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Otro significado para el rosa

Por Xavier Gómez* / Fotos Ricardo Guanín

Se llama Fernanda Vásconez López y, apenas iniciada la entrevista, me pide que no me olvide de escribir su segundo apellido: “cuando nos presentamos —dice— estamos acostumbrados a olvidarnos del segundo apellido, y la mamá también es parte fundamental en el crecimiento de una persona”.

Tiene veintiséis años, es quiteña, licenciada en Marketing y ha logrado todo a lo que puede aspirar un deportista profesional, o casi: ha sido parte de la selección nacional de su país, jugó en un equipo europeo de primera división y fundó su propio equipo en Ecuador, el club de fútbol femenino Ñañas. Y, sin embargo, luego de hablar con ella queda claro que sus metas más importantes aún están por cumplirse.

Estamos en su oficina, en el norte de Quito. Fernanda es la mayor de tres hermanas, una de ellas, Alegría, también es seleccionada nacional. Fernanda es alta, delgada y atlética. Empezó a jugar fútbol a los once años, pero antes participó en competencias nacionales de bicicrós y gimnasta rítmica. También era buena tocando el violín y para las matemáticas.  

—¿Vienes de una familia de deportistas? —empiezo.

—Sí, pero mis papás querían que sea tenista o gimnasta. En realidad, más lo segundo, porque desde pequeña me iba muy bien en la gimnasia. A los once años, ya tenía high schools en Estados Unidos que me ofrecían becas. En Ecuador, fui tres veces campeona nacional.

—Hacías varias actividades al mismo tiempo.

—Esa formación viene mucho desde la casa y la escuela y el colegio. Allí los niños pasan muchas horas al día y es importante que les formen de una manera en la que se puedan expresar. En el colegio donde estudié nos preguntaban: ¿qué instrumento te gusta?, ¿te gusta el arte?, ¿qué deporte o materia extracurricular quieres?, y nos enseñaban. Y mis papás también siempre me apoyaron.

A Fernanda desde chica le gustaban los juegos en los que tenía que correr y había contacto físico: jugar a las cogidas, por ejemplo. También, bailar. Luego de abandonar definitivamente la gimnasia rítmica, se probó en la selección de fútbol femenino del Colegio Menor. Era buena para los deportes, pero no sabía patear bien el balón. Aprendió y un año después fue capitana del equipo. Ha representado a Pichincha en la selección provincial. A los dieciséis, empezó a jugar con la selección de Ecuador.

—Lo chistoso es que en mi generación —recuerda— las chicas ni siquiera soñábamos con ser futbolistas profesionales, porque esa posibilidad prácticamente no existía. El fútbol profesional era masculino; en fútbol femenino lo máximo que había era un intercolegial, no había campeonatos de equipos a nivel nacional… y en otros países (donde sí existía fútbol profesional femenino) era muy difícil. Era como soñar ir a Marte.

Europa y el club Ñañas

“No es que allá las futbolistas nacen con tres piernas. Es sobre todo un tema de organización”

Fernanda fue la primera jugadora ecuatoriana contratada por un equipo europeo, el BSC YB Frauen, de Suiza. Sin hablar bien alemán, viajó a ese país para probarse durante una semana, aprobó y se quedó a jugar un año. No terminó de acostumbrarse a la cultura suiza ni al clima —recuerda que en invierno entrenaban a −15º— y regresó a Ecuador por un problema de salud de su abuelo, quien murió horas antes de que ella volviera para despedirse. Eso le provocó depresión, luego tuvo una lesión y dejó el fútbol durante seis meses. Era el año 2013.

Durante ese tiempo pensó en lo que había vivido en Europa y en cómo se maneja el fútbol profesional femenino. “No es que allá las futbolistas nacen con tres piernas —reflexiona— es sobre todo un tema de organización”. Entonces empezó a llamar a sus excompañeras de equipos en Ecuador, y se dio cuenta de que muchas se habían retirado porque no es fácil compaginar los horarios de estudio o trabajo y las responsabilidades de un equipo a nivel profesional: entrenamientos diarios, partidos en diferentes ciudades. Así que, con un grupo de chicas, tuvieron la idea de formar Ñañas en 2015. Abrieron el club el siguiente año. 

—¿Cómo es ser presidenta y jugadora de un club?

—Nunca he constado como presidenta, lo que hago es direccionar la estrategia (en términos de dirección empresarial), definir hacia dónde va el equipo. Hay un gerente general, una persona encargada de la logística, un cuerpo técnico, una comisión de fútbol y yo trabajo en los proyectos. Si quieres ponerme un cargo sería fundadora. A las personas a veces les cuesta comprender eso, piensan que puedo poner la alineación de los partidos. Pero te digo algo: cuando eres futbolista tu mayor ilusión es jugar, pero cuando eres dirigente tu mayor ilusión es que esa niña —y señala un afiche con la imagen de una niña de las juveniles de Ñañas— llegue a la selección de Ecuador y que el club quede campeón… La verdad no me importa si juego o no, yo ya cumplí mis metas como futbolista, estas niñas son el futuro.

—¿Esa es la razón de ser de Ñañas?

—El equipo nació para dar un espacio a la mujer ecuatoriana, la idea es que toda mujer que quiera jugar fútbol tenga la oportunidad de hacerlo. Pero cuando empezamos me di cuenta de que también estamos motivando a las mujeres que no practican ningún deporte. Es decir, el fútbol es un reflejo de lo que pasa en la sociedad. Por ejemplo, cuando una persona insulta a otra usando términos femeninos, o hace un chiste en el que relaciona mujer con debilidad, está degradando a la mujer. Por eso me planteé ciertos objetivos: el primero hacer profesional al fútbol femenino, hace poco logramos que la Asamblea Nacional declare el Día Nacional del Fútbol Femenino (7 de marzo de 2019); y el otro objetivo es cambiar esa cultura que minimiza a la mujer. Para eso tenemos la campaña Yo pateó como niña (una expresión despectiva en el fútbol, que ahora es el nombre de un torneo amistoso que se celebra antes de que empiece la Superliga Femenina e intenta darle otro significado a aquella frase).

Comparaciones y diferencias

Fernanda considera que no hay por qué comparar el fútbol profesional femenino con el masculino. Hay gente que al ver el fútbol femenino —sigue Fernanda— dice: “ah, pero mira como patean ellas; mira la velocidad, la fortaleza (de los hombres). Pero lo que no piensan es que muchas de esas jugadoras recién empezaron a los catorce o quince años y que los juegos de su niñez fueron mucho más sedentarios…, mientras que el niño prácticamente nació con un balón, porque desde los tres años le festejaban cada vez que lo topaba. Entonces, ese niño y esa niña no empezaron igual, por eso no hay que compararlos, y si comparamos al menos comparemos bien (tomando en cuenta lo anterior)”.

—En cuanto a sueldos también hay diferencias —intervengo—, futbolistas varones que ganan mensualmente miles de dólares y futbolistas profesionales mujeres con 394 dólares al mes (un salario mínimo unificado) o, en muchos casos, menos o no ganan nada.

—Pero es lógico, el fútbol profesional femenino en Ecuador recién empezó este año. Dale tiempo. Hay gente que dice: “bueno, qué ganen todos igual”, pero no se le puede pagar lo mismo a Messi que a un futbolista que está iniciando. Para poder pagar más necesitas una industria, es decir, auspiciantes, mayor taquilla.

—¿Y eso implica sacrificios por parte de las jugadoras para mantenerse económicamente?

—No diría que lo ven como un sacrificio, porque todavía no es como el fútbol masculino, en el que (los chicos) ven una opción de vida o dejan de estudiar para dedicarse a entrenar. Acá empezamos los entrenamientos a las seis de la tarde, las chicas trabajan o pueden estudiar y, además, hacen lo que más les gusta, que es jugar fútbol.

—Si hay un deporte que guste en Ecuador es el fútbol masculino. Es decir, no solo hay falta de interés por el fútbol femenino sino por varios deportes. En ese sentido, piensas que hay discriminación por género o mero desinterés.

—Hay algo de los dos. Pero más que desinterés, desconocimiento. Cuando Richard Carapaz competía en el Giro de Italia mucha gente empezó a apoyarlo y tenía ganas de comprarse una bicicleta y salir a la calle, y también empezó a aprender sobre ese deporte. Acá es igual: muchas personas no van a ver fútbol femenino por desconocimiento, porque no creen que una chica juegue bien y porque tienen estereotipos, que la mujer es débil, que no puede patear bien, incluso hay personas que creen que el fútbol femenino es chistoso. Pero el rato que van a un partido de alto rendimiento ven otra cosa y cambian su manera de pensar. Por eso es importante que la gente vaya.

Además de eso, Fernanda considera que para mejorar el fútbol profesional femenino hace falta pensar en proyectos a mediano y largo plazo y no solo en “tapar baches” o resultados inmediatos. “Esto es un proceso”, concluye, en el que juegan condiciones históricas y culturales.

Igualdad de oportunidades

Fernanda es también la primera futbolista ecuatoriana que hizo un video publicitario para Nike. Fiel a estilo comercial de esa marca, el audiovisual tiene una melodía épica, transiciones rápidas, imágenes de entrenamientos, primeros planos con los rostros de otras jugadoras y goles. Termina con Fernanda diciendo la frase “si te dicen que pateas como niña, demuéstrale al mundo que tan fuerte pateamos las niñas”.

“Al mundo —me dice Fernanda— le hacen falta heroínas, pero no heroínas que sean históricas, sino que estén vivas e inspiren”.

—¿Me imagino que el color rosa del uniforme de Ñañas es parte del mismo objetivo que es darle otra connotación a lo femenino?

—Sí. Y no es un rosado común, es un rosado intenso, rebelde, nuevo. Con eso lo que queremos decir es: sí, somos mujeres y no nos tenemos que parecer a los hombres, somos diferentes.

—¿Te consideras feminista?

—Me considero feminista no en el sentido de lo que muchos creen que son las feministas. El feminismo como definición es igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, pero ciertas personas han llevado el feminismo a un nivel de decir (por ejemplo) “no me abras la puerta del carro, que no ves que tengo manos”, e ir en contra de los hombres. Yo creo que tenemos que trabajar juntos. Mi mayor hincha es mi papá. O sea, lo que quiero decir es que por las condiciones históricas los hombres todavía están en situaciones de poder desde donde pueden tomar decisiones. Para cambiar las cosas hay que trabajar en conjunto.

—¿Pero para que existan cambios sociales esa confrontación, sin llegar a niveles absurdos, no es necesaria?

—Sí, pero el punto no es pelear ni gritarle a la gente “ah, eres un machista”. Son miles de años, generaciones que han vivido con esa mentalidad, esa es su realidad y para ellos está bien. Y no es un tema solo de los hombres, también de las mujeres. Ese niño (machista) tuvo una mamá (criada en un entorno machista). Entonces lo que hay que hacer es entender por qué las personas piensan así y generar un cambio social (enfatiza la última palabra: “s-o-c-i-a-l”).

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*Periodista. Editor. Docente. Ha colaborado con medios de comunicación en Ecuador y España, entre ellos, Mundo Diners, Soho, Cartón Piedra y FronteraD.

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