Lo urbano

¿Eso es arte? La pregunta que ronda al-zurich desde hace 15 años

Un paseo de la fama en un parque, la imagen de una curvilínea virgen en la entrada de un burdel o una postal con la foto en alto contraste de una vendedora del mercado. Las huellas que en 15 años ha dejado el Festival de arte urbano al zur-ich en al menos 130 barrios de Quito, aún generan la misma pregunta: ¿eso es arte?

Con un premio Mariano Aguilera en la categoría edición y publicación a cuestas (el galardón fue entregado a Pablo Almeida, uno de los organizadores) y una muestra retrospectiva en preparación, el festival persiste en buscar la legitimación del quehacer artístico en los barrios del sur de Quito, del que se dice que la Virgen del Panecillo le da la espalda: es la mitad de una ciudad diseñada en fragmentos.

Quito tiene “en el centro la parte histórica, en el norte la parte económica y en el sur la parte obrera”, dice Samuel Tituaña, uno de los creadores del festival, que este 2017 cumplió 15 años de trabajo en barrios como San Fernando, La Ferroviaria, San José Guamaní, Quitumbe u Oriente Quiteño. Esa división “implicó que en la parte obrera no se desarrolle infraestructura cultural oficial”, agrega.

Samuel Tituaña / Foto Ricardo Guanín

Pero donde faltó la mano de las autoridades, las organizaciones sociales pusieron el hombro y crearon espacios propios. De manera que cuando al zur-ich llegó a proponer un trabajo directo entre el artista y la comunidad, se sumó a las demandas de los barrios; aunque ante el trabajo artístico “híbrido” del festival, como lo califica Tituaña, salte siempre la misma pregunta de los habitantes: “Todo el tiempo te están preguntando ¿eso es arte? Entonces dices sí, es una forma distinta de hacer arte porque el arte no solo implica que el artista está esculpiendo o modelando. Eso es una parte, pero hay otras prácticas también”, apunta.

El encuentro va desde la pintura, el stencil y el grafiti, hasta el performance, el video arte y otras formas de expresión. “Nosotros no queríamos hacer un circuito de los barrios para llevar muestras de escultura y pintura de lo que ya se hacía. A lo que nosotros nos interesa es ir a desarrollar procesos creativos, producción, ir a conversar” en los barrios, explica Tituaña.

Conversando y recuperando la memoria de los habitantes del sur –conociendo, dice Tituaña- posicionaron el encuentro de arte urbano en el que también participan artistas extranjeros que se quedan en los barrios cerca de un mes desarrollando sus proyectos. “Se fue generando una simbología alrededor de al zur-ich porque no es lo mismo trabajar esto en el centro o hacia la parte norte, que plantarte y decir vamos a salir de la centralidad y nos vamos al sur”, cuenta el artista, quien además es catedrático de la Universidad Central.

Los motivos que llevaron a los organizadores del encuentro a plantear otras formas de producción artística “también se convirtieron en razones políticas”, en el sentido de generar diálogos entre norte-sur, este-oeste y de revisar “esa forma de concepción que tuvo la ciudad y que tuvo unos efectos en la gente, la infraestructura, el acceso a servicios básicos, a la educación”.

Esa reflexión sobre la dinámica de la ciudad ha sido clave para “mantener en vigencia” el encuentro en el que se han presentado más de 300 propuestas artísticas, afirma Tituaña. Si bien –admite- esta es solo una de otras tantas formas de producir arte, en el caso de al zur-ich el mérito está en que el espectador está obligado a transitar la frontera del sur de Quito para ver la experiencia del artista y del barrio.

Cumplir 15 años en escena obliga a revisar el trabajo realizado y voltear la mirada hacia los cuestionamientos sobre por qué no ha habido un trabajo más sostenido que ayude a los barrios a hacer una reflexión sobre sus propios procesos culturales. Pero por lo pronto quedan las huellas, los vestigios de 15 festivales en postales, afiches, catálogos, un grafiti, un stencil, una placa o un registro audiovisual. Y sobre todo queda la espinita en la pregunta de siempre. ¿Eso es arte?

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