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Las representaciones de la muerte: una íntima relación con las trayectorias de la vida

Por Paola López / Fotografías Ricardo Guanín

“Silencio, mi bebé duerme profundamente”, reza una lápida del cementerio de San Diego, en el centro de Quito. No tiene nombre, tampoco un año, pero estremece e interpela con la potencia que solo la muerte sabe hacerlo.

“Es solo una frase con esténcil, pero es la más dolorosa”, cuenta Leonardo Zaldumbide, coordinador de la Red Ecuatoriana de Cultura Funeraria, mientras explica de qué manera las representaciones de la muerte -la música de un velorio o las imágenes de una lápida, por ejemplo- están íntimamente relacionadas con las trayectorias de vida de una persona.

Entre la vida y la muerte hay un lazo muy estrecho que no se rompe con el fin de un ciclo vital, por el contrario es un acto que si bien “es una gran despedida, al mismo tiempo demuestra la potencia y la solvencia del lazo comunitario, del lazo que tenemos con los vivos”, dice Zaldumbide.

Leonardo Zaldumbide / Foto de Ricardo Guanín

Para este sociólogo con especializaciones en historia y estudios urbanos, “estas prácticas, estos ritos que nos parecen innecesarios en la vida brutal del capitalismo contemporáneo eran y son necesarios para las personas”, pues la muerte “está continuamente chocando” con cada uno de los actos de la vida.

“Ese es justamente el valor de la muerte, que interpela al abogado, al arquitecto, pero también le interpela a la mujer que va a dar a luz”, comenta Zaldumbide al recordar que cada persona que ha superado cierta edad alguna vez ha pensado en el día de su muerte y ha despedido a alguien.

Hablar de la muerte

En ese camino de buscar los sentidos que se expresan en la muerte, Zaldumbide y Daniel Rivera, un gestor cultural, se propusieron sacar adelante la Red Ecuatoriana de Cultura Funeraria, una filial de la Red Iberoamericana de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales, que agrupa a académicos que investigan temas de la muerte desde diversas fuentes.

“La muerte no es solo un tema anecdótico. Es un tema que interpela a la ritualidad popular, interpela las relaciones de raza, clase y género, interpela a las relaciones políticas de las comunidades, al arte, a las manifestaciones visuales”, señala Zaldumbide.

Bajo ese principio, la Red organiza su primer Encuentro Nacional de Cultura Funeraria en Quito, que se desarrollará entre el 26 y 27 de octubre. En la cita participarán 12 expositores, cada uno relacionado a un campo específico de los estudios funerarios.

Cuatro temas serán el eje de este encuentro: el patrimonio funerario ancestral, la ilustración y los cementerios extramuros, la administración y gestión virreinal y republicana de la muerte, prácticas, sentidos y cotidianidades en torno a la muerte popular, y la contemporaneidad, virtualidad y gestión patrimonial de espacios funerarios.

El encuentro está dirigido a todo público porque “la gente por más urbana y por más relacionada que esté al desarrollo tiene una opinión que está muy vinculada a su propia condición de mortalidad. Este es un tema en el que todo el mundo opina porque todos se van a morir, a todos les preocupa o en el fondo les da miedo”, indica Zaldumbide.

Daniel Rivera/ Foto de Ricardo Guanín

Los archivos de la muerte

Las investigaciones sobre la muerte en Ecuador, que por lo general se hacen en solitario según Zaldumbide, no solo se han centrado en los espacios funerarios como cementerios, hospitales o morgues, sino que también registran manifestaciones de carácter simbólico, pictóricas o religiosas, relacionadas con las creencias y la espiritualidad de las comunidades en torno a sus difuntos.

Y es que la muerte no deja nada sin tocar. Rivera, por ejemplo, explica que hay una dimensión estética en algunas prácticas funerarias y en los mismos espacios funerarios llenos de mausoleos imponentes ante los ojos de un vivo. De hecho, fue el impacto que tuvo sobre él la belleza del cementerio de Recoleta en Argentina, lo que le llevó a involucrarse en la Red.

Ahora estudia lo que hay detrás de la música que acompaña a un velorio y cómo ésta cambia según los espacios. “Las canciones te permiten reflexionar sobre la muerte”, dice Rivera, al tiempo que menciona yaravíes, música de banda y bombas que ha escuchado cantar en esos momentos.

Asimismo, indaga en letras de canciones que evocan a la muerte y las descripciones que hacen los autores sobre ella. “Hay muchas cuestiones estéticas” pero también “reinterpretaciones”, dice Rivera al evocar la “Balada para mi muerte” de Horacio Ferrer y Astor Piazzolla, y “Anotaciones para Carola” de Leonardo Favio.

Esas canciones y sonidos que bien pueden ser solo los de una tarjeta musical, como la que escuchó Rivera sonando dentro de un nicho en un cementerio de Ecuador, tienen una explicación: después de muerto, “cada uno quiere representar lo que fue importante”, dice Zaldumbide.

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