Gustavo Larrea y los pasadizos de la política (parte 1)

Por Sharvelt Kattán
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Gustavo Larrea ha sido un hombre de política desde joven. Sus inicios estuvieron ligados al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), del cual fue el máximo dirigente. Allí trabó amistad con personajes que después estarían ligados, directa o indirectamente, a la esfera pública que gobierna y gobernó el Ecuador.
Uno de esos hombres fue Lenín Moreno. Su amistad se remonta a la época universitaria de ambos y ha perdurado a través del tiempo, a pesar de los avatares y remesones que, en la práctica política pero no en la de los ideales, los alejaron; el principal de ellos se llama Rafael Correa.
Pero el pasado político de Larrea es ajeno a él mismo. Su padre, Hugo Larrea, inició la vida política de la familia como hombre cercano a José María Velasco Ibarra, de quien fue magistrado y secretario de su gobierno. Pronto, la persecución de las dictaduras militares obligó a los Larrea a asilarse en Venezuela durante largos años.
Incluso su padre fue, en una ocasión, víctima de un atentado en su casa, cuando dispararon una bomba de mortero para acabar con la vida del político velasquista. En esa ocasión, nadie sufrió heridas mortales.
Precisamente, ese ambiente forjó en Gustavo Larrea una cercanía con la militancia política de izquierda, con la que se identificó desde su juventud, y de la que ha seguido ligado hasta la actualidad.
De cualquier forma, Larrea ha sido un hombre que fluctúa entre alianzas y posturas políticas. Entre 1996 y 1997, fungió como subsecretario de Gobierno, durante la presidencia de Abdalá Bucaram. Ese cargo lo ocupó por nombramiento del entonces ministro, Frank Vargas Pazzos, quien era un viejo coideario de Larrea. Otra de las figuras claves de la política actual con quien coincidiría durante el “bucaramato” fue Lenín Moreno Garcés, que por ese entonces trabajaba como director administrativo de esa misma cartera.
En el camino, Larrea se unió a militantes como Fander Falconí y Alberto Acosta y participó de la fundación del movimiento político Alianza PAIS, que llevó a Correa al poder durante 10 años y que alcanzó una nueva victoria presidencial con Lenín Moreno a la cabeza. Pero su relación con el movimiento oficialista no fue del todo agradable.
Apenas iniciada su administración, Rafael Correa posesionó a Larrea como ministro de Gobierno, sin embargo, su gestión a cargo de esa cartera apenas duró unos meses. El 29 de noviembre se vio forzado a renunciar al cargo por lo que el entonces mandatario llamó una “mala administración de la información” en el caso Dayuma, en la provincia de Orellana, que terminó en graves casos de violencia entre la policía y los manifestantes.
Pero su paso por el ministerio había generado un golpe maestro para que los sueños de una Constituyente de Correa se concretaran. En marzo de ese año, Larrea estuvo a cargo de una operación supuestamente comandada por Carondelet: el “congreso de los manteles”.
Con una fuerte tensión entre el ejecutivo y el legislativo, diputados opositores a la Revolución Ciudadana tramitaron un juicio contra el entonces Tribunal Supremo Electoral (TSE) por haber llamado a la consulta popular para dar paso a la Asamblea Constituyente.
El TSE respondió destituyendo a 57 diputados y principalizando a sus alternos. Según relataría después Fabricio Correa, hermano del exmandatario, sería Andrés Valdivieso, un emisario de Larrea, quien tranzó con los llamados “diputados de los manteles”, quienes entraron al palacio legislativo a las 05:00 acompañados de un contingente policial.
De cualquier forma, la separación de Larrea del gobierno duraría poco. El 3 de enero de 2008, Rafael Correa vuelve a posesionarlo como secretario de Estado. Esta vez se hizo cargo del Ministerio Coordinador de Seguridad Interna y Externa.
Por esa época, un nuevo escándalo estalla: según información recopilada en una investigación policial a una red de narcotráfico establecida en la capital, el exasesor y amigo de Larrea, José Ignacio Chauvín, estaba vinculado con delitos de asociación ilícita y tráfico de estupefacientes.
Chauvín, quien además figuraba como dirigente de Alianza PAIS en Pichincha, fue ligado a la red de narcotráfico comandada por los hermanos Ostaíza y que negociaba con la guerrilla colombiana.
Pero ese no fue el único hecho que emparentaría a Gustavo Larrea con las fuerzas irregulares de Colombia. Tras el ataque del ejército del vecino país al campamento de las FARC en Angostura, donde el segundo hombre al mando de la guerrilla, alias “Raúl Reyes”, fue abatido, las investigaciones hablaban de presuntas reuniones del entonces ministro con dirigentes guerrilleros. Las pruebas reposaban, supuestamente, en los diarios y el computador del extinto dirigente de esa milicia. Según las autoridades colombianas, quien habría coordinado una de las reuniones entre Larrea y “Reyes” era José Ignacio Chauvín.
La situación se volvió tensa y Correa tuvo que ponerle un alto. En enero de 2009 Larrea había renunciado a la cartera que ocupaba para lanzarse como candidato a asambleísta, pero el presidente cortó esa posibilidad en seco. El mandatario sabía que el problema podía estallarle en la cara y prefirió marcar distancias con su, hasta entonces, hombre de confianza, Gustavo Larrea.
De hecho, la aparición de pruebas que vinculaban aún más al exministro sería divulgada por la propia Presidencia de la República, a través del ministro de Gobierno, Gustavo Jalkh, en agosto de 2009.
A partir de entonces, el quiebre entre Rafael Correa y Gustavo Larrea será definitivo. Los siguientes siete años, el exministro los dedicará a combatir duramente al gobierno, al que acusará de “sectario y autoritario”. Como respuesta, simpatizantes del oficialismo lo acusarán de “traidor”, “oportunista” e incluso de ser “informante de la CIA”.
Lo que sí es cierto, es que, a partir de entonces, el nombre de Larrea empieza a borrarse de la arena política ecuatoriana hasta que, en 2016, la contienda electoral lo traería de vuelta, junto con otras olvidadas personalidades de la Revolución Ciudadana.
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