Innovación y tecnología

Secretos de anfibios y reptiles se guardan bajo el hielo

Por Paola López /Fotos Ricardo Guanín 

En sencillas cajas cubiertas por una fina capa de hielo se esconde un tesoro: un banco de genoma con 60.000 muestras de tejido de animales, en su mayoría anfibios y reptiles, hongos y plantas recolectados por investigadores en Ecuador.

Guardados en ultracongeladoras a una temperatura de menos 80 grados centígrados, los milimétricos pedazos de hígado y músculo aguardan su turno para ser estudiados. En el mejor de los casos un investigador tiene el privilegio de gritar “¡eureka!” al analizar las muestras.

Desde 2009, bajo el paraguas del proyecto “Arca de Noe”, los investigadores han descrito para la ciencia 70 nuevas especies de anfibios, reptiles, hongos y plantas. Y aún quedan más por dar a conocer, sostiene Santiago Ron, biólogo y curador del Museo de Zoología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).

“Además de tener las muestras de genoma que son alrededor 60.000 también ya tenemos alrededor de 30.000 extracciones de ADN. Es decir, ya tenemos el ADN listo para hacer el análisis”, cuenta Ron, en una de las oficinas del museo ubicado en la Facultad de Biología de la universidad.

El banco de genoma facilita el trabajo de los investigadores. Ahorra los recursos económicos y el tiempo que se gastan en salidas de campo.

“Si quiero hacer una revisión a escala nacional ya tengo las muestras aquí y no necesito visitar el campo, visitar 20 provincias diferentes, sino que voy a las ultracongeladoras, saco los tubos e ingreso al laboratorio y hago el trabajo”, dice Ron, quien desde 1998 se dedicó a formar el banco de genoma.

Antes del banco estuvo el Museo de Zoología, que se formó en la década de los 80 y que a la fecha tiene más de dos millones de especímenes de invertebrados y alrededor de 80.000 ejemplares de anfibios y reptiles.

Las mimadas del museo

Varios ojos saltones reciben a los visitantes que inevitablemente clavan su mirada en las vistosas fotografías que cuelgan en las paredes del museo. Se trata de las imágenes de ranas capturadas por los investigadores.

En el museo y en el banco de genoma “son las mimadas” porque  “son farmacias ambulantes, son animales que producen una gran cantidad de químicos en su piel, bactericidas, fungicidas que a largo plazo pueden resultar en compuestos, en substancias, que pueden contribuir al bienestar humano en forma de medicinas”, explica Ron.

Para Diego Paucar, el biólogo y administrador de la colección de la división de herpetología, hay una razón más sencilla: “son animales carismáticos”. Además por ser depredadores de especies pequeñas y a su vez ser presas de animales más grandes permiten el equilibrio de los ecosistemas, y su presencia da cuenta del estado de salud de ciertos hábitats.

La cámara de los secretos

De acuerdo con Paucar el material genético almacenado en la institución y las colecciones en las que se preserva a los animales “tienen un uso potencial”. Es decir que a muchos de los 80.000 ejemplares colectados “nadie los ha visto, ni los ha tocado” y están esperando “para que un momento alguien que tenga interés en ese grupo se zambulla y encuentre cosas nuevas”.

Dentro de las ultracongeladoras está el material para desentrañar la diversidad críptica de los anfibios que habitan Ecuador. Ese fenómeno que Paucar también llama “diversidad escondida” ocurre en ranas que a simple vista son iguales pero que a nivel genético son totalmente distintas.

¡Eureka! Una nueva especie descrita para la ciencia.

El trabajo no se queda en la preservación de una colección, ni en la toma de muestras de músculo e hígado. “Tenemos la meta de visitar sitios nuevos, sitios remotos donde no se han hecho colecciones de anfibios y reptiles”, explica Paucar, quien asegura que sigue emocionándose en cada salida de campo.

Ron, quien se apasionó por el estudio de los animales viendo las famosas expediciones del programa “El mundo submarino de Jacques Cousteau”, sostiene que los investigadores constantemente vuelven al campo para buscar especies nuevas y su trabajo se refleja en al menos 80 publicaciones científicas.

“Eso nos posiciona como uno de los proyectos de investigación más productivos en términos de publicaciones científicas. No ha habido un proyecto que por sí solo pueda generar esa cantidad” de artículos, dice el curador del museo.

 

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