Rojo: componer desde el oído y el sentir, la búsqueda del ritual y lo orgánico.

Por David Pinto
Rojo es el proyecto de Andrés Aráuz. Casi se ha convertido en su heterónimo, muchas personas lo conocen como Rojo –como si aquí la obra hubiese envuelto al autor–. La primera vez que escuché de él fue cuando una amiga, Raquel Ruiz, me habló de su música; semanas después Andrés subió a Soundcloud su tema Canto Menguante. Lo escuché una y otra vez, pese a que era una grabación casera, la canción desprendía una calidad diferente de los demás proyectos que había escuchado últimamente; melancólica dulzura, son palabras que vinieron a mi mente después de esa primera escucha.
Algún tiempo después vi que Andrés había comenzado a presentarse con su proyecto, así que decidí ir a escucharlo en vivo –además se presentaba junto con Tranvía, otra banda que me gustaba–. Agarré la cámara y fuimos a escucharlos con mi novia de aquel entonces. Llegamos tarde a ese concierto en la Casa Tomada, por culpa del tráfico de Quito, y además, me pidieron que tomara más fotos de las que había planeado, así que no llegué a captar aquella magia de mi primer contacto con Canto Menguante.

Concierto en La Casa Tomada
Cuando volví a enterarme que Rojo se iba a presentar, esta vez con su EP (reproducción extendida) listo, volví a llevar mi cámara, pero decidí tomar solo unas 3 fotos del concierto. El lanzamiento del EP fue en Chinaski, un bar en Cumbayá. Decidí ir solo para concentrarme, únicamente, en su música y tratar de vislumbrar de nuevo esas impresiones que llegaron a mí cuando escuché Canto Menguante. El lugar estaba repleto, muchas personas estaban sentadas en el suelo, otras paradas, todos descubrimos, en ese momento, guiados por los intérpretes y el cantautor, lo ritual en la música de Rojo, lo suave y lo desgarrador.
Días después, me contacté con él para enviarle las fotografías que había tomado del concierto y le pregunté si podría entrevistarlo. Quería conocer más sobre la fuente de aquella misteriosa música. Nos reunimos a tomar un café y a charlar sobre su historia y su proyecto.
David: ¿Cómo se te ocurrió grabar el disco?
Rojo: Yo tenía unos cuantos temas que había comenzado a escribir hace dos años, cuando tenía 17. Antes ya tocaba el piano y había compuesto algunos temas que me gustaban pero nunca me había puesto a crear canciones, no me nacía mucho.
Viajé a Europa en el 2015 y durante ese tiempo escuché Devendra Banhart; me di cuenta de que él cantaba lo que quería, no tenía letrotas y no se hacía lío con escribir cualquier cosa que salga de su cabeza. Escucharle me ayudo un montón porque cuando yo trataba de tocar una canción y acercarme a algo del mundo de la lírica, me quedaba ahí, sin palabras; siempre me ha parecido que lo más difícil es escribir una letra. Creo que algo se destrabó por ahí y comprendí que ya no importaba mucho.
Después no me hice mucho lío por ese lado, algunas letras son un poco simples, las canciones son un poco cortas, pero es lo que hay. Así que comencé a componer un par de temas, que terminaron por convertirse en un EP (reproducción extendida).
David: ¿Desde qué instrumento componías, piano, guitarra o voz?
Rojo: Guitarra. Todo comenzó cuando empecé a meterme más en la guitarra, sí cachaba un poco, lo básico, que aprendí solo. Aunque llegó un punto, cuando estaba estudiando música en el conservatorio Mozarte, que me harté un poco del piano. Esto suele suceder cuando estudias un instrumento y lo comienzas a ver de una forma súper técnica y estructurada, entonces para liberarme un poco de la academia comencé a probar con la guitarra. Todo surgió del oído porque quería comenzar a componer de una forma más orgánica, tocaba la guitarra, solo notas, cachando cómo sonaban, a dónde me llevaba cada sonido. Creo que me guiaba por los sonidos más que por la melodía y lo sigo haciendo. Luego comenzaba a cantar e iba uniendo letras y melodías.
David: ¿Cuál es la diferencia entre lo instrumental del piano y la canción que sale de tu guitarra, crees que es mucho más íntima la canción, son más tuyos los temas?
Rojo: Yo creo que sí. He tratado de componer temas cantados en piano y no lo he logrado, tal vez porque no me he dado el tiempo, pero no me gustó. Además, traté de pasar los temas del disco al piano y cantarlos, pero no me gustó cómo sonaban y ya fui entendiendo que debía quedarme en la guitarra. Es un instrumento más cercano, a mí me encanta el piano y tocar es increíble y es muy divertido, puedo hacer muchas cosas que en la guitarra solo no puedo, pero cuando comencé a componer quería alejarme del pensamiento y centrarme en escuchar. La guitarra es un instrumento súper cercano, lo tienes medio abrazado, lo escuchas y está ahí, la caja resuena, escuchas los armónicos, todo está ahí, además el olor a madera me gusta un montón.
Un piano de cola es hermoso, pero no puedo abrazarlo (risas) y no todos tienen uno. En el piano me divierto haciendo arreglos y tocando en bandas. Justo cuando comencé a componer, al volver del viaje, le conocí a esta pana Raquel, ya había compuesto la canción Canto Menguante en ese tiempo. Recuerdo que le escuché cantar un rato y me acerqué y le dije: oye yo tengo un tema y tu voz quedaría full bien ahí. Ella me dijo: de una, aunque no nos conocíamos muy bien. No recuerdo porque grabé esa canción, supongo que quería ver si podía hacer algo, me acholaba un montón cantar y mostrar algo mío.
Para mí es medio fuerte cantar, porque al hacerlo se exponen cosas que son muy tuyas, es como si te abrieras a que cualquiera te pueda escuchar. Canto Menguante fue mi prueba de fuego. Grabé todo en mi cuarto, con mi interfaz, con un micrófono de condensador, full simple. Y nada, comencé también a explorar lo de grabar. Me divertí y quedó entretenida la mezcla de esa canción, recuerdo que estuve moneando los efectos del Garage Band.
David: ¿Cómo fue tu experiencia con el piano en la academia y con la guitarra en tu propia música?
Rojo: Puede resultar decepcionante estudiar algo que te gusta. En cierto punto la academia mata algunas cosas, es verdad que te da herramientas y a veces puede ser lo mejor que te puede pasar, si eres muy zen, si logras dejar de lado tus intereses y lo que piensas para poder cachar y poder mezclar las dos cosas, el oído y la academia, ahí ya estás del otro lado.
En el Conservatorio me gustaban un montón las clases de armonía porque las daba Donald Regnier y es un gran profesor. Todo depende del acercamiento y el estudio, hay un montón de cosas de la academia que me encantaron, me parece una buena guía. Dejé el conservatorio y entré en enero en la San Pancho, a piano. Pero pienso que no puede existir solo la academia. Cuando compongo y toco la guitarra no me importa en lo más mínimo la teoría, compongo cosas que no sé en qué tonalidad están, ni en qué tiempo están, porque ya modulo mucho. Podría cachar si me pongo a analizar, pero no tiene sentido.
Tengo este proyecto en el que puedo mandar todo a la mierda, nadie puede decirme cómo componer mi música, puedo poner algo prohibido y nadie me dirá nada. Estoy feliz en la San Pancho con el piano, pero es solo jazz, es otra nota, pero es bacán, yo me divierto con el jazz. Para mí la onda del piano es otra cosa, el proyecto de Rojo es algo más mío.
David: ¿Qué querías plasmar en las letras de tus temas?
Rojo: Plasmar lo que sentía en las canciones se convirtió en un alivio, fue como una terapia. Yo creo que son cosas necesarias, supervivencias, pero de una manera de menguar ciertas cosas, para entender qué estaba pasando ahí, soltarlo y estar cómodo con el resultado. En un inicio, hago una canción y no entiendo mucho el tema, en ese momento no tiene mucho significado. Cuando vuelvo a ellas voy entendiendo poco a poco lo que me pasaba.
Fuego, por ejemplo, es medio romanticona, guarda en ella el sentimiento de estar enamorado y el de la contradicción: el frío y el calor, querer arder, querer soltar, desear desaparecer…
David: ¿Quién te animó a grabar el EP?
Rojo: En el 2015 comencé a componer, en el 2016 pasé haciendo temas y el anterior año (2017) grabamos el disco. Cuando comencé a hacer los temas, pensé esto está bacán quiero grabar un disco, esto me gusta. Pero después de que pase un poco de tiempo ya no me dieron ganas y me quedé componiendo solo para mí. Me daba aún vergüenza cantar las canciones en vivo. Pasó el tiempo y tenía temas acumulados un año y medio, para cuando grabamos el EP. Comencé a subir a Soundcloud algunos demos de los temas.
Pero de ahí, Andrea Milú me contó que estaba trabajando para una clase de sesiones, quería grabar una banda, hacer una sesión y más o menos demostrar que se pueden hacer cosas sin la necesidad del apoyo de medios más grandes. Estaba buscando proyectos. Pasó el tiempo y le dije: creo que ahora ya tengo un proyecto, pero no tengo banda. Así que más o menos nos reunimos y hablamos. Me dijo que tenía una casa en Alangasí y que tiene chance de grabar ahí. Les mostré a unos amigos los demos, al Techo (Martín Erazo), al Sebas Valbuena, al Juan Francisco Melo y les encantaron. A medida que armabamos los temas ellos me entendían muy bien mis ideas, pese a que a veces no me expresaba claramente.
En tres semanas montamos todo, grabamos en el feriado de carnaval, fuimos a la casa y estuvimos ahí dos días, todo fue en vivo sin click. Sí se nota que es medio casero, pero tiene una onda, una energía bacán. Yo no había cachado eso hasta que me puse a mezclar en noviembre, ahí vi que tiene tal vez un feeling medio psicodélico. Todos esos temas son simples así que tienen esta onda del loop, se repite lo mismo, junto con las melodías y las letras como que se crea una atmósfera que te lleva. La idea del ritual, de la repetición, fue lo principal pero no fue una decisión muy consciente en el momento.
David: ¿Hablas de lo psicodélico, hay otro estilo que haya influenciado tu EP?
Rojo: Sí, Fuego tiene un ritmo de san juanito y una canción se llama Yaraví. Recuerdo que comencé a escuchar un poco de música andina, no puedo decir que cacho todo, pero me parece impresionante, aunque no entienda mucho. Vi algo en el conservatorio, en clases con Julio Andrade, un genio musical. Las clases con él son interesantes porque tiene la onda de la escuela oral, te dice haz esto, te toca escuchar e ir cachando.
Fui entendiendo algunos ritmos, pero desde afuera. Así, la música andina se convirtió en un recurso del disco. Con el tiempo me di cuenta de que en las comunidades andinas la música tiene otro valor, no hacen una canción para un concierto sino para una festividad, por ejemplo cuando alguien se muere, cuando alguien nace. Festejan sus dichas y desdichas por medio de la música. No tienen un acercamiento industrial, es parte de su cosmovisión, su forma de ver el mundo, lo hacen desde la música. Su música ritual es fuerte, tienen ciertos intervalos casi propios dentro de su vocabulario. Eso fui cachando después y me pareció un buen medio para soltar estas cosas que necesitaban salir.
David: ¿Qué fue y es el EP para ti?
Rojo: Primero estuvo la necesidad de soltar, luego quise hacer un disco diferente, por ejemplo, hay un contrabajo (generalmente no se usa un contrabajo) y suena ricazo. En ese tiempo practique un poco el bombo y quería que haya uno en el EP. Nunca quise sobrecargar al disco. No quería ponerle cosas de más. Todo tenía que ser acústico, aunque sí tiene una guitarra eléctrica, nada está conectado por línea, todo fue grabado por micrófono.
David: ¿Cómo fue tocar en vivo?
Rojo: A mí me gustó. De hecho, los primeros conciertos de la banda fueron tal vez en mayo, junio o julio. Me gustó la respuesta del público, ver que un montón de personas se metieron en la música, que les gustó bastante y que luego se acercaron a felicitarme. Una cosa era que alguien me felicite en los conciertos con Pánico. Pero otra cosa fue recibir, con mi proyecto, felicitaciones de las personas, porque según yo, no era tan bueno cantando y tocando guitarra.
Canté porque ya me valió, si me hubiera quedado en el tecnicismo de si me gusta como canto, no hubiera hecho nada. Es difícil escucharse, me parece bien intenso. Un instrumento es externo, pero cantar es algo súper tuyo, te toca aguantarte, es como quejarte de cómo hablas y no me gusta escuchar mi voz cuando hablo. Cantar se convirtió en la acción de apropiarme de algo que comenzó medio ajeno a mí, raro. A algunas personas se les hace más fresco; me parece denso. Pero ahora, canto tranquilo y feliz, pero sigo con la necesidad de querer hacerlo bien.
David: ¿Cuáles son tus influencias musicales?
Rojo: Como base estaría Radiohead, aunque están muy por debajo, si a alguien que le gusta Radiohead escucha el EP lo va a cachar. Están ahí porque los escuchaba demasiado. Alguna influencia que me impulsó en el tema de componer y escribir podría ser Spinetta. Para el disco, aunque no soy re fan de Cerati, cogí varias cosas que usa, del lado de la producción; el final de Fuego fue inspirado en Raíz. Además, últimamente me di cuenta que, en estilos y armonías, tiene algo de Cerati.
A parte de eso, me influenció un montón la música de Pánico, digamos que por eso comencé a hacer las canciones cortas, a veces nunca acababa las canciones porque nunca sabía cómo hacerlo; terminé componiendo una canción de 1 minuto. Otra influencia podría ser hasta Da Pawn un poco, porque vi que sacaron estos acusticones, y me interesaba justamente el hecho de armar una banda en ese formato y hacer cosas bacanes. Cuando tenía 15 me gustaba full su música. De todas estas bandas ecuatorianas también está Munn y por ahí está la Máquina, cuando recién comenzaban.
Todas las bandas que subieron a la escena en el 2013, me influyeron en el sentido de querer hacer algo. Nunca me imaginé que haría una banda. El pop me gusta un montón, escuché más los Beatles. Todas las canciones me parecen re-poperas, las melodías, los coros, la estructura. Tiene ahí su onda alternativa, rockera, psicodélica, acústica. Ya es una mezcla de muchas cosas, no podría encasillarse. Un folclor ecuatoriano medio popero, rockerín, por ahí. Pero no me importa mucho lo que es, podría ser hasta rock.
David: ¿De dónde sale la inspiración de tus letras?
Rojo: Devendra, de ley. Fue total inspiración, habla cualquier cosa, que de alguna manera se convierten en letrotas. Comencé a leer un montón ese tiempo, leí mucho Cortázar, me quedé con esa ambigüedad que hay, esa simpleza.
Mi arte está dirigido a lo simple, las cosas deben ser simples, pero no en el sentido de no darle el valor a la palabra, ahí está la genialidad, en dejar tu discurso en algo sencillo y corto. No usar muchos recursos extraños para decir lo que quieres decir. Quiero poder exponer lo que tengo adentro sin necesidad de usar música muy compleja. A mí me encanta el jazz y se me hace muy natural, pero creo que no muchos lo pueden escuchar. Busco que sea digerible.
También leí un montón a Poe. Hace unos años leí un libro de Nicanor Parra y me pareció increíble que unos genios de la literatura no se hacían lío por escribir algo, ahí está el comienzo de todo eso. Creo que más que influencias son formas de exponer nuestros sentimientos y emociones en una letra. Quiero hacer un mini cancionero con las letras, hay cosas bacanes. Me gustó escribir, aunque igual salieron así porque sí. Ya no las pienso mucho, en ese primer desorden salen cosas bacanes.
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