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Pallares: Lenín Moreno necesita a la prensa para su batalla con el correísmo

Por Daniel Moreano / Foto y video de Ricardo Guanín

Martín Pallares es uno de los periodistas más críticos del anterior gobierno, y del propio expresidente. Tanto así que le valió una acusación de Rafael Correa por, supuestamente, proferir expresiones de descrédito y deshonra en un artículo publicado por el portal 4Pelagatos, en abril de 2017. Esta semana se ha ratificado la inocencia del periodista.

El caso de Pallares es quizá uno de los que mejor escenifica la tensa relación entre el expresidente Correa y la prensa. La Caja Negra conversó con el periodista para valorar la nueva postura del gobierno de Lenín Moreno frente a los medios y la comunicación.

¿Qué lectura haces de la reunión que mantuvo Lenín Moreno, semanas atrás, con varios periodistas en Carondelet?

Yo creo que es una excelente señal. Pienso que el hecho de que la prensa, por el solo hecho de ser prensa, no sea vista como un enemigo estatal es muy bueno. Esta voluntad de diálogo se siente bien.

El nivel de agresividad anterior, con Correa, era brutal. La forma de atacarnos (a los periodistas) y denigrarnos era desgastante. Se siente un alivio con este nuevo estado de ánimo.

Sin embargo, creo que hay cosas que no se pueden dejar de decir; por el momento hay una buena predisposición de un presidente que tiene un estilo distinto, pero todavía no se han desmontado las instituciones perversas que dejó el correísmo, como la Ley de Comunicación y sus ramificaciones institucionales: Supercom y Cordicom.

Mientras esas instituciones estén ahí, creo que todo se reduce a la buena voluntad del Presidente. Y eso no está bien.

¿Qué crees que buscó Moreno con este acercamiento? ¿Piensas que se trata de insistir en marcar diferencias y distancias con Correa, o crees que es parte de una estrategia más grande, de buscar aliados?

Yo tengo una lectura no tan optimista. Lastimosamente, luego de tantos años de acoso, presiones e insultos, cuando se invita a los medios de comunicación a Carondelet, tengo el temor de que el efecto no sea bueno, de que vuelva esa vieja prensa del amiguismo, que también había en el Ecuador.

Estos medios que son invitados al palacio se sienten emocionalmente vinculados con el poder, con gratitud hacia el poder. Y eso no es bueno.

Celebro que se haya producido esta reunión, este acercamiento, pero sí me chocó ciertas expresiones de algunos periodistas que agradecían al Presidente… eso no es una concesión, es un derecho de los medios estar ahí y preguntar.

¿Te hubiera gustado estar invitado? ¿Hubieras ido?

No me invitaron, y no hubiera ido. Me parece que no tenía porqué ir, era una reunión social. Tampoco estoy en contra de que mis compañeros hayan ido. Yo personalmente no lo hubiera hecho, y sentí un gran alivio al no estar en la lista.

Desde su posicionamiento, Moreno ha insistido en el mensaje de que necesita ayuda de la prensa para denunciar a los corruptos, y que en su gobierno se apostará por la libertad de la prensa y transparencia. ¿Tú le crees?

Sí, le creo, porque es muy sincero. Él en realidad sí necesita a la prensa para su batalla con el correísmo duro. Yo creo que dentro de la personalidad de Moreno existe esta predisposición al diálogo, pero también creo que este diálogo le es muy útil.

Él tiene que hacerse de aliados porque está rodeado de enemigos, dentro del propio gobierno. Entonces está lanzando invitaciones para que se unan a su cruzada, y en eso la prensa es fundamental.

¿Crees que son necesarios los medios públicos, desde lo conceptual, más allá de la coyuntura del país?

Todo gobierno tiene derecho a comunicar, pero creo que una vocería es más que suficiente. Yo soy amigo de que no haya medios públicos. Creo que el medio público tiene un problema muy grave, que es descifrar cómo mantenerse independiente del gobierno.

Me parece que si en el Ecuador lográramos tener una institucionalidad europea para precautelar la independencia de los medios públicos, entonces sí creo que se podría hablar de este tipo de medios aquí. Si te fijas en la BBC de Londres, es un medio que mantiene clara independencia frente al gobierno. Incluso en alguna ocasión, Margaret Thatcher lo acusó de enemigo porque durante la guerra de las Malvinas no informó como quería ella.

Más allá de las disputas de coyuntura ¿Crees en el concepto de una entidad de la Supercom? ¿Es necesaria?

No solo no es necesaria, es monstruosa. La Supercom es una aberración. La institución Supercom, la filosofía detrás de esa institución es perversa. No puede existir un organismo, que no sea independiente del gobierno, y tenga en sus manos la capacidad de sancionar a los medios de comunicación.

Por naturaleza, los medios son entes que fiscalizan a los gobiernos. Cuando el fiscalizado tiene en su poder el sancionar al fiscalizador se distorsiona todo. En verdad es una perversión jurídica.

¿A qué crees que se refería Correa con “prensa corrupta”?

A mí me indigna mucho ese tema. Por 10 años Correa habló de prensa corrupta y nunca presentó una prueba, ¡nunca!. Ahora él reclama que no hay pruebas en el caso de Glas.

Yo creo que era una forma de proyectar, que el corrupto era él. Además, tenía la necesidad de crear un enemigo. Él y su gobierno lograron descomponer todo el sistema de partidos, la partidocracia ya no era un rival, y se necesitaba un rival interno. Los populistas necesitan este tipo de rivales, y lo encontró en la prensa.

Por otro lado, los gobiernos populistas tienen un enemigo en común, que son los hechos y la realidad. La prensa es una plataforma que les recuerda los hechos, y ellos son enemigos de eso porque la realidad contradice su discurso. El discurso populista es un discurso de fantasía, de engaño.

Correa argumentaba que los medios privados tienen intereses particulares, por su condición de empresas. En más de una ocasión recurrió a la frase: “Desde que se inventó la imprenta, la libertad de opinión es voluntad del dueño de la imprenta”. ¿Crees que hay algo de verdad en este concepto?

Es perfectamente legítimo que haya empresas de comunicación y que se financien en un sistema de mercado. El gran depurador de lo que dice la prensa es la audiencia.

Una prensa que empieza a fallar en los principios de independencia, de crítica, de capacidad de entender la realidad, va a ser castigada por la audiencia y no necesariamente por el Estado.

En los lugares donde son más sólidos los medios de comunicación y la democracia  funciona de este modo, los medios funcionan como empresas. Algunas son de lujo y otras no lo son, como ahora que están surgiendo muchísimas empresas de comunicación que no son de lujo. Pero todas tienen que financiarse, todas necesitan pagar sueldos. Los medios de comunicación tienen que vivir de eso, los periodistas tenemos derecho a un sueldo… la distorsión se produce cuando ese sueldo viene del gobierno, que es a quien debemos fiscalizar por obligación.

Emilio Palacio, en su artículo de opinión que le valió la demanda, sugirió acusatoriamente que Correa incurrió en delito de lesa humanidad el 30 de septiembre de 2010. ¿Se excedió? ¿Tú hubieras firmado ese artículo?

Yo no habría escrito ese artículo, no lo hubiera firmado. Pero tampoco creo que se excedió. Yo soy de los que piensa que la libertad de expresión es un valor absoluto, en el momento en que se empieza a ponerle límites estamos creando los fundamentos para que alguien diga “hasta aquí no más”.

El artículo de Palacios me parece legítimo, incluso creo que el tiempo le ha dado mucho de razón. ¿Quién ordenó disparar?. Eso todavía no se sabe, no hemos sido capaces de determinar eso porque las instituciones que debían hacerlo no investigaron: la Fiscalía o la Policía.

Para muchos, la consulta popular tiene un claro propósito que es evitar que Correa puede ser candidato nuevamente. Hay quienes argumentan que la iniciativa coarta las libertades del ciudadano Correa para buscar nuevamente una oficina pública. ¿Tú consideras que la iniciativa coarta libertades?

Por supuesto es ese el objetivo, y me parece bien. Una parte del correísmo dice que eso es retroceder en temas de derechos, lo cual es completamente absurdo porque de lo que se trata en democracia es de limitar el poder. Entre más limitemos el poder, más derechos tiene la sociedad.

Creo entonces que es una forma de ampliar los derechos de la sociedad frente a la posibilidad de enquistarse en el poder y de evitar la alternancia.  Esto desde lo conceptual.

Por otro lado, me parecería el fin de este país que regrese el fantasma del líder eterno, del gran  ausente, y con ello la posibilidad de que una persona como Correa, o como cualquier persona, se eternice en el poder. Eso me parece tenebroso y siniestro.

Y que Correa, con un modelo de manejo mafioso del Estado, tenga esas posibilidades también me parece siniestro.

Correa te mencionó, con calificativos, en varias sabatinas. ¿Hay alguna que recuerdes particularmente, ya sea porque fue la que más te dolió, o más repercusión tuvo, o la que incluso te causó hilaridad?

Creo que todas me molestaron, por más graciosa que alguna pudiera haber sido. El hecho de que alguien, utilizando las plataformas y recursos del Estado, alguien que no es mandante sino mandatario, descalifique a un mandante me parece que es criminal, delictivo, peculado y no es ético.

Por eso a mí siempre me indignó profundamente este tema. No solo cuando se refería a mí, sino a la gente en general, incluso a gente a la que no le guardo la más mínima simpatía. Me parece siniestro que un presidente  denigre a quienes le pagan el sueldo, a quienes financian lo que él está haciendo.

Hubo varias veces que me dijo enfermo y me llamó mucho la atención. Yo tengo un problema de salud, una condición, y que me diga enfermo tantas veces me produjo una indignación particular.

Mencionaste que también te indignabas cuando Correa atacaba a otras personas con las que no simpatizas ¿Nos puedas dar un ejemplo?

Me molestaba que se mofe o imite a Jaime Nebot, por ejemplo. Jaime Nebot no es un personaje al que le tenga simpatía, pero es el alcalde de Guayaquil. Cómo puede ser que el Presidente se burle, no solo del alcalde de Guayaquil que representa a los guayaquileños, sino de un ciudadano que es mandante de él.

Esas cosas no las tolero. Yo veía que mucha gente encontraba esos gestos como algo gracioso, a mí nunca me hicieron gracia esos insultos e imitaciones.

Correa revolucionó la relación con los medios de comunicación, y la comunicación en el país. ¿Crees que hay un antes y un después de Correa para la prensa ecuatoriana? ¿Qué sacas a limpio después de estos 10 años, pensando en el futuro de la prensa?

Yo creo que eso no se solucionará de un día para el otro. Los 10 años de Correa dejaron una huella profunda que se nota en una estructura mental, en un patrón cultural de muchos comunicadores que se creyeron el cuento de Correa de que el periodista no puede opinar, usar tales o cuales palabras, que tiene que ser regulado, que tiene que cuidarse.

Ese marco teórico y represivo que impuso Correa dejó una sociedad y periodistas atemorizados y muy temerosos de decir las cosas.  Nos volvimos una sociedad de mansos y de cobardes, lastimosamente.

Pienso que muchos periodistas terminaron pensando como los sensores. Eso se nota en las redacciones, cuando yo veía, en las que me tocó trabajar, que no había ningún ánimo de rebeldía frente a las cosas, sino más bien una sumisión terrible. Afortunadamente no todos los periodistas cayeron en eso, están quienes terminamos desempleados y ganándonos la vida en los medios digitales… somos quienes no nos sometimos a ese patrón.

Ahora no solo es el autoritarismo el problema de los medios, a eso se suman las nuevas plataformas y los nuevos modelos de negocio. Yo pienso que uno de los inmensos retos que hay para el periodismo y los medios es que surja una nueva clase empresarial que vea en la comunicación una forma de emprendimiento viable. Viable no solo desde lo económico, sino desde la necesidad de fortalecer la democracia. Ahí hay un desafío gigantesco.

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