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“Prohibido olvidar… meee” es una atención al mandato que su majestad nos hizo durante una década, dice Bonil

Xavier Bonilla es su nombre de pila, pero es conocido como “Bonil”, uno de los caricaturistas más seguidos por los ecuatorianos, quien durante la última década, tuvo una exposición bastante mediática debido a los procesos que desde el poder se instauraron en su contra.

Desde hace 32 años publica de manera periódica y desde hace 22, lo hace a diario en El Universo. Sin embargo, su interés por el dibujo surgió desde la niñez, rayando las paredes, como él confiesa.

Estudió sociología, pero respecto a sus dibujos se considera un autodidacta. “Mientras estudiaba me atraía dibujar, me gustaba, pero cuando descubrí que me salían chuecos, feos o torcidos comprendí que debía dedicarme a dibujar a los políticos”.

Tiene siete libros publicados y el último se titula ‘Prohibido olvidar… meee’, en el que recoge buena parte de los sucesos políticos y judiciales que marcaron la última década, en la que el país estuvo gobernado por Rafael Correa.

Comenta que en ocasiones se arrepiente de sus seis “hijos” anteriores, no porque se porten mal, sino porque les empieza a ver los defectos del padre, pero cree que en este caso, con su séptimo “hijo”, quizás no suceda lo mismo, porque: “en este libro no soy totalmente el autor, sino que el autor es otro”, dice haciendo referencia a quienes motivaron -con sus actuaciones- buena parte de sus creaciones.

La presentación de esta compilación de 200 caricaturas, que narran lo que Bonil denomina como la “década desdibujada”, será el martes 28 de noviembre, en el salón Espejo de la Universidad Andina Simón Bolívar, a las 18:30.

Este nuevo trabajo, su experiencia como caricaturista y la relación de su oficio con el periodismo y el poder, son los temas que abordó La Caja Negra en su diálogo con un personaje que no solo utiliza el humor en sus fuertes críticas “garabateadas”, sino en su vida.

Presenta su nuevo libro que se llama “Prohibido olvidar… meeee”. Aunque el nombre sugiere bastante, ¿qué historia cuenta este libro?

La idea de publicar este libro es rescatar mi testimonio visual de estos últimos 10 años. A medida que iba escogiendo las caricaturas, veía unas líneas recurrentes o temáticas y en torno a eso fui haciendo la selección final, porque siempre hay muchos dibujos que uno aprecia, pero que obligadamente deben quedar fuera del espectáculo. Entonces dividí el libro en algunos capítulos, pero fundamentalmente me animó la idea de no olvidar algunos episodios y algunos temas, especialmente esos que me afectaron a mí, al igual que a muchos ciudadanos, respecto a la libertad de expresarse. Se incluye también el caso de El Universo y el mío.

¿Es decir que es una historia sobre los 10 años del correísmo y su relación con la libertad de expresión?

Hay varios temas. Uno es la justicia, otro la economía, otro la política y la relación con los distintos actores sociales. También están el 30-S, la corrupción y la libertad de expresión.

¿Cómo decidió qué dibujos debían y cuáles no debían publicarse?

Descubrí líneas temáticas que consideré importantes y repetitivas. Por ejemplo, el tema de la justicia creo que fue uno de los filones importantes, así como la situación de la libertad de expresión. Creo que estos son los temas más importantes, porque resumen el período anterior, un proyecto que aunque no haya tenido como propósito -quién sabe-, sí logró controlar instancias claves de la democracia, como el aparato de justicia para sancionar o dejar impunes los casos, según la conveniencia.

También para controlar la vocería social y política de los medios de comunicación. Esos son los temas más gruesos, que derivan en otros menores, como la corrupción, que es el resultante de eso. Está también la economía, ese manejo dispendioso y derroche sin control, que a su vez hacía parte de la lógica de un proyecto populista que ahora se ve que se gastó buscando el beneficio político.

Muchas veces había inversiones grandes, pero que simplemente sirvieron para el engrandecimiento de la imagen y para la propaganda, como el caso de Yachay, porque la cantidad de dinero -más de $1.000 millones- para un proyecto, que si bien sabemos que no se levanta en un año, ahora vemos que hace aguas. Todo eso configura el proyecto político.

El control de la justicia y el control de la comunicación tienen como consecuencias la corrupción y la impunidad, y la sanción implacable contra quienes criticaban o investigaban esos temas. Esa es la historia.

 

Durante esta última década, su nombre estuvo ligado a unos procesos judiciales y otros de la Superintendencia de Comunicación, derivados de la publicación de sus caricaturas. ¿Eso es lo que motiva la publicación de este libro?

Más bien, el motivo es cumplir ese “mandato” que recibimos de “prohibido olvidar”, que no es una frase de “su majestad”, sino que él la retomó de un poema que me parece que es de Benedetti -espero no equivocarme-. Entonces, cumpliendo ese mandato, decidí no olvidar cosas de algunos temas.

¿Qué personajes encontramos en esta historia?

Menos de los que yo desearía, pero sí están los infaltables, como “su majestad” y su séquito más cercano, entre ellos Alexis Mera, los hermanos Alvarado, las “sumisas”, el exfiscal Galo Chiriboga. También aparece Carlos Ochoa.

Y por supuesto están quienes jugaban en la cancha contraria, como son periodistas, activistas y ciudadanos en general.

Todos relacionados a la década dibujada o desdibujada. Ya no sé.

¿Cómo decide qué tema tratar en una caricatura?

Todos los días reviso los periódicos, los portales de revistas, las redes sociales y ahí encuentro temas que me llaman más la atención y que me motivan para comentarlos, porque el espacio que yo tengo -la caricatura- es una ventana en la que puedo ubicar un tema que me parece importante para que la gente lo tenga presente y lo visualice.

Es mi criterio personal sobre un tema que considero que puede ser importante para la gente, en el tema político. Hay otros temas, como deportes, que también le importan mucho a la gente, pero que a mí no me llaman tanto la atención.

¿Cuándo está listo un personaje para ser retratado por tu pluma?

Hay gente que me pide que le haga una caricatura personal y yo les respondo que cuando se porte mal, ahí lo haré. Lo que yo hago es un ejercicio de observación y de cuestionamiento ciudadano.

Me refiero a que quienes administran el aparato del Estado, sean concejales, presidentes, alcaldes o cualquier funcionario que use el dinero que nosotros les damos a través de nuestros impuestos, son motivo de nuestra crítica, de nuestro cuestionamiento, hasta de burla si se quiere -injusto o acertado- pero que responde a un derecho que tiene un ciudadano de opinar sobre lo que pasa en la vida colectiva.

¿Cómo define a su estilo de hacer caricaturas?

No tengo ni idea de cuál sea mi estilo, porque hay veces que algunos temas me empujan a hacer un garabato con un efecto visual más humorístico o gracioso. Hay otros que me demandan algo más elaborado. Para mí siempre ha sido algo muy relativo.

No me he sentido encasillado y creo que no tengo un estilo muy definido, aunque algunas personas creen que sí, pero no ha sido algo que me preocupe.

Ortega y Gasset decía que el estilo es el hombre. Es decir que como uno es, así le salen las cosas. Y yo me considero muy diverso y disperso, y eso se refleja en mi manera de garabatear.

Al principio publicaba mis caricaturas con textos. Últimamente combino simplemente el lenguaje gráfico, sin palabras. Aunque un poco tarde, pero entendí la particularidad del lenguaje gráfico como tal.

¿Ser caricaturista influye de alguna manera en su día a día?

Bueno, mi mujer me tiene estrictamente prohibido que los besos sean caricaturescos.

Humor, caricatura, periodismo, política… ¿cómo define la relación de esos conceptos?

El humor es una nube enorme que está sobre nosotros y puede lloviznar en distintos campos, distintos temas, como la vida cotidiana, la política, la vida personal.

La política es una actividad que es ejercida por un pequeño grupo de gente, que tiende –por lo general- a no ser muy transparente. Para eso se inventó el periodismo, porque desde mi punto de vista, el periodismo observa, avisa, cuenta… lo que se hace en esta esfera política.

En mi caso trato de combinar el humor con el periodismo y hago un espacio no de opinión, sino de recreación de los temas políticos.

Hace mucho leí una definición que me quedó grabada: “la política es el arte de hacer que la gente no se meta en lo que sí le importa”. Así veo yo esa conjunción: a través del humor, yo puedo expresar o representar mi visión sobre la política.

¿Por qué cree que algunos políticos se muestran tan afectados por ciertas caricaturas?

Por distintos motivos, que tienen mucho que ver con los temperamentos. Hay políticos que cruzan los dedos para que les hagan caricaturas. De hecho alguien decía que a un político al que no se le haya hecho una caricatura, no se ha graduado como personaje público.

Pero hay otros, como aquel que reinó los 10 últimos años, a quien -no solo la caricatura- sino cualquier cuestionamiento o el simple hecho de que alguien no crea en él, era motivo de sospecha, castigo o investigación. No hace falta ser psicólogo para entender que eso proviene de un ego con una enorme vanidad y rasgos autoritarios que no admiten que existan otras visiones de la vida.

Si a eso sumamos que el humor es una manera de no demostrar fe, porque como he mencionado -la caricatura es la antípoda del aplauso-, en un ego como el que he descrito, que fomenta y busca el aplauso, entonces empequeñecer a alguien o mostrarlo en su dimensión ridícula a través de la caricatura, se vuelve algo intolerable para personajes como éstos.

¿Desde ese humor caricaturesco, cómo define a la década correísta y a la situación política actual?

Me acuerdo que me hicieron una entrevista en Vistazo, en el 2010. Cuando eran recién tres años de ese Gobierno, me preguntaron cómo lo definiría y respondí que es un monumento a la grandilocuencia. Con los años creo que más que a la grandilocuencia es a la corrupción y a la megalomanía.

Así lo veo yo, porque con todo el dinero que aparentemente se han llevado o malgastado, bien hubiéramos podido construir el doble de hospitales o carreteras de las que tanto se jactan.

Se ufanaron tanto de que tenemos carreteras, que ahora hay que pensar en las rutas que tomó ese dinero de la corrupción.

¿Y a la situación política actual?

Creo que ni el mismo Lenín Moreno sabe cómo definirla, pero en este momento el tema político es el tema más importante, porque la economía ha pasado -creo- a un stand by y hay que ver cómo resulta este punto.

Pero el país está pendiente -pienso yo- de que el tema político de la disputa interna entre correísmo y democracia se resuelva. Indudablemente son dos corrientes las que están en juego en este momento.

Por un lado el correísmo, que implica autoritarismo y un modelo de estado corrupto y vertical; por el otro, un modelo de democracia en el que uno puede hasta discrepar enormemente con el Gobierno y su manejo económico. Entre ambos, políticamente hay grandes diferencias, que aunque se diga que solo son de estilo, reflejan la concepción de sociedad que uno quiere.

¿Confía usted en Lenín Moreno?

No confío ni en mí, sobre todo cuando me veo en el espejo en la mañana.

¿Qué aporta la caricatura a la realidad cotidiana del país?

No tengo idea. Así como un bostezo es necesario para la oxigenación del ser humano, la caricatura -al igual que muchas otras manifestaciones- son parte de la vida y necesarias. A veces un suspiro puede salvarte la vida y a veces puede ser solo la expresión de una pena de amor. Entonces depende mucho del momento y de la circunstancia.

Lo que sí podría decir es que la caricatura y el humor -en ciertas circunstancias- implican complicidad. A través de la risa, la gente genera una identificación y de alguna manera una cohesión social en el plano invisible, porque uno descubre que hay otras personas que comparten ese pensamiento y eso genera una sensación de bienestar. Entonces así va caminando la sociedad, con estos pequeños gestos de identificación.

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