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¿Por qué marcho este 24 de noviembre?

Por Xime Cabrera Montúfar*

¡Cómo hubiera querido no saber de la violencia! Y ahora que la escucho cómo hubiera querido no conocerla. Cómo hubiese deseado realmente no haber tenido ese desencuentro que dinamitó mi alma, fragmentó mi cuerpo, disoció mi conciencia, se entrometió con mi identidad, me despojó de mi libertad.
Sin embargo, aquí estoy, una mujer decidida a encarnar toda lucha y confrontación, a negarse de manera rotunda a ser violentada, agredida o maltratada. Re-existo porque merezco vivir dignamente, porque yo, así como las niñas y mujeres del mundo, merecemos vivir sin violencia por el simple hecho de existir. Militamos por la vida, por continuar respirando, por sentir aún en la persistencia patriarcal y machista. La piel se estremece cuando somos felices, cuando sentimos placer, cuando nos sentimos amadas, cuando nos sentimos vivas.

Queremos vivir con dignidad porque lo merecemos y no hay otro justificativo. Porque somos dignas y legítimas de existir, porque solo así podremos seguir contribuyendo, produciendo economía para todos. Porque solo vivas nuestras familias no nos llorarán en un amargo desconsuelo, porque solo así existe la justicia, porque solo si seguimos vivas se puede confirmar que tenemos derechos, porque así los hijos no sufrirán traumas, carencias, desolaciones y depresiones eternas. Solo si seguimos vivas no habrá duelos que sobrellevar, no habrá dolores infinitos que curar, reparaciones estatales que mendiga y justicia inalcanzable que soñar.

Vivir dignamente significa para nosotras:

No sentirnos incómodas al caminar, ni vulnerables en los espacios en los que la masculinidad ha posicionado su poder. Podremos acceder a los recursos con las mismas posibilidades y resultados. Es decir, no vivir precariamente. Que nuestros cuerpos sean respetados en cualquier contexto, que no nos violen, manoseen, no se nos insinúen sexualizadamente. Que en el ámbito laboral no tengamos que lidiar con acosadores ni abusos de poder de personas que han asumido cargos para mantener su pundonor.
Vivir dignamente significa que podamos dormir, bañarnos, jugar, descansar libremente en nuestro hogar sin correr ningún tipo de riesgo. Vivir dignamente significa existir sin tener que luchar por una libertad que nos corresponde como humanos. Vivir con el derecho de poder decidir si queremos o no ser madres y cuándo serlo, poder tomar la decisión de abortar cuando nos han violado.

Por vivir dignamente, muchas mujeres nos hemos juntado para contar nuestras experiencias, nuestras historias de vida y juntar las fortalezas que nos hacen sobrevientes y resilientes. Nos hemos encontrado en los abrazos, en esa escucha sentida en los espacios de hermandad feminista, en ese hombro caluroso y en esos cánticos de resistencia, de re existencia, de lucha y felicidad.

Muchas de nosotras nos hemos convocado años atrás, con nuestras familias y las familias sobrevivientes de mujeres asesinadas, para unir nuestros cuerpos, desde la diversidad, la gordura, la delgadez, los lizos, las zambas, las onduladas, las rubios y las negros, las pequeñas, las altas, las que ven bien y las que llevamos lentes, las hip hoperas, las rockeras, las salseras, las regueatoneras, las rancheras, las cumbiamberas, las batuqueras, las trabajadoras asalariadas y las no asalariadas, las jefas de hogar, las abuelas, las madres, las hijas y las hermanas para gritar con toda la vida que nos invade: ¡VIVAS NOS QUEREMOS!
Hemos creado esta posibilidad histórica de luchar y de juntarnos para denunciar, accionar y exigir, desde la alegría, VIVIR SIN VIOLENCIA SEXUAL, en un país en donde el 65% de los casos de este tipo de delito es cometido por un familiar, en donde el 80% de los casos son niñas y adolescentes menores de 14 años (FGE).

Esta vez, marcho porque no quiero conocer más sobre niñas y mujeres que son violentadas sexualmente sin reparo alguno, sin reparación alguna, y con la justicia culpabilizándonos y re victimizándonos.
Yo me sumo a la marcha de VIVAS NOS QUEREMOS porque milito por la vida digna en este devenir feminista, porque merezco respirar, trabajar, amar, ser feliz, ver el amanecer y el atardecer, con los obvios gajes del oficio, pero tranquila sin tener que afrontar consecuencias letales que deja la violencia machista. Marcho para que mis compañeras mujeres de los barrios periféricos y marginalizados de esta ciudad, no sean más discriminadas ni violentadas; para que ellas desde su propia voz exijan al Estado un tiempo de ocio, de diversión, recreación; para que su trabajo no remunerado en el hogar sea valorado como una actividad productiva, para que sean valoradas como cuidadoras de la vida, como sostenedoras de la fuerza de trabajo, para que el sistema no las convierta en máquinas biologizadas para el trabajo feminizado y sexualizado. También marcho para tener un tiempo para el placer y el goce, por un tiempo de vida y no de muerte.

Marcho por todas esas mujeres migrantes que han sido maltratadas, abusadas sexualmente, acosadas, cosificadas y, muchas, víctimas del delito de trata sin que nadie diga nada, por esas mujeres venezolanas, colombianas, puertoriqueñas, a quienes se les ha dado la espalda muchas de las veces. Esta marcha va por ellas también, para que su vida y su sexualidad se respete, por su derecho a la vida, y su derecho a tener un espacio donde vivir, trabajar, donde volver a nacer.

El sábado 24 de noviembre, salimos a las calles vestidas de resistencia y autodefensa contra la violencia machista, por mí, por ti, por las mujeres y niñas de todo el mundo, porque nos queremos vivas, para decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras relaciones afectivas, sobre nuestros deseos, porque nuestros cuerpos NO SE VIOLAN, NO SE TOCAN, NO SE EXPLOTAN.

Salimos para exigir al Estado justicia y reparación por todas nuestras hermanas asesinadas, por quienes nuestro luto no termina porque, pesar de que nos quieren en silencio, no daremos un minuto de silencio sino toda una vida de lucha.

Salimos por todas esas niñas y mujeres que han dejado un vacío infinito en sus familias, en nuestros corazones.

Salimos por la Vane, por la Joha, por la Valentina, por Karina, por Jadira, por Juliana, por Mishel, Odalis que no encontraron justicia, y más bien fue esa misma justicia la que se conviritó en el vínculo más cruel con sus agresores. Salimos por que exigimos una justicia que repare, que contribuya a la sanación y no nos envuelva en sus garras de abusos de poder, palanqueos y clientelismos patriarcales.

Porque si este mundo se ha convertido en perverso, nosotras estamos reconstruyéndolo, porque hemos creado nuestros refugios y no permitiremos que los destruyan. Porque no permitiremos nunca más que nuestra epidermis se estremezca de dolor sino del placer de la alegría, porque no permitiremos nunca más sangrar sino soñar, porque no permitiremos nunca más ser un cuerpo que explotar sino un cuerpo para ternurar, nuestro cuerpo memoria no solo el dolor, nuestro cuerpo memoria de fortaleza, alegría y resiliencia.

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* Ximena Cabrera Mont’ufar, devengo en feminista en el día a día, milito por la vida, por la vida digna. Socióloga de mal formación profesional, y Magister en Estudios de la Cultura Mención en Género. Actualmente trabaja en la Junta de Protección de Derechos Niñez y Adolescencia, mujer sobreviviente y resiliente de violencia machista y es parte de la Plataforma de Justicia para Vanessa.
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