Identidades

Esperanza Escobar: la mujer que conquistó el cielo en un paracaídas

Por Paola López / Fotografías Ricardo Guanín

Esperanza Escobar tenía 15 años cuando saltó al vacío para hacer historia en Ecuador: en 1964 ella se convirtió en la primera mujer paracaidista del país.

En un recorte de periódico de la época, que ahora guarda con celo en un inmenso álbum de fotografías, aparece ella vestida con un traje de camuflaje. Sus manos sostienen con fuerza el marco de la puerta del avión del que iba a saltar durante un desfile militar.

-¿Dónde voy a caer? ¿Qué va a pasar? ¿Qué hice? – recuerda que pensó al estar de pie en el filo de la aeronave.

Finalmente saltó. Sintió miedo. Se emocionó. Marcó la historia.

Una decisión al azar en pleno vuelo la convirtieron en la primera joven en saltar en paracaídas en Ecuador. Ese día había dos mujeres en al avión listas para graduarse de paracaidista: Esperanza Escobar y María de Romo.

“Primero me lanzaron a mí y después de una media hora le lanzaron a ella. Como los periodistas estaban abajo me vieron primero” y la llevaron a la primera plana de los diarios, cuenta Escobar mientras mira orgullosa la fotografía que ha guardado por más de 50 años.

Convertida en una elegante mujer con 70 años a cuestas, a Escobar aún le brillan los ojos al pensar que por dos años fue la dama de blanco que descendía del cielo para recibir en la tierra el reconocimiento de los ecuatorianos. Y es que después de su primer salto se convirtió en una estrella.

“Cuando yo salté fue la noticia grande en el Ecuador. Cuando había fiestas de las provincias yo era invitada. Me hacían saltar de blanco para que me distinga”, relata Escobar. Mientras bajaba del cielo ella extendía en el aire las banderas de las provincias ante los aplausos del público.

El resto de sus compañeros paracaidistas, todos soldados de más de 25 años, usaban el traje de camuflaje.

Una prueba de valor

La historia de Esperanza Escobar comenzó como una travesura avivada por la curiosidad. Invitada por su tío Alejandro Romo, el pionero del paracaidismo en el país, fue un día al lugar donde entrenaban los soldados. Subió a una torre y pidió saltar sujetándose de unas cuerdas.

Al llegar a la base le confesó a su tío que había quedado fascinada con ese deporte del que pocos conocían y que estaba vetado para las mujeres.

“En ese tiempo que una mujer haga un deporte alto riesgo no se veía, era muy raro, pero a esa corta edad yo lo hice”, dice Escobar.

Su entrenamiento duró nueve meses e incluía saltar desde un auto en movimiento para practicar la manera correcta de rodar al aterrizar. Y la graduación ponía a prueba el valor.

“Para graduarme debía tener un número de saltos y principalmente debía hacer un salto nocturno en Salinas, donde por la noche le botan en alta mar. Tiene que saber nadar y saber qué hacer para salvar su vida y salir hasta la playa”, cuenta.

Solo dos años

“El primer salto fue emocionante, fue una experiencia lindísima esto de estar en el aire, de estar sobre todo, fue precioso”, señala Escobar.

Ella recuerda su primer salto en paracaídas pero no el último, que ocurrió solo dos años después de su hazaña de 1964. Aunque amaba el deporte y amaba la sensación de estar “flotando en una canasta”, sus padres le impidieron seguir formándose en el exterior por su corta edad, pese a las invitaciones que recibió de embajadas e institutos.

“Yo sentía deseos de irme, de progresar en este deporte, hacer otras cosas diferentes pero mi edad era la que me cohibía y mis padres no me permitían”, comenta.

Con cierta tristeza, Escobar recuerda la negativa de su padre a acompañarla en sus saltos.

Antes de un vuelo “iba donde mi papá y me despedía. Él se hacía el dormido y esa actitud que él tomaba para mí era suficiente para entender que no le gustaba” que practicara el paracaidismo, relata.

Sin embargo, ella está segura que en ese silencio de su padre se escondía una oración “para que todo saliera bien” en esos saltos al vacío que le dieron un lugar en la historia de Ecuador.

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