Fiestas de Quito: la clave es no buscar una fecha fundacional

Por Pablo Torres / Foto Ricardo Guanín
Javier Cevallos Perugachi es actor y gestor cultural. Actualmente está a cargo del área artística en la fundación Quito Eterno, en donde han creado pequeños espectáculos de narración oral, como Cuentos Andinos, que recopila leyendas, anécdotas y datos históricos respecto a la idea del mestizaje y del blanqueamiento.
Somos 50% indígenas y 50% españoles, esa es la idea central del mestizaje. Hay investigaciones de genética que definen al mestizo ecuatoriano con 65 % de sangre nativo americana, 30 % de caucásico y un interesante 10 % de sangre afro. Entonces, nuestro mestizaje no es de dos, sino de más culturas. Nuestro mestizaje es un sustrato cultural nativo americano, alimentado y enriquecido por otras culturas, “pero seguimos siendo indígenas, somos runas”.
¿En dónde vemos esa faceta?
Cuando se le pregunta a la gente qué reivindica del mestizaje dice la religión, la lengua y la cultura, que está muy bien, pero es la parte europea. Cuando se pregunta qué vive a diario de la otra mitad hay silencios forzados o una relación folclorizada. Por ejemplo, dicen los inti raymis, pero muchas veces lo hacen solo como turistas, no los viven a diario ni en comunidad.
¿Entonces podemos ver estos rasgos en la comida?
Los rasgos identitarios fuertes de nuestra cultura están en cosas cotidianas que no las vemos, a veces es necesario que te vayas a vivir un tiempo en otro país o que entres en contacto con otras culturas para que comiences a verte a ti mismo. La comida es poderosa, es un eje brutal, por eso somos soperos. Desde chiquitos pensamos que no nos gusta la sopa, pero cuando somos grandes nos damos cuenta que nos encanta. Cuando vives lejos te das cuenta que nosotros vemos la sopa de distinta manera al resto del mundo. Para nosotros la sopa es espesa, caliente, que al final es hija heredera de las mazamorras, de los sankus prehispánicos.
La idea de que lo ancestral es algo del pasado es equivocada, porque nosotros somos ahora quienes vivimos esa cultura, no es que desapareció, solo se ha ido adaptando.
¿La cultura ecuatoriana es para élites?

Javier Cevallos, actor y gestor cultural/ Foto de Ricardo Guanín.
Es una forma de resistencia interesante. El Cuerpo de Danza Nacional se presenta solo para extranjeros porque cuesta su platita, pero ni la comida ni el cuerpo de danza son toda la cultura del Ecuador, es lo que está pensado para mostrar al extranjero y es bastante reduccionista. Culturas como la peruana y la mexicana lograron traspasar eso y posicionaron su comida a nivel mundial. Lo que pasa aquí es que los restaurantes turísticos ofrecen seis platos como comida ecuatoriana: locro, seco de chivo, fritada, quimbolito, humitas y ceviche, y de vez en cuando rosero, que ha surgido de renovar y repensar la cultura. Si preguntas por qué no hay otras cosas aparece el prejuicio de que “a los extranjeros no les va a gustar eso” o es nuestro propio desconocimiento.
Hay platos que deberían ser la niña de los ojos de la gastronomía ecuatoriana, pero como son muy populares, del día a día, la cocina de la abuelita, nosotros mismos no les vemos el valor. Por ejemplo, la sal prieta, que primero es una forma de cocción milenaria y se hace de la misma manera a como se hacía en épocas prehispánicas, segundo, une ingredientes que son endémicos de América: harina de maíz, ají, sal y maní.
¿Qué sucede con el lenguaje?
Nuestro español, castellano, es medio quichua hispanizado a la fuerza. El quichua aparece fuertemente en nuestra forma de hablar mestiza. Sucede que el español como lengua que llegó después a integrarse en nuestra cultura no terminó de cuadrar bien en algunas cosas, y se ve en el famoso imperativo suavizado que nosotros usamos, como “dame pasando”, “dame trayendo”, o en otras expresiones preciosas como “se fue a volver”, que a ratos son traducciones de formas de ver el mundo que necesitamos domar.
Hay una expresión que se usa de forma ofensiva, lo que a mí me resulta muy contraproducente: “se me sale el indio”, yo creo que es una gran verdad. Es una vergüenza que tratamos de escondernos debajo de siete piedras, en lo profundo de nuestro subconsciente nacional.
¿Cómo se interpretan las fiestas de Quito desde esta visión?
Roma no festeja que en el siglo V los bárbaros hayan entrado a la ciudad y hayan acabado con el imperio romano de occidente, Francia no festeja que en el siglo XIX los ejércitos alemanes hayan entrado hasta París. La conquista de los españoles es un hecho histórico indiscutible, pero se trató de una invasión militar al territorio, a un lugar que quizás no era una ciudad, pero sí a un lugar que estaba poblado hace mucho tiempo. Es un evento histórico importante, definitivamente nos convierte en lo que somos ahora. Es conflictivo que en la historia oficial esta invasión se considere como un momento fundacional de nosotros como cultura y como nación. Primero porque estás diciendo que tenemos 483 años de antigüedad como comunidad, dato que de por sí es triste y cuestionable, y segundo que al ponerlo como fundacional estás empezando de cero algo que ya estaba empezado, porque la relación con la geografía sagrada, con los conocimientos, con esta forma de ser andinos, comenzó mucho antes.
Tenemos que reconciliarnos con nuestra historia para entender que lo que empieza así luego termina en lo que vemos en las expresiones culturales de estas fiestas. No tengo nada contra el flamenco, me encanta, pertenece a las comunidades gitanas y moras del sur de España, pero que eso sea la marca cultural base de unas fiestas de Quito me resulta sorprendente. El hecho de que vayamos casi tres años con elecciones de reina de Quito, que de por sí son discutibles, cuyo resultado provoque conmoción y se produzcan frases como “esta no es mi reina”, “esta no me representa”, o peor aún burlas y memes del tipo “pocta madre”, que tienen, aunque no se diga, un evidente sesgo racista: no es lo suficientemente suquita, y delicadita y se le nota medio medio lo indígena.
¿Cuándo deberían ser las fiestas de Quito?
Lo clave es que deberíamos dejar de preocuparnos por marcar un momento fundacional. Yo creo que hay que volver a los mitos, tenemos que buscar en nuestros mitos, en nuestras grandes historias esos puntos de partida. De ahí tenemos un gran mito fundacional como el de Quitumbe, que nos habla de nuestros orígenes milenarios. Una fecha simbólica podría ser el 1 de diciembre, que alguna alcaldía lo instauró como el Día de la Interculturalidad, que es políticamente correcto, pero interesante.
Yo veo fiestas en esta ciudad que son mucho más poderosas porque nos unen con nuestra historia milenaria, como Día de Difuntos, que es una resistencia brutal a la introducción de los halloweenes. Las fiestas de Quito lastimosamente opacaron a otra que era muy popular, aunque no era indígena, la de Inocentes. Se debería festejar esta ciudad con inocentes, porque al final refleja lo que somos: esta risa trágica que nos encanta, ser bromistas crueles. Nos encanta reírnos de nuestras desgracias, nos encanta subvertir el orden y eso se hacía en Inocentes. Otras fiestas sinceras potentes son el Año Viejo y carnavales, que se ha ido muriendo desde que no se puede jugar con agua, pero no hay como aferrarse a las cosas.
Cuando se prohibieron los toros, ¿se acabaron las fiestas?
Sí, porque estaban pegados alrededor de una forma demasiado superficial de asumirse como quiteños. Yo no estoy de acuerdo en absoluto con una visión hispanista de nuestra historia, pero si te quieres asumir así está bien. Necesitamos comenzar a hallar en nuestra propia vida, en las cosas más íntimas, las que más nos jalan, las más emotivas y familiares, las claves de entender qué somos.
Como el nacimiento de Navidad…
Para mí eso funciona súper bien, a pesar de entrar en discusiones sobre lo católico, pero en los nacimientos también metes la impronta cultural propia. Es chévere ver los nacimientos porque al final a Cristo le haces nacer en Quito, ahí ves montañas verdes y valles y lagunas con patos.
¿Ahí también se produce el sincretismo?
Es lo más rico que hay. Obviamente no se puede esconder el hecho que una cultura se haya impuesto a la otra por violencia, por lo que sea, pero en el sincretismo está la verdadera creatividad, el negociar, el enriquecerse en lugar de negar al otro y eso te vuelve rico, ahí es donde entiendo un mestizaje más rico, el que está abierto, asume, reconstruye y propone cosas nuevas.
¿Dónde se ven otros ejemplos de sincretismo?
Están en las festividades más fuertes, en las cosas familiares, como el Día de Difuntos, fecha en la que la gente está volviendo a la colada morada de maíz negro que se estaba dejando de lado. El hecho de que se vendan guaguas de pan en tiendas o panaderías finas trasciende el discurso de lo popular y lo elitista, y atraviesa muchas formas de vida. Puedes ser el más hispanista del mundo, por ejemplo, pero no perdonas las guaguas de pan con la colada morada.