
Por Reinaldo Endara
La entrada se mantiene intacta. Una avioneta monomotor se ubica en la parte superior del antiguo acceso y -según dicen- es la misma que utilizó para efectuar su primer envío de cocaína a los Estados Unidos.
Esta fue, en sus años de gloria, la entrada principal a la hacienda Nápoles, la propiedad más apreciada por el capo del narcotráfico más buscado de todos los tiempos, Pablo Escobar.
Pero hoy no queda más que para la foto de curiosos y turistas, que atraídos por saber algo más sobre “El Patrón”, se acercan ahora a este turístico lugar, con el objetivo de descubrir más sobre este oscuro personaje para la historia de Colombia.
“Fue un personaje que dividió a Colombia, que quizás dividió la historia de Colombia. Sabiendo que es un país que ha tenido muchos problemas sociales, sobre todo por la presencia de grupos al margen de la ley. Lo que hizo esta persona fue complicar más esto y el pasado de esto, de alguna manera, representa eso: un pasaje triste y oscuro en nuestra historia como nación”, comenta Luis Gonzalo Gallego, guía turístico del lugar.
La hacienda está ubicada en el municipio de Puerto Triunfo, en Doradal, departamento de Antioquia, en el kilómetro 165 de la autopista Medellín – Bogotá. Cuenta con una extensión de casi 3000 hectáreas; entre finales de la década de los 70 y principios de los 90 fue el centro de operaciones de Pablo Escobar Gaviria y su lugar de residencia preferido, en el que invirtió una cantidad casi incalculable de dinero para construir más de 20 lagos artificiales, un zoológico que llegó a albergar unas 1 500 especies de animales de todos los continentes, una extensa pista de aterrizaje, una plaza de toros, una gasolinera, vehículos de carreras, motos acuáticas, motocicletas para paseos, varias edificaciones con decenas de habitaciones, entre muchas cosas más. Y se convirtió en el centro de reuniones y de diversión preferido por el narco, sus secuaces y quienes simplemente no desaprovecharon la oportunidad de disfrutar de todo lo que allí había, entre los que sobresalían prominentes políticos, destacados deportistas y famosos artistas. Un lugar al que quizás la palabra opulencia le quedaba corta.
Luego de la muerte de Escobar a manos de las autoridades colombianas, la hacienda permaneció un tiempo abandonada, sin rumbo fijo y a merced de más de un curioso y saqueador. En la actualidad, la situación es muy distinta.
“Luego de su muerte, la hacienda quedó abandonada, porque incluso al Estado se le hubiera complicado tratar de administrar una extensión tan grande de terreno. En ese tiempo quedó a merced de saqueadores y curiosos, que venían a buscar caletas o cualquier cosa de valor y se sabe que sí se llevaron algunas cosas. Además, algunos de los animales fueron trasladados a zoológicos, otros no resistieron. Sin embargo, luego de que se consiguiera legalizar las tierras a favor del Estado, se la dividió en al menos tres partes: una es una cárcel, la otra es la parte privada, en la que se construyó el parque temático y otra me parece que está en manos del municipio local (…).”, agrega el Gallego.
Ahora, aunque mantiene el mismo nombre de “Hacienda Nápoles”, ya no es más la residencia del gran capo. En su lugar se levanta un mega parque temático, inaugurado en diciembre del 2007, que tiene un objetivo claro: darle un giro a la historia.
“Ahora tratamos de hablar muy poco de Escobar, ahora hablamos de un gran parque temático con el mismo nombre, Nápoles, pero que es la otra cara de lo que se tenía. Si antes representaba la parte oscura, hoy tenemos una parte clara con un futuro, aunque desafortunadamente se sigue preguntando dónde está él, qué hizo él”, comenta al respecto el guía.

Interior de Hacienda Nápoles
Entre sus atractivos principales del parque temático está el Safari, un recorrido en el que se pueden observar leones, suricatos, flamingos, elefantes, tigres, monos de viarias especies, cocodrilos, patos, tapires, por mencionar algunos, cada uno en un gran espacio adecuado para sus necesidades. De entre todos estos especímenes destacan sus dos estrellas principales: Vanesa, la hipopótamo, y Vera, la rinoceronte blanco.
En nuestro recorrido, Vera se mostró cansada para recibir a los turistas. No así Vanesa, quien se acercó lo suficiente como para ser observada y compartir un poco de su tiempo. Ella es la única de su especie que se mantiene como parte del safari, es decir en un hábitat libre pero controlado; pues -según explican en el lugar- fue rechazada por su manada desde pequeña y rescatada por los responsables del sitio.
Los demás miembros de su especie tienen su propia historia: se han adaptado de manera prolija a las condiciones del territorio y se han reproducido sin control. De repente se los puede ver descansando en los bordes de las varias lagunas que circundan el lugar o, según quienes viven en el pueblo aledaño, en las noches cuando salen o pasan por el poblado en busca de otras fuentes de agua. De acuerdo a esa información, es la especie que mejor se adaptó e incluso se advierte que varios se ubicaron en el río Magdalena, uno de los principales sistemas hídricos del país cafetero.
Se estima que ahora existen entre 30 y 50 hipopótamos en esta zona, lo que los convierte en la población más grande de esta especie fuera de África.
Uno de los puntos más visitados e interesantes del recorrido es el Museo Memoria, en donde se encuentran los pocos vestigios que quedan de la vida y muerte del Capo de capos.
Llaman la atención las gigantografías de las portadas de periódicos de la época, en las que los titulares dan cuenta de su reino de terror, del rastro de la muerte que dejó, de los esfuerzos por dar con su paradero… También forman parte del lugar los vehículos que se pudieron rescatar, ya vueltos chatarra, pero que significaron algo para el narcotraficante: en uno de ellos competía en carreras de velocidad, en otro se paseaba por la hacienda.
En las fotografías que adornan la pared se lo observa acompañado de sus colegas y de los visitantes de la hacienda, además de las dos veces que fue fichado por las autoridades, en las que posa con el número de recluso y una sonrisa desafiante.
No pasa desapercibido el espacio destinado a recordar su muerte, en diciembre de 1993, cuando al fin las autoridades consiguieron terminar con una vida de crimen. Fuera de este espacio, dedicado a la memoria, hay un cartel, en el que dice: “Triunfó el Estado” y se refieren a Escobar como el peor criminal de la historia de Colombia.
Y es lo único que queda del narcotraficante en el lugar, además del conocimiento de que esos predios alguna vez estuvieron en sus manos…
Las viviendas y el resto de construcciones que se levantaron durante su “reinado del mal” fueron destruidas o readecuadas. Incluso la pista de aterrizaje, de la cual solo quedan pequeños espacios, está en proceso de demolición. En su lugar se construirán nuevas piscinas. También, como recordatorio, se puede observar uno de sus helicópteros, ubicado sobre una torre con la hélice girando sin parar a ritmo lento.
Justo al frente de este museo adecuado para no olvidar, se ubicaba un pequeño puerto, en el que -de acuerdo a las explicaciones del guía que acompañó el recorrido- siempre estaban listas lanchas para un posible escape. Esa vía fluvial lo conectaba directamente con el río Magdalena. Además, entre la maleza que parte de este punto se descubrieron algunas rutas de evacuación, siempre listas, ante la posibilidad de alguna emboscada de las autoridades.
Las zonas de recreación dan todo un nuevo concepto a estas instalaciones: piscinas y toboganes con temas relacionados a lo que se encuentra en la zona de safari, con figuras de jirafas, elefantes, rinocerontes y más, que adornan los amplios espacios acuáticos, adecuados incluso con cascadas artificiales para el deleite de los visitantes. Son cinco ambientes diferentes, todos circundados por restaurantes. También hay un mariposario que cuenta con más de 400 especies.
Otra de las grandes atracciones es la Aventura Jurásica, que incluye una gran cantidad de robots animados con forma de dinosaurio, que se encuentran distribuidos en diversos puntos de la hacienda, incluso en un restaurante y en una de las zonas de recreación; y otros no mecánicos en los exteriores. Un dato interesante proporcionado por el guía es que ese proyecto estuvo también en la mente de Escobar, cuando era dueño de estos terrenos, pero que no consiguió cristalizar.
La Hacienda Nápoles, que ya es parte de la historia por haber sido la “joya de la corona” de Escobar y por la macabra huella que éste dejó en Colombia, busca con esmero cambiar esa perspectiva de sí misma y, aunque la historia es algo que no se puede cambiar, sí espera convertirse en un referente de tiempos mejores para un país marcado por la violencia en sus más crueles formas.