país vayan por ahí.

Además, no hay que olvidar que las asignaciones que reciben partidos y movimientos políticos son solo para formación, pero se utilizan para campañas. En eso hay que ser estricto.

Para eso también están las universidades. Ahora, a pretexto de que la universidad es apolítica -lo que es falso-, la universidad no puede formar políticamente a sus alumnos. Yo fui rector 17 años en la Universidad Andina y nadie me ha podido acusar de que induje a alguien -dentro de la universidad- a que tenga una militancia política, pero esta universidad enseñaba tesis políticas e ilustraba a la gente, se les explicaba que el derecho está enmarcado en una realidad más amplia.

Creo que la universidad debe recobrar su espacio de crítica. Esas universidades silenciosas, cómplices del correísmo, no pueden continuar. La universidad debe volver a ser un espacio de crítica, un espacio donde se discute la política, a donde los candidatos van. Lo que no puede hacerse son monopolios políticos, que por desgracia existieron.

¿Qué puede esperar la ciudadanía de la política ecuatoriana para los próximos años?

Desde la época de las cavernas y todas las civilizaciones, la política tiene mala imagen. La gente reacciona así ante el poder, pero ante eso tengo una viejísima reflexión, que escuché de Manuel Agustín Aguirre, líder socialista: si los honrados no hacen política, de la política se apoderan los corruptos.

Entonces no hay más remedio que impulsar que la gente honrada, que los jóvenes honrados, intervengan en la política, aprendan a hacer política, se equivoquen y sigan adelante. Si esa es una de las intenciones del Presidente, tendrá nuestro respaldo.

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