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MasterChef: las razones de su impacto

Por Eduardo Béjar*

Fiel al principio expuesto en alguna película animada de Disney, según el cual cualquiera puede cocinar, MasterChef  Ecuador es un show que intentó ser incluyente. La competencia ha puesto mucho cuidado en mantener a participantes que representan la diversidad del país, no solo en términos étnicos sino también socioeconómicos, ideológicos y de género.

Así es. La premisa de que “cualquiera puede cocinar” nos recuerda al célebre principio que defendía el chef Gusteau en la divertida película Ratatouille (2007), una de las tantas joyas de la animación del emporio Disney-Pixar. En la cinta, un ratón con gran sentido culinario establece un vínculo con el lavaplatos de un gran restaurante parisino que resulta emparentado con el difunto chef del establecimiento y por lo tanto heredero del mismo. El acuerdo es que mientras el pequeño roedor realiza su sueño de cocinar, es el lavaplatos quien se lleva todo el crédito. Solo cuando la pantalla se cae y son descubiertos, un riguroso crítico culinario despeja el verdadero significado del lema de Gusteau: no cualquiera puede cocinar pero el talento por la cocina sí puede hallarse en los lugares más inesperados y tener los orígenes más humildes.

La fascinación de la audiencia ecuatoriana por el exitoso reality MasterChef se sustenta en el mismo principio: nuestra capacidad de admirar a quienes, sin importar su origen, se abren paso entre los desafíos y dificultades de la vida para convertirse en aquello que soñaron convertirse. Porque ¿cuántos de nosotros se dedican en la vida a lo que verdaderamente les gusta o lo que realmente disfrutan hacer?

Tanta maravilla es en realidad parte de un muy bien guionado y establecido formato televisivo que, por ejemplo, en España, ya da señales inequívocas de desgaste por la reducción progresiva de la audiencia que se evidencia entre una temporada y la siguiente.

Pero aclaremos el panorama con una afirmación sencilla y contundente: MasterChef es la competencia de cocina más exitosa de la televisión mundial. Creado en Inglaterra por Franc Roddam en 1990, la franquicia se produce y sostiene altos niveles de audiencia en más de 40 países, durante varias temporadas.

Sin embargo es un hecho que todo formato en televisión tiende a decrecer. El problema con los realities es que con el transcurso de las temporadas pierden o desvirtúan su razón original de ser para transformarse en concursos de popularidad o simples vías de exposición y ventilación de la vida privada de sus concursantes.

La prueba más fehaciente está en la variante del concurso bautizada como MasterChef Celebrity que, como su nombre adelanta, es el mismo concurso de cocina, pero entre celebridades invitadas de entre las luminarias del espectáculo de cada localidad.

En España (tras la cuarta temporada de esta versión) atribuyen el decrecimiento de las audiencias a que el show ha perdido su valor educativo y cultural para convertirse en un reality show. Pero sus recientes detractores (antes fanáticos declarados del formato) olvidan que el programa es abiertamente un concurso orientado hacia el entretenimiento y no hacia la educación.

En la exacerbación mediática de los debates en redes sociales, esta temporada de MasterChef Celebrity (España) fue duramente criticada hasta por exponer cómo, entre risas y diversión, los concursantes recogían crustáceos vivos de una pecera para inmediatamente cocinarlos. Y ya sabemos que las audiencias en redes pueden escandalizarse por los pechos de Mon Laferte pero nunca tolerarán la crueldad contra animales inocentes, atados e indefensos.

Ahora bien, si en Europa la sintonía del concurso decrece, MasterChef es un programa novedoso para nuestro medio. Los fans del formato saben bien que Ecuador no es la primera parada de la competencia en América Latina. Para llegar a nuestro país y que su producción sea una apuesta rentable para Teleamazonas, el show pasó antes por México y Argentina, pero también por Chile, Uruguay, Perú y Colombia.

En otra muestra de lo lejos que está Ecuador de Colombia respecto a capacidad de producción televisiva, basta agregar que en el vecino cafetero ya se produjeron también los derivados del MasterChef original: Celebrity (orientado a poner celebridades a competir) y Junior (adaptación para niños), por lo que en Ecuador la franquicia llega debidamente probada y medida para una audiencia similar en términos de gustos e idiosincrasia.

Si Scorsese cocinara…

En un documental reciente en el que el famoso director Martin Scorsese hace referencia a algunas características de su cinematografía, saltan curiosas coincidencias con el éxito que experimenta MasterChef en la audiencia local.

Salvando las debidas distancias, los guionistas de MasterChef Ecuador –como en las películas de Scorsese– empujan a sus participantes hacia situaciones extremas en las que los personajes son obligados a reaccionar casi por instinto.

En las películas de Scorsese, la consecuencia de poner a los protagonistas entre la espada y la pared habitualmente es motivo de violentos decesos. En MasterChef, los retos y las confrontaciones entre cocineros no son mortales pero sí provocan dolorosas eliminaciones. Entre los desafíos más complicados a los que se han sometido los participantes de la competencia están haberle dado de comer a los 101 miembros de la tripulación de un barco o intentar sacarles provecho a los gusanos chontacuros en un plato no solo agradable al paladar sino además presentado de manera original.

Cada episodio somete a los concursantes a un nivel de estrés similar al que los mejores chefs del mundo deben sentir en sus magníficos y premiados restaurantes.

Hay que destacar que los retos del programa, además de su grado de complejidad, también implican una dificultad adicional en razón del tiempo limitado que les dan a los participantes para cumplirlos.

Aun así, las reacciones de los concursantes son diversas. En determinado momento, una gran parte de la audiencia y varios de sus compañeros se preguntaban continuamente cómo hacía Kevin para durar tanto en el show…

Volviendo a Scorsese, el neoyorquino también afirma que sus películas siempre sacan provecho y exponen sus propias raíces culturales, lo cual no solo se traduce en la vestimenta o en el modo de hablar de sus personajes, sino hasta en su estilo de cocinar. MasterChef utiliza el mismo principio, pero aplicado desde la mano de sus participantes, todos de diferentes lugares del Ecuador y por tal razón con gustos y sensibilidades culinarias diversas y en algunos casos hasta especializadas, frutos de su bagaje cultural.

El ejercicio de convivencia entre los concursantes, rápidamente los vuelve conscientes de sus diferencias y, por tanto, también de las falencias que cada uno arrastra. Que un concursante tenga “mundo” de todas formas no garantiza nada. Contra todo pronóstico, la modelo Sharon (con gran presencia, experiencia ante las cámaras y su propio canal de cocina en YouTube) quedó eliminada precisamente en un reto que se hubiera considerado ideal para una persona “de mundo”: la elaboración de sushi. La lección es que existe cierta sabiduría popular que (más seguido de lo que suponemos) se impone a los conocimientos formales y el buen gusto de la “gente de bien”. ¿Encontramos allí una disimulada evocación a una centenaria lucha de clases?

Lo cierto es que si bien parte del show consiste en sorprender a la audiencia por quién permanece en el concurso y quién es eliminado, la línea general de MasterChef propone un notable énfasis sobre la diversidad y sobre reforzar la tendencia del televidente hacia identificarse con uno de los participantes hasta desear que sea el ganador o ganadora.

Si las empatías son provocadas, las antipatías también lo son, efecto de un gran trabajo de edición del rodaje (lo que se muestra, lo que no).

En MasterChef, el trabajo de edición es, por decir lo menos, fundamental. Solo imaginar en lo aburrido que sería ver a todos los participantes picando cebolla o licuando ingredientes le quitaría al show la dinámica trepidante de concursantes empujados al extremo, de personajes llevados al límite que el mismo concurso propone. El salto continuo entre los rostros del jurado y de los participantes, y del plato al jurado, y de este nuevamente al concursante al momento de presentar sus creaciones culinarias es la esencia del show y monta al espectador en una expectativa permanente. El trabajo de edición en MasterChef Ecuador es sin duda de primer nivel.

Foto: Teleamazonas

La inclusión, un valor que funciona

Fiel al principio que recitamos al inicio, MasterChef es un show incluyente. El programa ha puesto mucho cuidado en mantener a participantes que representan la diversidad no solo étnica del Ecuador, sino también la socioeconómica, ideológica y hasta de género.

Existe un punto de partida común a los participantes finalistas de esta primera temporada del reality en Ecuador: es innegable que todos poseen mucho talento para cocinar. Pero el show va más allá de ese aspecto.

Recordemos a los últimos 6 participantes de la competencia: Loren, una arquitecta ambateña con una personalidad fuerte e individualista, que definitivamente no es del agrado de todo el mundo, sobre todo por sus mal actuados pero oportunos desvanecimientos en momentos de crisis. Para remate, de Loren circula un video antiguo en el que ensaya una especie de discurso proselitista durante una manifestación política al lado de un recurrente candidato de escasa aceptación popular en la Sierra.

En el otro extremo estaba Malena, una afroecuatoriana esmeraldeña un poco “suelta” de vocabulario que destaca por su autenticidad y despreocupación ante las poses. Clásica mujer trabajadora y de acción.

Paradójicamente, la sensibilidad femenina (si eso existe en mayor o menos grado) está representada en Marcial, un publicista quiteño gay que luce un alto grado de creatividad e inventiva al momento de mezclar ingredientes y montar sus platos.

Por su parte, Germán era un pintor de la provincia de Santa Elena. Su vena artística hace que considere cada plato “como un lienzo en blanco” (según sus propias palabras) en el que se siente a gusto plasmando sus creaciones. Germán fue eliminado del programa, a pesar de que sobre él  supuestamente se había filtrado el rumor de que sería el ganador de la competencia.

Beto es de Lago Agrio. Entre sus ventajas cuenta con estudios en gastronomía y gran experiencia en el manejo de los sabores del oriente ecuatoriano, terreno poco explorado por el resto de competidores. Pero diversas circunstancias han mantenido a Beto alejado de la cocina y dedicado al área de la construcción, en el negocio de su padre. Normalmente Beto compensa cierto desorden y apresuramiento con entusiasmo y aquello que los ecuatorianos llamamos “ñeque”.

Finalmente está Ángela, una guayaquileña emprendedora (vendedora de camarones) que a pesar de su origen humilde ha desarrollado la capacidad de “trabajar” con sabores y preparaciones sofisticadas. “Angiie” es probablemente la personificación de la premisa a la que Disney hace referencia: el talento culinario puede estar y florecer en los orígenes más sencillos.

Lo más entretenido se ve en Twitter

Las mediciones de audiencia de MasterChef evidencian un claro dominio en la audiencia de la Sierra. En Quito promedia un 35% de sintonía sobre los programas de la competencia como Sharon La Hechicera (Ecuavisa) o La rosa de Guadalupe (TVC) que apenas bordean el 5% de la sintonía.

En Guayaquil la balanza cambia con una dominante Sharon que arrastra casi un 24% de la sintonía versus MasterChef que llega al 14%. En el puerto principal, La rosa de Guadalupe ocupa un lejano tercer lugar, con un 4% de la audiencia.

Hay que anticipar que los mejores picos de sintonía de MasterChef están por llegar con las rondas finales, mientras Sharon ya transmite sus episodios finales y Ecuavisa volverá a apostarle a la telenovela bíblica con la recreación de la vida de Jesús.

MasterChef, sin embargo, traspasó hace rato la carrera por las audiencias y también es un fenómeno en redes sociales, sobre todo en Twitter, en donde dominan las críticas o demostraciones de apoyo y solidaridad hacia los participantes, y principalmente las reacciones de los usuarios tras las rondas de eliminación. El marco de este divertido cúmulo de impresiones sobre el programa es la etiqueta #MasterChefEcuador, que promedia las 2000 interacciones por episodio.

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*Guayaquil (1974). Licenciado en Comunicación Social y Literatura. Editor General de la revista TV Guía en Grupo TV Cable. Amplia experiencia en producción y edición de contenidos. Escritor de microcuentos y amante de perros. Cita favorita: “Nuestras vidas se definen por las oportunidades, incluso por las que dejamos pasar”, Francis Scott Fitzgerald.

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