Tres historias, una enfermedad sexual

Por Pablo Torres y Liz Briceño
La mujer
A los 22 años iniciaba la universidad. Tuve un novio. Fue mi primer enamorado y con el tiempo fue mi primera pareja sexual. Él también me dijo que yo fui su primera vez. Todo era muy bonito. Éramos una pareja como todas, una pareja normal.
En ese entonces me preocupaba por no quedarme embarazada. No quería tener hijos y hasta ahora no sé si quiero tenerlos. En mi mundo no existía nada que pareciera dañino. Todo era muy puro y simplemente no pensaba en el sida, en la sífilis o en el papiloma. Lo único que me preocupaba era no arruinar mi futuro con un hijo.
Como rutina, por un sentido de seguridad, de control, me puse dos vacunas para prevenir el papiloma. Me faltó la tercera dosis, pero no le di mucha importancia.
A los ocho meses de haber terminado con mi novio (duramos un año y medio) me comenzó a arder en los labios de la vagina. Me quemaba la piel y no veía nada raro. Después de una semana, reuní dinero para ir al ginecólogo, que me dijo que era solo una infección y me mandó una crema. Me dijo: ojalá con eso te pase, si no, luego vemos.
Me pasó un poco, pero al poco tiempo me volvió a arder más que antes.
Fui a otra doctora que me hizo acostar en la camilla. Cuando tenía las piernas abiertas me dijo: Tienes papiloma. La tele del consultorio proyectaba un plano bastante cerrado de mis partes íntimas. Ahí estaban los papilomas que ella veía, pero yo no, para mí solo eran puntos blancos. Yo le dije: no, no puede ser. Ella me dijo: sí, es papiloma, anda a cambiarte.
Al principio me aturdí bastante y pensé que me iba a morir. La doctora me dijo tranquila, cálmate, no te vas a morir, esto tiene solución. Pero yo no entendía. Me dijo que con un tratamiento se curaba. Me dijo que costaría USD 300, sin contar la consulta. Le dije: Hagamos. Me dijo que eso no se hace tan rápido y agregó que tenía que hacerme una biopsia, después de dos semanas. La biopsia costaba como USD 200. Otra vez estaba en el consultorio de la doctora, con mis partes íntimas en la pantalla de TV. Sentí la cuchilla del bisturí cuando cortaba la piel de mi vagina. Me estremeció y casi me saltan las lágrimas del dolor. La doctora le dijo a su asistente: Este es el regalito que le dejó su exnovio.
Eso se llama violencia obstétrica, pero en ese entonces no lo sabía.
Luego la doctora me dijo que pague y me vaya. Yo estaba un poco lejos de mi casa y tenía una receta para comprar. Tuve que caminar muchas cuadras porque no encontraba la medicación. Me dolía mucho cuando caminaba. Al llegar a la casa me puse a llorar. El dolor duró unos dos días. La herida cicatrizó rápido.
En los resultados no salía cuál cepa tenía, solo asomaba el grado de peligrosidad, si era 1, 2, 3, etc. En los exámenes modernos ya sale la cepa, pero yo hasta ahora desconozco ese dato.
Todo era muy difícil porque no tenía la plata y estaba sola. Una amiga me dijo que le escribiera a mi primer y para ese entonces exnovio, para contarle lo que me había pasado.
Le dije que teníamos que hablar. Me dijo que estaba de vacaciones y que apenas llegara me iba a llamar. Cuando me contactó le dije por teléfono que tenía papiloma. Él me dijo que no podía ser, porque yo había sido su primera vez, por ende, no había estado con nadie.
Pero yo tampoco había estado con alguien, así que alguien mentía.
A los dos meses me hice el tratamiento. Se suponía que era con láser, pero fue muy doloroso.
Aunque disminuyeron las molestias, nuevamente aparecieron los puntitos blancos y yo ya sabía lo que significaba. También me di cuenta que la doctora no lo había hecho bien.
Me recomendaron otro doctor que era aún más caro. La consulta en ese entonces estaba en USD 60 y a mí se me hacía súper difícil pagar. Me conseguía el dinero. El tratamiento costaba como USD 500 porque intervenían un ginecólogo y un cirujano estético. Estaba completamente fuera de mi alcance porque no trabajaba ya que no conseguía trabajo y no podía decirles a mis papás porque me daba vergüenza. Pasaron por lo menos cuatro meses y la situación se volvió insostenible. Cada vez me sentía peor, comencé a tener infecciones recurrentes y no sabía qué pasaba.
En ese entonces estaba saliendo con alguien y decidí contarle. Me recomendó que hable con mis papás porque ya no tenía más opciones. Mientras más pasaba el tiempo la situación empeoraba.
Ya había pasado seis meses del primer tratamiento. Mi mamá me llevó a un doctor de confianza quien vio que tenía los papilomas por fuera y dentro del cuello uterino había una lesión avanzada. No sé decir si estaba en peligro de que se formara cáncer.
Esta vez el procedimiento fue realizado de forma más humana y más profesional. Me pusieron anestesia y no fue tan doloroso. A los dos días me sentía bien, me ardía poco. Hasta el día de hoy no ha vuelto la infección.
Por causa del papiloma tuve que ir al psicólogo, porque me costaba bastante confiar en la gente. A veces tengo infecciones recurrentes, a veces tengo miedo o simplemente las emociones me ganan.
Por eso no tenía relaciones sexuales con mi nueva pareja. Yo no quería, no podía.
Me hubiera gustado que la persona que me contagió me informara que había tenido una vida de riesgo y que se pudo haber infectado de VPH, porque tengo el derecho a escoger, tengo el derecho de cuidarme, de tomar precauciones o saber si tomo el riesgo.
Han pasado dos años y todavía tengo temor sobre el papiloma. Me reviso seguido. Creo que me provoca demasiada tensión, cualquier cosa me alerta y me pone muy a la defensiva. Si percibo que algo está mal me pongo nerviosa aunque ya he aprendido a controlarme mejor.
El hombre
Supongo que soy portador del virus del papiloma humano, VPH, pero no lo sé con exactitud. Ni siquiera el doctor me ha podido decir si soy portador o no.
Tampoco sé qué pasó con el virus, si está en mi sangre atenuado esperando atacar en la próxima enfermedad o si ya me curé por completo.
Mi nombre no importa, mi profesión tampoco. Tengo 34 años y soy hombre heterosexual. Nunca he tenido relaciones bisexuales, pero hace muchos años sí tuve varios encuentros con prostitutas.
Nunca me di cuenta de nada, hasta que un día vi unos granos chiquitos de color blanco alrededor de la argolla del pene. Parecían pequeñas espinillas y con el tiempo empezaron a crecer hasta cuando me salieron granos en el glande. Ahí sí me asusté. Eran granos grandes, parecían coliflores.
El papiloma se estaba manifestando de forma visible. Cuando fui al doctor me explicó que tenía que hacer una biopsia para saber con qué cepa me había contagiado. Me cortaron el grano más grande que estaba en el glande. Me dolió bastante. Me cauterizó los granos y me mandó una crema.
Yo estaba impresionado de ver mi pene tan lastimado. Sentía miedo de lastimarme más y por eso no puse todo el cuidado cuando me limpiaba y cuando me ponía la crema.
Así pasaron dos meses más, hasta que los granos aparecieron nuevamente.
El doctor me cauterizó por segunda vez y me recetó una crema más fuerte. También quiso circuncidarme, pero era un procedimiento que implicaba riesgos por mi edad, así que lo dejamos de lado.
Yo creo que me contagié por una de las tres chicas con quienes tuve relaciones sexuales sin protección anteriormente, pero no he hablado de esto con ellas.
Después de esto me protejo siempre con preservativo.
Sinceramente, no digo a nadie que tengo VPH, porque creo que a nadie le va a gustar escuchar que tuviste una enfermedad sexual. Igual las chicas tampoco te dicen si tienen papiloma, clamidia o cualquier ITS.
Después de mucho tiempo tengo una novia formal, con quien no he tenido relaciones sexuales. No sé si le vaya a decir a ella sobre esto. Creo que depende del grado de confianza que tengamos. En el punto en el que estoy es 100 % seguro que no le voy a pasar. Quizás le preguntaría si ella ha tenido alguna ITS. Pero por ahora me da vergüenza, porque fui portador.
El doctor
Soy Iván Vega, ginecólogo obstetra con más de 30 años de experiencia en hospitales públicos y privados. Actualmente me dedico a la consulta particular. A lo largo de mi carrera he podido ver muchos casos de infecciones de transmisión sexual, entre estas el papiloma.
El papiloma o VPH es una infección que se transmite por vía sexual el 95 % de las veces. El otro 5 % se debe al uso de instrumental que no ha sido esterilizado apropiadamente.
El virus del papiloma se lo ha tenido catalogado desde hace muchos años. Tanto así, que durante la guerra de Corea, allá por la década de 1950, ya se pudieron apreciar las lesiones por el papiloma virus en una mujer militar estadounidense.
En la década de 1990 ya se tenía claro cómo se transmitía el virus y se pudieron rastrear algunas partículas activas en el líquido que se utilizaba para limpiar los espéculos. Por eso yo ya no utilizo agua y jabón para lavar el instrumental, sino un polvo especial que mata muchos virus, entres estos, el VPH y el VIH, que causa el sida. De igual manera, una buena práctica en el consultorio es utilizar productos desechables lo más que se pueda, excepto el espéculo que es mejor uno de metal, porque el de plástico se puede romper en el interior de la vagina, además no se puede utilizar lubricante. En el consultorio la clave es la reesterilización, no en la reutilización.
Se sabe que si un hombre utiliza preservativo durante el sexo, las zonas descubiertas que tengan contacto con una lesión a futuro puede presentar lesiones de VPH. Debe haber contacto de mucosa a mucosa, en este caso sería que la vagina o vulva toquen la piel del pene. Mucosa a mucosa también significa sexo anal y sexo oral.
Antes se relacionaba el cáncer de cuello uterino a varios factores, por ejemplo se pensaba que los negros tenían más incidencia de cáncer, también se decía que los judíos no sufrían esta infección porque los hombres eran circuncidados. Pero ni uno ni otro son verdaderos. Hoy se sabe que el cáncer se produce por ciertos genotipos del VPH, especialmente los 11 y 16. Esas son las variedades oncogénicas del papiloma. Sin embargo, el virus no es una partícula estática sino que crea mutaciones y va cambiando cada día.
Las cepas que no son oncogénicas pueden producir o no las lesiones. Lo que a mí me interesa es identificar a aquella paciente sintomática o asintomática que sea portadora de este virus, para motivarla a que consulte al médico el mayor número de veces que sea posible, porque las pacientes se pueden contagiar con VPH más gonorrea, clamidia o VIH. Si detecto una paciente que ha sido promiscua, sé que es una paciente de riesgo y por ende hay que revisar la vulva, la vagina, el cuello del útero, el recto y las mucosas bucales.
El hombre puede tener cáncer de pene, donde se produce una destrucción del tejido, que normalmente se equilibra con la reconstrucción del tejido. El problema viene cuando la destrucción rebasa al proceso de compostura, y se comienzan a tener lesiones que anteceden al cáncer.
La descripción más común que hacen los hombres es que tienen coliflores en el pene. Así se ve la verruga producida por el papiloma virus. Estas lesiones se llaman condilomas y también aparecen en la región vulvar de la mujer. Los condilomas son molestosos, porque no se puede hacer un aseo muy bueno de los genitales, además no se los puede tapar.
En estos tiempos se ven muy pocas lesiones vulvares a simple vista, por eso utilizo un aparato llamado colposcopio. En mi consulta encuentro más lesiones de cuello de útero que han sido diagnosticadas con papanicolaou, a pesar de que tiene una sensibilidad variable y un error entre 30 % y 50 %. Hay otras pruebas como la hibridación, DNA molecular, colposcopía + biopsia.
Para prevenir el contagio del papiloma, lo ideal es la vacunación para las mujeres de 9 a 26 años. Antes había la vacuna para dos cepas, ahora hay para 9, por eso se llama nonavalente. La vacuna hay que poner a las pacientes que no han tenido contacto sexual.
Es importante la vacunación, porque se ha calculado que en 50 años, el VPH llegará hasta el 80 % de la población.
Por eso hay que identificar los factores de riesgo, como el inicio precoz de la menarquia, es decir la primera menstruación, el inicio temprano de relaciones sexuales, los múltiples compañeros sexuales, edad temprana del primer embarazo. Uno de los problemas del papiloma es que algunas veces es asintomático, es decir, no se siente nada. He tenido pacientes que les he dejado de ver durante ocho años porque todo parecía bien y han vuelto con un sangrado o con un cáncer de cuello de útero. Hay otros factores colaterales como la drogadicción, el alcoholismo y el tabaco, ya que predisponen a situaciones de contacto sexual casual.