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Masticando Voraz: Bon appétit!

Por Stephen Bruque (invitado)*

Hace un par de semanas se estrenó Voraz, una película poco usual en las salas quiteñas, acostumbradas a exhibir un cine comercial que no sale de la clasificación tradicional de géneros: películas de acción, comedias, infantiles, suspenso y terror. Lo inusual de esta propuesta franco-belga es que a primera vista, nos hace creer que estamos ante una película gore de grueso calibre, ajustada a las fórmulas ya conocidas. Sin embargo, a medida que transcurre, Voraz devela su intención de ir más allá del susto por el susto. Una experiencia intensa, no apta para cardiacos, que se convierte en un tránsito por el descubrimiento de nuestros instintos más carnales.

Y es que para el público acostumbrado a las películas de James Wan (Saw, Insidius, El Conjuro) algo no calzará en la opera prima de la directora Julia Ducournau. Quizás el hecho de que a pesar de partir desde una premisa tan inquietante como el despertar a la antropofagia de una joven vegetariana de 19 años, el film no convierte a su personaje en la encarnación de la maldad que debe ser eliminada por algún héroe del american style. Todo lo contrario. Estamos ante una historia que indaga en la humanidad, en la iniciación y la exploración profunda de las sensaciones que provocan las primeras veces. Encontrarnos frente al espejo para reconocer los instintos más profundos que pueden ser la clave de nuestra identidad. Aunque esta sea proscrita socialmente.

Consecuencia de ello: el miedo. Pero no aquel basado en el espectro que asecha desde el exterior, sino el de la pérdida de la inocencia al ser conscientes de la monstruosidad que puede esconderse bajo nuestra piel y de reconocer impulsos que no podemos disciplinar como el saborear carne humana, con el mismo goce de quien degusta su plato preferido.

La protagonista, Justine – guiño claro a la obra de Sade – no es la única que se encuentra en contacto con sus instintos pues el entorno universitario al que llega, tiene como su principal componente a la visceralidad que es la sustancia principal del comportamiento de los estudiantes. Así, el novato o el débil siempre tiene las de perder ante el más fuerte, poniendo en juego permanente su dignidad. Pero esto no es un problema, porque se acepta que así debe ser.

Voraz, no evita por lo tanto, mostrar con crudeza sus postulados, especialmente en un par de escenas pensadas para provocar al espectador. En este sentido, más allá de los géneros, nos encontramos con una con una atmosfera perturbadora, en un entorno social degradado y hostil. Aquí, el canibalismo de Justine (interpretado magistralmente por Garance Marillier) parece una adicción más en una sociedad en la que la transgresión de limites son en sí un acto de deshumanización. Es este el medio propicio para anteponer los instintos a la razón, y para que el caos sea la madre del verdadero terror.

Tras su envoltura de espectáculo para las masas, la película de Julia Ducournau nos hace digerir algo más ácido de lo que pensamos encontrar. Una crítica social que se cuela en la oscuridad del cine, entre el canguil y la gaseosa. Es una oportunidad entonces de superar el miedo de ir al cine a ver una película en francés con subtítulos en español (algo que últimamente parecería una pesadilla ante el incremento de la oferta de películas dobladas al español), y adentrarse en la voracidad de una propuesta narrativa y estética diferente que buscan la complicidad visceral del espectador.

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* Comunicador y Gestor Cultural. Ha coordinado proyectos para la circulación y difusión de contenidos cinematográficos en espacios alternativos de exhibición a nivel local y nacional.
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